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Rusia, ¿cansada de la misma receta?

  • Crece el distanciamiento entre la sociedad y sus actuales mandatarios
  • Los sondeos dan una mayoría al partido de Putin menos amplia

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Rusia celebra este domingo elecciones parlamentarias

Cuando el 24 de septiembre de 2011, el presidente Dimitry Medvedev anunció que no volvería a optar al cargo, devolviendo el testigo a su antecesor, Vladímir Putin, algo sacudió la base del aparato de poder instalado en Rusia desde hace 12 años.

Aún está por determinar el tamaño y la gravedad de la grieta y si la élite política rusa será capaz de repararla para mantenerse al mando, pero desde entonces se multiplican los análisis que indican un mayor distanciamiento entre la sociedad y sus actuales mandatarios.

La pérdida de votos que pronostican las encuestas en las elecciones parlamentarias de este domingo, sólo dejarán a Rusia Unida sin la mayoría de 2/3 en la Duma pero pueden constatar los primeros síntomas de desgaste.

La poderosa estructura de Putin

Vladímir Putin, el ex oficial del KGB que emergió a finales de 1999, designado por Boris Yeltsin para sucederle, es el hombre fuerte del país y en la última década ha levantado una poderosa estructura de gobierno apoyándose en el aparato de seguridad y controlando las principales compañías del país y los recursos naturales.

En los últimos años ha logrado estabilizar la economía y le ha devuelto a Rusia parte del peso internacional perdido tras el fin de la URSS. Cuando en 2008 Putin alcanzó el número máximo de mandatos presidenciales consecutivos permitidos por la Constitución prefirió no hacer cambios en las leyes.

Se convirtió en primer ministro y le cedió su lugar a uno de sus hombres de confianza, Dimitry Medvedev. Fue entonces cuando se retocó la Constitución para ampliar el mandato presidencial de 4 a 6 años. Quizá entonces, Putin preparaba ya su retorno que puede llevarle al Kremlin hasta 2024 si gana las 2 próximas elecciones.

Durante su etapa como primer ministro, pocos dudaban de que cualquier decisión importante tenía que pasar por su mesa. Putin ha controlado todos los resortes del poder desde un segundo plano, ha alzado la voz para desautorizar al Jefe de Estado y ha incomodado a Occidente, dejando a Medvedev una imagen más aperturista y liberal.

El intercambio, un jarro de agua fría

Aunque pocos albergaran grandes esperanzas de renovación en Medvedev, el anuncio del 24 de septiembre de 2011 fue un jarro de agua fría para quienes esperaban un mayor desarrollo democrático.

El regreso de Putin, dicen muchos expertos, significa el estancamiento del sistema político y quizá también del económico. Representa la misma receta para una Rusia que ya no tiene los mismos problemas que en el año 2000, que sueña con nuevos horizontes y en la que cada vez sectores más amplios de la sociedad demandan apertura y dinamismo.

El fantasma del caos de los años 90, del empobrecimiento generalizado y de la rapiña de los activos estatales sigue presente pero la figura de un líder autoritario que encauce la situación y estabilice al país no parece tan necesaria como hace una década.

La importancia de internet

La oposición en la Duma está prácticamente domesticada por el Kremlin y entre los grupos sin representación parlamentaria –bloqueados continuamente por el gobierno- no existe un proyecto organizado capaz de liderar un cambio.

Pero en los últimos años un elemento ha logrado agitar el escenario político del país: Internet. Rusia ha superado a Alemania y es ya el país de Europa con más usuarios, casi 60 millones.

El 40% de la población está conectada y en menos de 6 años el 60% de los rusos utilizarán la red. Aunque las televisiones -controladas por el gobierno, empresas estatales o empresarios afines al Kremlin- apenas dejan espacio a las voces discordantes, la internet rusa es un espacio vibrante donde las corrientes opositoras han encontrado un hueco donde expresarse y organizarse en libertad.

Da la sensación de que la élite rusa no quiere admitir que la sociedad ha cambiado y se empeña en apostar por el inmovilismo, una opción viable en tiempos de bonanza.

Pero la crisis de la eurozona puede afectarle en el futuro y una caída del precio del petróleo dejaría a la economía rusa en una situación complicada. Quizá entonces las grietas que se abrieron en septiembre de 2011 salgan más claramente a la luz y la cúpula política deba decidir si está a tiempo de salvar los muebles antes de que el edificio se venga abajo.