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Desterrados

La Tenosique mexicana, hostil y hospitalaria

  • La frontera entre México y Guatemala es escenario de lo mejor y peor de la ruta migratoria
  • “Dejé de ser papá, hermano y amigo para entrar en México y convertirme en migrante”

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Migrantes en Tenosique, México

Huyen de la violencia en sus países de origen y la violencia se convierte en moneda de cambio en muchos momentos del trayecto migrante para las personas centroamericanas a su paso por México. No es una realidad nueva pero sí está alcanzando niveles máximos y, también, cada vez se visibiliza más. ACNUR, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, estima que más de 294.000 personas solicitaron asilo en este país a finales de 2017. Esto supone un 60% más de peticiones que el año anterior y multiplica por 16 las cifras de cinco años atrás.

Cinco continentes - México, un camino de dolor - 31/07/18 - Escuchar ahora

A lo largo de la frontera sur mexicana, Tenosique de Pino Suárez, en Tabasco, es uno de los principales puntos de entrada para las personas migrantes. Está bordeada por el río Usumacinta y una gran reserva ecológica que limita al sur y al este con Guatemala, lo que la convierte en una ciudad porosa y cosmopolita, conformada por las vidas de las personas que están de paso.

Alexi tuvo que huir de Honduras por su orientación sexual. Su propia familia llegó a torturarle por ser gay. JUAN CARLOS TOMASI / MSF noticias

De Tenosique parte La Bestia, el tren de mercancías que recorre México de sur a norte, a cuyos lomos se encaraman cientos de personas en busca de una nueva oportunidad. Pero su desesperación se topa con la extorsión y el crimen y en su viaje, son objeto de secuestros, asaltos, violencia sexual, agresiones y asesinatos.

Como recuerda Médicos sin Fronteras, a la ciudad llegan hombres jóvenes y cada vez más mujeres, incluso embarazadas, y familias completas. La organización observa un incremento en la presencia de niñas, niños y adolescentes que resisten al reclutamiento forzado por parte de pandillas criminales, las maras, y también de personas del colectivo LGTBI. Este es el caso de Alexi, quien salió de Honduras huyendo de las agresiones físicas y la presión social que imponía su condición de homosexual dentro de su propia familia. Cuenta que era agredido por sus parientes “hasta el punto de tortura, me quebraron huesos, dientes y me amenazaron con matarme si regresaba”.

En La72 de Tenosique hay decenas de mujeres que han sufrido agresiones sexuales en su camino hacia México. JUAN CARLOS TOMASI / MSF

Huir de las maras

La historia de la huida de María y sus hijos tiene su origen en la extorsión de las maras. “La Mara 18 quería raptar a mi hijo, lo golpeaban y hacían bullying”. Una situación que llevó a ella y a su familia a viajar a México, donde sufrieron el asalto de tres hombres y uno quiso abusar de su hija menor de edad. “Me puse de rodillas, le pedí que no la tocara, me agarraron del pelo y me llevaron a un monte, donde me violaron delante de mis dos hijos”, narra.

Me llevaron a un monte, donde me violaron delante de mis dos hijos

Son historias cotidianas en la frontera sur mexicana que comparten desde MSF, con presencia en distintas ciudades del país. En Tenosique lo hacen desde 'La 72', un hogar refugio que es todo un referente en la acogida y acompañamiento a los migrantes y refugiados. Allí curan las heridas de los recién llegados y, a partir de una primera toma de contacto, les ofrecen apoyo psicosocial. Las intervenciones se están incrementando desde abril porque los asaltos en la frontera se reproducen en número y crueldad.

MSF ofrece atención sanitaria y psicológica a las decenas de personas que llegan cada semana a La72. JUAN CARLOS TOMASI / MSF

Una de las trabajadoras sociales, Karen Martínez, dice que en un día pueden recibir entre 30 y 40 pacientes, “a veces hemos tenido grupos de cinco o 10 personas y a todas las han asaltado y de maneras brutales, con armas de fuego y machetes” relata. Y habla también de las agresiones más silenciadas entre los hombres: “En ocasiones los desnudan y los mantienen así durante horas, es algo que los hombres no identifican como violencia sexual”.

A veces hemos tenido grupos de cinco o 10 personas y a todas las han asaltado y de maneras brutales, con armas de fuego y machetes

Los pacientes se resisten a hablar de lo que les ha pasado. Que los demás sepan que acuden a un psicólogo es uno de los primeros obstáculos que hay que vencer, “romper con las falsas creencias de que ir a un psicólogo es para locos”. Lo comenta Mirian Rivas, psicóloga en este centro, donde “llegan con ansiedad, con dolores psicosomáticos, con mucho miedo, pero cuando acaban de vivir un episodio de violencia es más fácil que nosotras podamos actuar”.

El camino es tan duro y tan largo que los que llegan a Tenosique lo hacen con los pies destrozados. JUAN CARLOS TOMASI / MSF noticias

Con las mujeres resulta más sencillo hablar e identificar sus necesidades, “cuando llegan a lugares de atención y acogida, reclaman ayuda. No saben exactamente en qué consiste pero sí que pueden recibirla”.

Menores desamparados

Pero las situaciones que más impresionan al equipo de MSF son las que tienen como protagonistas a menores. Coni Martínez es la coordinadora de atención al paciente de MSF en el país y aún mantiene el recuerdo de su primera intervención en frontera sur. Era un caso de violencia sexual en una adolescente de 14 años, estaba embarazada y, cuando le ofrecieron los servicios de salud, ella misma pidió un psicólogo.

La madre estaba más afectada que la propia hija, era la joven la que la animaba recuperando las palabras que acababa de escuchar. “Necesitamos avanzar -le decía- porque así como en el camino un kilómetro avanzado es un kilómetro más cerca del sueño, un paso en la atención es un paso a poder estar mejor”.

Son palabras que curan y a esta trabajadora social le reconforta que puedan provocar ese efecto en sus pacientes, reflexiona sobre lo que llama espectacularización del dolor y resalta que en todos destaca su enorme capacidad de resiliencia.

Muchos menores tienen que hacerse mayores de repente y llegan solos al suelo mexicano con el sueño de llegar a Estados Unidos. JUAN CARLOS TOMASI / MSF

Muchos de los menores migrantes no están acompañados por adultos y sorprende en ellos su gran determinación. Karen recuerda a un niño de 10 años que viajaba junto a otro de 12 afectado de epilepsia. Le viene a la memoria porque, a pesar de su corta edad, sabía perfectamente cómo reaccionar ante una posible crisis de su compañero.

Son niños y niñas obligados a crecer deprisa en un contexto hostil y de enorme fragilidad. Y hay historias difíciles de olvidar, como la de un adolescente que impresionó a Coni, porque estaba siendo objeto de reclutamiento por parte de una mara y era su propia madre la que ejercía de líder. Lo había abandonado siendo un bebé. “El chico se quebraba por momentos”, rememora Coni. “Extrañaba sus montañas, a su familia y decía que quería regresar, pero al rato reaccionaba porque sabía que, de hacerlo, estaba en riesgo su vida y la de sus seres queridos”.

Extrañaba sus montañas, a su familia y decía que quería regresar, pero al rato reaccionaba porque sabía que, de hacerlo, estaba en riesgo su vida y la de sus seres queridos

Este joven pudo permanecer en un centro de adolescentes durante un tiempo y desarrollar otras habilidades. A otros, después de una primera atención, les pierden la pista, aunque cada vez más México se valora como país de destino. Quizás porque a pesar de la violencia, la dureza de la frontera norte bajo la administración Trump es mucho mayor y porque, a pesar de todo, en lugares como Tenosique aparece lo peor y, también, lo mejor del ser humano.

Un santuario migrante

Los religiosos a cargo del albergue 'La 72' promueven la declaración de esta ciudad como santuario migrante. El mismo nombre está lleno de compromiso, hace referencia a la masacre de 72 migrantes en Tamaulipas en 2010, para no olvidar. Pero los migrantes que transitan por ella quieren ser algo más que números. Lo explica Coni Martínez por boca de un joven que procedía de El Salvador y decía “cuando salí de mi país dejé de ser papá, hermano, amigo… para entrar en México y convertirme solo en migrante”. Revertir este proceso es el objetivo de la atención de la salud mental de estas personas.