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Dentro de Guántanamo (I)

Los últimos de Guantánamo: 20 años en la cárcel de los monos color naranja

  • En Guantánamo quedan 30 presos, la mayoría sin cargos o a la espera de un juicio militar
  • TVE visita la base militar y habla con antiguos presos y antiguos cargos de la administración Bush

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Las torturas en la cárcel de Guantánamo: "No sabíamos dónde estábamos"

No hace tanto tiempo, el campo Rayos X era una de las cárceles más famosas del mundo. En ella vimos a los primeros presos de Guantánamo, arrodillados y esposados, vestidos con monos de color naranja. Ahora parece un campo de prisioneros fantasma. Hace tiempo que a los presos los trasladaron a celdas más robustas. En estas jaulas con paredes de barrotes y alambre ya solo se alojan la maleza y los animales salvajes. Nos tropezamos con algunos huesos de animales en el suelo.

Son las 7 de la mañana de un día de finales de abril y el calor empieza a ser sofocante. Los insectos nos atacan con furia. En pocos minutos los cuatro reporteros que estamos visitando el campo y el escolta del Pentágono que nos acompaña acabamos llenos de picaduras. Aquí, en estas celdas al aire libre, malvivieron durante meses decenas de presos, capturados por Estados Unidos en medio mundo, en plena conmoción por los atentados contra las Torres Gemelas. Empezaron a llegar en enero de 2002. El campo Rayos X era una prisión improvisada en tiempo récord en la base militar que Estados Unidos tiene en la isla de Cuba.

Mansoor Adayfi tardó semanas en descubrir dónde estaba. Recuerda el trayecto: "Nos desnudaron, nos pegaron, nos humillaron, nos pusieron un mono naranja, nos taparon los ojos, me pegaron durante todo el camino". Él es yemení, pero el 11 de septiembre de 2001 estaba en Afganistán. Cuenta que un señor de la guerra lo vendió a la CIA. Tenía 18 años, pero dijeron que era un general de Al Qaeda, "un pez gordo".

Mohamedou Ould Slahi todavía no había llegado a Guantánamo. Primero pasó por la base de Bagram, en Afganistán, uno de los agujeros negros donde militares estadounidenses torturaron a prisioneros. Mohamedou recuerda el miedo en los ojos de su madre el 20 de noviembre de 2001, cuando la policía fue a buscarlo a su casa en Mauritania para interrogarlo. "Veía a mi madre por el espejo retrovisor, se iba haciendo cada vez más pequeña, ella estaba rezando. Fue la última vez que la vi". Ella murió años después, mientras él estaba encerrado en Guantánamo. Llegó a esa prisión en agosto de 2002.

Allí les dieron números por nombres: los llamaron prisionero 441 y 760. Los dos describen los abusos de los primeros años. "Era como un laboratorio para experimentar con prisioneros", dice Mansoor, "cada día es igual al anterior y tu única tarea es sentir el dolor". A Mohamedou lo sometieron en 2003 a un 'interrogatorio especial', aprobado por el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. "Me privaron de dormir, me agredieron sexualmente... y cuando ya me estaba acostumbrando a la tortura me amenazaron con secuestrar y violar a mi madre. Les dije: escribid lo que queráis en un papel y yo lo firmo".

"Nos dimos cuenta de que la mayoría eran inocentes, pero no queríamos reconocerlo"

Mientras tanto, en Washington, Larry Wilkerson empezaba a pensar que Guantánamo había sido un gran error. Era el jefe de gabinete de Colin Powell, el líder de la diplomacia estadounidense en aquel momento. Wilkerson participaba en todas sus reuniones matinales, y cuenta que "enseguida me di cuenta de que la mayoría de los presos eran inocentes. A muchos los vendió su vecino a la CIA por unos miles de dólares."

Wilkerson está convencido de que los más altos cargos del gobierno lo sabían. "Iban a las mismas reuniones que yo. A veces eran muy tensas. El ministro de Exteriores del Reino Unido le pedía a Powell que repatriase a los presos con pasaporte británico. Pero Rumsfeld no lo permitía. Y creo que la razón es que él sabía que esas personas eran inocentes, y no quería que se descubriese. No querían reconocerlo".

Theodore Olson tiene una opinión muy distinta. Él era procurador general y asesoró a la administración Bush sobre cómo capturar y tratar a terroristas después de los atentados del 11 de septiembre. Aquel día él estaba en su despacho en el departamento de Justicia y un ayudante entró y le dijo que encendiese la televisión. "Yo estaba paralizado, como cualquier persona, por todo aquel horror, viendo las Torres Gemelas".

Su teléfono sonó y era su esposa Barbara. "Me sentí aliviado al escuchar su voz". Ella había tomado esa mañana el vuelo de Washington a Los Ángeles. Pero no lo llamaba para tranquilizarlo. "Me dijo que habían secuestrado su avión, que estaba al fondo, retenida con los demás pasajeros". Iba en el avión que los terroristas estrellaron contra el Pentágono.

Una cárcel en tierra de nadie

La idea de colocar una prisión para terroristas en la isla de Cuba no fue suya, pero Olson defiende que fue la mejor solución para "limpiar las calles de terroristas. Estábamos en peligro y éramos los responsables de evitar más atentados". La postura de Estados Unidos es que estaban en una 'guerra contra el terror', los miembros de Al Qaeda eran combatientes enemigos, "y en cualquier conflicto hay detenidos a los que no puedes soltar porque son una amenaza para tu país, y no siempre puedes llevarlos a cárceles estadounidenses porque sus actividades han sido en otro lugar. La base de Guantánamo no era territorio estadounidense, era terreno alquilado a Cuba". Tierra de nadie, un lugar donde no aplicaron la ley estadounidense.

Las celdas y las condiciones actuales son muy diferentes a las de 2002, los presos pueden leer libros y ver la televisión, pero hace años que los periodistas no podemos ver la prisión. En ella quedan 30 presos. Solo uno de ellos ha sido condenado por un tribunal militar. Otros diez presos siguen a la espera de juicio, entre ellos cinco sospechosos de los atentados del 11S.

Dentro de Guantánamo, el 'agujero negro' de la "guerra contra el terror" de EE.UU.

Los otros 19 presos nunca han sido imputados. A tres los llaman los "prisioneros eternos", porque Estados Unidos no tiene planes de juzgarlos, pero tampoco de soltarlos. Los mantiene encerrados con el argumento de que son detenidos de guerra, "combatientes ilegales", demasiado peligrosos como para quedar en libertad. Por último, otros 16 presos están a la espera de que un país los acoja.

Hay un tribunal que revisa periódicamente el estatus de los presos. Mansoor y Mohamedou estuvieron en Guantánamo 14 años, sin cargos, hasta que, en su última revisión, Estados Unidos reconoció que probablemente ni estaban luchando con Al Qaeda ni sabían nada del 11S. Mohamedou perteneció a Al Qaeda a principios de los 90, cuando los muyahidines luchaban contra el gobierno comunista de Afganistán. Siempre ha dicho que después se desvinculó y que nunca participó en nada contra Estados Unidos. Ahora está en Holanda. A Mansoor lo enviaron a Serbia, un país del que no conocía el idioma. Lo único que había escuchado sobre ese país eran historias sobre el genocidio de musulmanes bosnios, pero no le dieron otra opción.

La mayoría de los presos nunca han sido imputados

La vida después de Guantánamo "no es fácil", coinciden los dos. Mohamedou cuenta que le cuesta dormir, tiene una pesadilla recurrente. También le cuesta tratar con gente, durante 14 años estuvo en régimen de aislamiento la mayor parte del tiempo. Mansoor cuenta que tienen que luchar contra el estigma de haber estado en Guantánamo.

Por la prisión han pasado 779 musulmanes. La mayoría, como Mansoor y Mohamedou, nunca han tenido cargos en su contra, y a lo largo de los años los trasladaron a otros países. Al final de su mandato, George Bush quiso cerrar Guantánamo.

Se había convertido en la peor publicidad para Estados Unidos, un reclamo para los terroristas para reclutar. Obama prometió cerrar la prisión, pero no lo consiguió. Se topó con el Congreso, que prohibió trasladarlos a territorio estadounidense. Trump prometió lo contrario, llenar Guantánamo de "gente mala", tampoco lo cumplió. Biden prometió de nuevo cerrarla. Desde que llegó a la Casa Blanca, han transferido una decena de presos. Los casos se negocian uno a uno. Quedan 30 por resolver.

Wilkerson dice que la prisión no ha servido para nada bueno: "Yo veía prácticamente todos los papeles que pasaban por la mesa del presidente y puedo decir que no conseguimos información de inteligencia útil. Lo hicimos en nombre de la lucha contra el terrorismo, pero no conseguimos información que nos ayudase en ese conflicto, hicimos daño a muchos inocentes y de algunos todavía estamos intentando deshacernos", lamenta.

Olson no cree que haya sido un error. Pero hay algo que no le gusta: los juicios no llegan. En Guantánamo siguen cinco sospechosos del 11S, el atentado en que murió su mujer, sin fecha para ser juzgados. "Me preocupa que esto se eternice", dice, "no es justo para las víctimas, y es insostenible mantener a la gente en el limbo para siempre". Él pide al gobierno que negocie con los acusados, si aceptan declararse culpables y cumplir cadena perpetua.

Más de dos décadas después del 11S, después de cuatro presidentes, muchas promesas y condenas internacionales... la cárcel de Guantánamo sigue abierta.  Cada vez se habla menos de ella y cada vez los periodistas tenemos más restricciones para acceder y mostrar el lugar. Mansoor y Mohamedou han relatado su calvario en dos libros. "Y nadie me ha pedido perdón", remata Mohamedou.