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El régimen egipcio encierra a la prensa extranjera en una situación 'kafkiana'

  • El Éjército pide a la prensa un permiso el martes que se emite el miércoles
  • Gran parte de la prensa extranjera no ha podido cubrir la manifestación
  • Es la última queja de los periodistas sobre el trato del régimen de Mubarak
  • Toda la información sobre las revueltas en Egipto en nuestro especial

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Entrar en la plaza Tahrir de El Cairo ha sido a veces una misión arriesgada para la prensa internacional.
Entrar en la plaza Tahrir de El Cairo ha sido a veces una misión arriesgada para la prensa internacional.

En Egipto estos días un periodista extranjero teme el momento en el que un miembro del ejército le pregunta qué quiere. Le gustaría aclararle que es realmente él el que quiere algo pero sabe que no puede. Lo que sí sabe es que se trata de un capítulo dentro del libro de agravios que el régimen escribe estos días contra la prensa internacional.

La semana pasada iniciaron la "caza" del corresponsal extranjero, después de que la televisión pública, la misma a la que ahora tenemos que acudir a buscar un pase que nos permita seguir trabajando, nos acusase de tener “una agenda oculta”.

En realidad, al estar en ese edificio, el periodista se da cuenta de que la agenda oculta la tienen allí.

El proceso para informar

El señor de bigote le cuenta a otro lo que quiere. Es decir, un pase de prensa que su embajada le ha advertido que necesita para seguir trabajando. Éste a su vez se lo cuenta a otro hombre, esta vez con bigote canoso y chaqueta de pana.

El periodista le explica de nuevo por qué está allí mientras tres tanques le están apuntando y un grupo de soldados imberbes lo hacen en la retaguardia. Le pide el pasaporte, sabe que no será la primera vez que lo hagan en esta vista y, tras verlo,  le dice “Bienvenido a Egipto”.

En ese particular tour de bienvenida hay que saludar a policías de paisano y a funcionarios del ministerio de comunicación antes de llegar a una oficina en el primer piso de aquel edificio de estructura soviética.

A un lado pone: “Oficina de prensa”, en el otro está el retrato de Mubarak, y en el medio un soldado con una metralleta como punto de equilibrio.

Un funcionario se ocupa de hacer fotocopias de los pasaportes. Otra los grapa junto a las fotografías. Una vez rellenado el formulario el destino está escrito a la manera de Kafka.

"Vuelva usted mañana"

A los cinco minutos la funcionaria le dice que se vaya, que el permiso se lo darán en 48 horas y que no hay nada por lo que preocuparse. Por ahora.

La historia ocurría el pasado lunes y ha tenido la continuación el martes El Ejército pedía el pase de prensa a los corresponsales que no lo tenían porque por la mañana les han dicho aquello de “Vuelva usted mañana”.

El resultado: la inmensa mayoría de la prensa internacional no pudo entrar a mediodía en la plaza Tahrir, coincidiendo, casualmente, con la mayor manifestación desde que comenzaron las protestas hace quince días.

Pero en un régimen que se desquebraja, las fugas son inevitables. “Hemos pasado por cuatro controles y nos han dicho que no podíamos pasar porque no teníamos permiso. Pero en el quinto hemos hablado con un soldado del barça y hemos entrado”, comenta una periodista española tras volver de cubrir las protestas.

Otros, como una periodista británica que esperaba a que le dieran el pase se encoge de hombros: “Yo vivo en la plaza, allí está mi hotel, me tienen que dejar pasar”.

Según Reporteros Sin Fronteras,  al menos 25 periodistas han sido detenidos durante las revueltas.

Mientras, los próximos al régimen no dudan en culpar en parte de la situación a la cobertura de la prensa internacional de las protestas.

En su mente, quizá, esté una frase de Kafka: "Toda revolución se evapora y deja atrás solo el humo de una nueva burocracia”.