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Diario de 26 días de acampada en Sol

  • Relato en primera persona extraido del testimonio de una indignada a RTVE.es
  • Recorre las luces y las sombras de las cuatro semanas en el campamento

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"Me llamo Ángela. El 15 de mayo no fui a la manifestación, tenía cosas que hacer para la universidad. De hecho no me enteré hasta el lunes de que algunos habían decidido quedarse a dormir en Sol después de la manifestación. Esa tarde, uno de mis compañeros de piso pasó de casualidad por la plaza y se los encontró, estuvo hablando con ellos y llegó a casa entusiasmado. 'Ángela, coge el saco que nos vamos a dormir a Sol', me dijo.

Llegamos sobre las 22.00 horas del lunes. La noche del desalojo. Cuando llegué, decidí unirme al grupo de gente que se estaba organizando para hablar con los medios de comunicación; soy periodista y pensé que era ahí donde podía ser más útil. Mientras muchos ya dormían, nosotros estuvimos hasta las 3.00 horas hablando con un montón de prensa.

Ángela, coge el saco que nos vamos a Sol

Dos horas después, cuando todos los medios se habían ido, empecé a ver cómo la Policía cerraba la calle Alcalá, hacia la que yo estaba mirando. Asustada, me di la vuelta para controlar qué estaba pasando en la plaza y vi que había muchos más policías que antes y que nos habían rodeado con una especie de cordón. '¡Despertad, despertad!', empezamos a gritar a los compañeros que dormían para poder reaccionar juntos ante lo que se nos venía encima.

El primer momento fue un poco tenso porque vinieron hacia nosotros con el casco puesto y de muy malas maneras pero alguien decidió sentarse y callarse y todos le seguimos. Esta actitud debió sorprender a los agentes porque vi cómo unos sujetaban a otros para que no cargasen contra nosotros. Pasamos lo que quedaba de noche dialogando con ellos y llamamos a los medios para que fueran testigos del desalojo, pero nadie respondió. Finalmente nos dispersaron y nos separamos, pensamos en quedarnos en grupos pequeños, pero tampoco nos dejaron. A la mañana siguiente estábamos organizados en dos grupos, uno en la calle Carretas y otro en Preciados.

Semana 1: Desbordados por el apoyo

Habíamos decidido celebrar varias asambleas a lo largo del día para organizarnos y pasamos el martes preocupados por decidir dónde juntarnos para mantener al menos la asamblea de las 20.00 horas, pensando que la Policía no nos dejaría reunirnos en Sol.

Fuimos para allá de todas maneras y nos encontramos con la sorpresa de que no cabíamos en la plaza. A través de las redes sociales se había corrido la voz y miles de personas vinieron a la asamblea para apoyarnos. Con aquella cantidad de gente era inviable hacer una asamblea al uso, así que fue más bien simbólica y nos dedicamos a leer el manifiesto que habíamos escrito el día anterior en varios idiomas. Fue superemocionante.

No cabíamos en la plaza, fue superemocionante

Durante toda la primera semana de acampada el apoyo de la gente fue increíble. Fue una explosión de ideas y de iniciativa y todo el mundo que pasaba por la plaza venía a darte las gracias, a traer libros, material informático, estructuras... Lo que necesitáramos lo teníamos, tuvimos incluso que pedir a la gente que no trajera más comida porque sobraba.

Uno de los días más bonitos para mí fue el miércoles 18 por la noche, el día que la Junta Electoral Provincial prohibió la concentración. Había llovido por la tarde, pero de madrugada empezó a llover fortísimo. Hacia las 3.00 horas estábamos reunidos bajo la lluvia y de repente empezamos a ver cómo llegaba gente desde las calles que dan a Sol con mantas, telas y cuerdas para construirnos un refugio. "Estábamos en casa, nos hemos despertado con la lluvia y hemos pensado en los chicos de Sol", nos decían.

La prohibición de la JEC dio un giro a la acampada

Todo siguió fluyendo hasta la jornada de reflexión, para mí un punto de inflexión importante. Con la prohibición de la Junta Electoral Central de las manifestaciones para ese día y para la jornada electoral, el ambiente de la acampada dio un giro. Entre nosotros había gente que no estaba de acuerdo con no respetar la decisión de la Junta. Para tratar de ajustarnos en la medida de lo posible a los deseos de todo el mundo, decidimos mantener la concentracion pero no tratar temas políticos por respeto durante esos dos días.

No obstante, fue un punto crítico porque empezaron a hacerse evidentes las diferencias en un grupo tan heterogéneo y empezaron a discutirse preocupaciones de algunos que, quizás, no eran primordiales.

Tomar decisiones era cada vez más difícil

Toda aquella iniciativa arrolladora de la gente, que dejaba sus propuestas para que las debatiéramos, se interrumpió por un procedimiento de análisis mucho más burocrático. Parecía que las nuevas ideas eran menos bienvenidas y tomar decisiones se iba haciendo cada vez más difícil.

No era sencillo y se juntaron dos problemas. Por un lado éramos muchos queriendo participar y era cada vez más complicada la organización. Por otro, el sistema de voto en la asamblea no ponía las cosas fáciles: desde un primer momento, decidimos que todo debía aprobarse por unanimidad, dándole a cualquiera que no estuviera de acuerdo con una propuesta el derecho de veto.

Semana 2: Pasar de la exposición de problemas a la estrategia

Cuando pasaron las elecciones y volvimos a retomar las reivindicaciones, el sistema de voto se nos volvió en contra y vimos cómo muchas cosas no salían adelante por unos pocos.

No reniego de nuestra decisión, pero en aquel momento apelamos al sentido de la responsabilidad de quien ejerce el derecho de veto y que una propuesta, aprobada por 3.000 personas no salga adelante por culpa de 3 personas no parece algo muy responsable.

A partir de este momento ocurren dos cosas que nos empujan a caminos distintos. Por un lado, la gente empezó a retirarse o a no participar, lo que nos habría llevado a levantar el campamento. Sin embargo, al mismo tiempo, se produjo el boom en otras ciudades españolas y del mundo.

Decidimos continuar y sabíamos que iba a ser más complicado. No es lo mismo exponer tus problemas o tus razones para acampar -como hicimos en la primera semana- que empezar a debatir qué hacer, cuál será la estrategia, qué exigencias trasladar al Gobierno o incluso si se le quería trasladar algo o no.

Entre nosotros hay gente que está en contra de participar en el sistema, de relacionarse con los que nos gobiernan; así que cualquier decisión era muy difícil de tomar. En esta segunda semana se intentó poner en marcha una ILP para pedir una reforma electoral, pero hubo gente que consideró que este procedimiento implicaba entrar en el sistema.

La conspiranoia o la lucha contra topos e infiltrados

A pesar de todo, sí se alcanzaron algunos consensos y fue esa semana en la que se gestó el consenso de mínimos con cuatro líneas de trabajo -reforma electoral, corrupción política, separación de poderes, control ciudadano de los políticos-. Esto fue un verdadero logro porque costó mucho conseguir que todo el mundo estuviera de acuerdo en priorizar todas las cuestiones políticas sobre las demás.

Esa misma semana todas las ciudades en las que había acampadas empezamos a ser víctimas de una especie de conspiranoia y a sospechar que varios infiltrados o topos estaban intentando boicotearnos.

Empezamos a ser víctimas de una especie de conspiranoia

Ya desde el viernes 20 en Madrid empezamos a notar cosas raras como que nos desaparecían actas y documentos e incluso se vieron afectados correos electrónicos personales de algunos de nosotros.

Al ver que era algo que estaba ocurriendo en todas y cada una de las acampadas decidimos relajarnos y aceptar que era probable que hubiera topos de partidos y grupos de presión dado el carácter abierto del movimiento. Nos limitamos a proteger mejor todos los documentos -que muchas veces eran únicos- y optamos por dejar que mirasen quienes quisieran ver desde dentro qué hacíamos.

Todos sabíamos que el domingo 22 no íbamos a dejar Sol, pero nuestro futuro de cara al domingo 29 estaba en el aire. La segunda semana fue una semana con más dificultades, más cansancio y emociones muy fuertes; pero éramos muy conscientes de que era importantísimo no irse hasta que no estuviera todo bien organizado.

Era fundamental articular bien la relación con otras ciudades y la expansión internacional y por los barrios y pueblos. Teníamos aún mucho trabajo por hacer, así que decidimos continuar.

Semana 3: El desgaste y los problemas de convivencia

Había que empezar a trabajar en cómo nos íbamos a organizar en el momento en que dejáramos Sol. Yo tengo muy claro que el movimiento no es la acampada, va mucho más allá y había que poner nuestros esfuerzos en eso.

Empezamos a buscar locales o centros donde pudiéramos alojar las comisiones y los grupos de trabajo tras el desmantelamiento, continuamos con debates abiertos en las plazas y, en mi caso, seguí trabajando en el consenso de mínimos y cómo ir trabajando cada una de las cuatro líneas.

Gente que no pertenecía al movimiento hacía difícil la convivencia

Esa semana empecé a dudar, junto a mucha más gente, de la viabilidad del campamento. Teníamos dudas. Eran dudas porque realmente no sabíamos qué era lo mejor que podíamos hacer: por un lado era más que evidente el desgaste de energía que sufríamos, pero por otro lado la gente de otras ciudades nos pedía que no abandonáramos Sol, que éramos su ejemplo.

Teníamos además el problema añadido de que había gente entre nosotros que no pertenecía al movimiento y que hacían difícil la convivencia. Quizás una razón más para ir pensando en irse.

A finales de semana nos reunimos con representantes de acampadas en varias ciudades españolas. Fue una puesta en común que llevó muchísimo tiempo y con la que intentamos que todas las iniciativas fueran globales.

Semana 4: "Lo he mandado a la mierda cada día"

Cuando empezó la cuarta semana me desesperé. Ya habíamos consolidado la expansión a los barrios, habíamos estrechado lazos con las acampadas de otras ciudades. Era el momento de dejar Sol y mirar hacia delante. Se votó, como cada semana, pero no hubo unanimidad y nos quedamos una semana más.

En realidad durante esta semana hemos trabajado en la reorganización del campamento y en lo que dejaremos en Sol tras nuestra marcha. Además, hemos contactado con varios centros para alojar cada comisión y grupo de trabajo.

A partir del desmantelamiento el trabajo va a continuar y creo que a corto plazo van a salir propuestas concretas. Confío en que esto va para delante, si no no podría seguir trabajando en ello.

Lo he mandado a la mierda casi todos los días pero luego vuelvo porque creo en ello. Todos los problemas que han surgido son consecuencia de que aquí quepa todo el mundo que, a la vez, es algo bonito. Soy la primera que se ha enfadado muchísimo por no poder avanzar o por tener que luchar contra quien nos frenaba, pero hay que entender que nadie es perfecto y es el precio que hay que pagar por un movimiento ciudadano y abierto."