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Elecciones en Holanda

Holanda toma el pulso a la extrema derecha en unas elecciones decisivas para la Unión Europea

  • Tras el Brexit y el triunfo de Trump, Holanda pone a prueba los populismos
  • El ultra y xenófobo Geert Wilders está entre los favoritos, según los sondeos
  • La identidad nacional y no la economía es el principal factor en estos comicios
  • El resultado en Holanda marcará el paso de las elecciones en Francia y Alemania

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Análisis: "El fascismo se arrinconó esperando su momento y éste ha llegado"

Volendam es un pequeño pueblo pesquero a media hora de Amsterdam, próspero, tranquilo, con un paro del 3%, una tasa de criminalidad ínfima, y un 2% de inmigrantes no occidentales. Nada hace pensar que sea un semillero de descontento, pero un tercio de sus 8.000 habitantes están dispuestos a votar al candidato de ultraderecha, xenófobo y antieuropeísta Geert Wilders en las elecciones del próximo 15 de marzo. Una pulsión que se repite en el resto de Holanda.

La paradoja de estos comicios –que son el primer termómetro de la salud de los partidos ultranacionalistas tras la victoria del Brexit y Donald Trump en 2016- es que muchos votantes han abrazado el discurso populista pese a la bonanza económica. Holanda lidera el crecimiento en la zona euro (2,3%) y el paro marca su mínimo en los últimos cinco años (5,3%).

Estas elecciones tienen que ver con lo emocional, con el miedo

“Es la identidad y no la economía el principal factor electoral en estos comicios”, explica a RTVE.es, Pablo del Hierro, profesor de Historia Europea en la Universidad de Maastricht. Tras cuatro años viviendo y trabajando en Holanda, este académico también se pregunta por qué Wilders puede ganar las elecciones. “He llegado a la conclusión de que tiene que ver con lo emocional. Wilders ha jugado muy bien la baza del miedo y su mensaje ha terminado por calar. El miedo es un sentimiento irracional muy difícil de combatir con frías estadísticas”.

Wilders, de 53 años, no es un recién llegado la política. Se estrenó como diputado en 1998 de la mano de los liberales, pero años después rompió con ellos y en 2006 fundó la formación de extrema derecha, el Partido de la Libertad (PVV). No es casualidad que fuera después de los asesinatos de Pim Fortuyn y Theo Van Gogh. Su discurso lleva aliméntandose más de una década y ahora ha encontrado su momentum.

Así son los candidatos a las elecciones holandesas

“Holanda tiene que volver a ser nuestra”

Wilders ha adoptado (y adaptado) el eslógan patriótico que ha funcionado en Reino Unido y Estados Unidos: “Holanda para los holandeses”. Un nacionalismo nostálgico que pretende proteger una identidad holandesa amenazada utilizando la inmigración como chivo expiatorio.

El programa electoral del líder ultraderechista, que ha tachado de "escoria" a los marroquíes y ha sido condenado por incitar a la discriminación, se resume en una sola página, se divide en 11 puntos y se titula "Holanda tiene que volver a ser nuestra". El primer punto y el más polémico es desislamizar Holanda, para lo que proponer cerrar mezquitas y escuelas islámicas, prohibir el Corán –al que compara con el 'Mein Kampf' de Hitler-, encerrar de manera preventiva a musulmanes radicales y vetar la inmigración musulmana.

También se compromete a convocar un referéndum para sacar a Holanda de la Unión Europea –el conocido como Nexit-, aumentar el gasto en seguridad y defensa, volver a la edad de jubilación de 65 años en lugar de los 67 y frenar los gastos en ayuda al desarrollo y energía eólica. Además, capitaliza el resentimiento de quienes más han sufrido la campaña de recortes sociales del primer ministro Mark Rutte durante los años más duros de la crisis.

"Son respuestas fáciles e incorrectas. Cuando los partidos de extrema derecha proponen cerrar fronteras, salir de la Unión Europea, proteccionismo económico y homogeneizar la sociedad quieren volver, con sólo chascar los dedos, a una idea de estado nación mitificada previa al proceso de globalización y eso no es posible", señala el profesor Del Hierro.

El fascismo que nunca se fue

Junto a Holanda, otro dos estados fundadores de la Unión Europea -Francia y Alemania- acuden a las urnas este año con partidos euroescépticos que esgrimen las mismas recetas y con muy buen pronóstico: el Frente Nacional Marine Le Pen aspira a ser la fuerza más votada en Francia, mientras que Alternativa por Alemania se perfila ya como tercera fuerza en Alemania al calor de la crisis de refugiados.

Del Hierro, que acaba de publicar Fascismo Transnacional en el siglo XX junto al italiano Matteo Albanese, señala que hay similitudes entre el discurso de los movimientos de extrema derecha en auge hoy en Europa con el de los fascismos de los años 30. "El fascismo nunca se fue. El año 1945 marca el final de los regímenes fascistas, pero la ideología sobrevivió y las nuevas generaciones la fueron adaptando al contexto internacional. Ha permanecido marginada en un rincón esperando a que las circunstancias fueran las propicias para dar ese alto y ese momento ha llegado", señala.

El fascismo nunca se fue, se arrinconó y su momento ha llegado

A la crisis económica -que por sí sola no basta para explicar este renacimiento- este académico añade la crisis de identidad, la convergencia ideológica de los partidos de centroderecha y centroizquierda, el estancamiento del proceso de integración europea, y las consecuencias de la globalización. "Este es el caldo de cultivo perfecto para que este nacionalismo, permeado con nativismo, se convierta en una alternativa para quienes han perdido la confianza en los pilares tradicionales", explica.

Ese neofascismo que se cultiva en la clandestinidad en Europa el siglo XX también viaja a Estados Unidos, donde movimientos como el Ku Klux Klan dan testimonio de ese poso ideológico. "No me atrevo a decir que Trump es un fascista, pero sí que se ha rodeado de asesores que ideológicamente están influenciados por el neofascismo. El ejemplo más claro es Steve Bannon", señala, en referencia al estratega jefe del presidente estadounidense y exdirector de la web ultranacionalista Breitbart.

Prueba de fuego para la UE

Por primera vez desde los años 30 la extrema derecha está construyendo una narrativa de éxito. Empezó con la victoria del Brexit en Reino Unido, abanderada por Nigel Farage, continuó con el triunfo de Trump en EE.UU. , y Holanda es el siguiente eslabón de la cadena. La mayoría de los sondeos prevén un resultado muy ajustado entre Wilders y el primer ministro Mark Rutte, con una ligera ventaja a favor del eurófobo, que doblaría sus escaños, mientras que el gobernante VVD bajaría de 41 a 27, al igual que su socio de coalición, los laboristas, que perderían el 70% de sus diputados (de 38 a 14).

Es importante que Wilders no gane porque si gana y no gobierna es distinto

Como el VVD y todos los principales partidos a su izquierda se han comprometido a no pactar con Wilders, es díficil que el PVV pueda llegar a convencer a suficientes parlamentarios para llegar a los 76 necesarios para formar gobierno. Wilders ya ha advertido que si lo excluyen se podría desatar una revolución.

"Es importante que Wilders no gane porque si gana y no gobierna es distinto. Siempre podrá decir que él ganó las elecciones y en Holanda es muy raro que el partido más votado no gobierne", advierte Del Hierro. "Además, podemos esperar que, de funcionar el cordón sanitario, Wilders victimice su victoria, lo que vendría a reforzar la narrativa de éxito de la extrema derecha y le daría un mayor empuje a Marine Le Pen".

De momento y a la espera de que lo dicten las urnas, Wilders ya cuenta con una primer victoria al conseguir que el resto de partidos reproduzcan con mayor o menor intensidad su discurso e incluyan en sus programas medidas antiinmigración. Y el populismo, como un virus contagioso, traspasa fronteras.

"Imagina qué lío se armaría en el zoo si dejaran todas las jaulas abiertas", afirma a Reuters Willem Veerman, uno de esos habitantes de Volendam que votará a Wilders el próximo miércoles. "Eso es lo que está ocurriendo en Europa".