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Túnez se da seis meses para reconstruir su democracia con la incógnita islamista

  • El Gobierno y oposición acuerdan ampliar los dos meses previstos
  • Tanto islamistas como seculares en el exilio necesitan tiempo
  • La presencia de elementos del régimen de Ben Alí siembra desconfianza
  • El ejército se convierte en tutor silencioso ante su popularidad

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Manifestantes llevan pancartas contra Ben Alí durante una manifestación en Túnez.
Manifestantes llevan pancartas contra Ben Alí durante una manifestación en Túnez.

Durante 40 años, Túnez estuvo ante la dirección "providencial y mesiánica" del padre de su independencia, Habib Burguiba. Los 23 años siguientes, siguió bajo el mando de sucesor y primer ministro Ben Alí. A partir de este lunes, tiene ante sí un reto inédito en su historia: construir de la nada una democracia multipartidista tras una revolución en la que, por primera vez, el país no ha estado guiado por un líder carismático.

Quizá por este motivo, poco después de anunciar la composición de su nuevo gobierno, Mohammed Ganuchi, reconocía en la emisora de televisión Al Arabiya que "en seis meses como muy tarde" el país celebrará elecciones, pese a que la Constitución da solo entre 45 y 60 días para celebrar comicios.

Por este motivo y con el consenso de los partidos de la oposición, según Ganuchi, se ha acordado que el Gobierno de transición tenga un mandato "razonable" de seis meses para "reformar la legislación y "dar a los partidos el tiempo para organizarse y prepararse para las elecciones de forma que el escrutinio no sea puramente formal".

El papel de los islamistas

En principio, todos los partidos políticos podrán ser legales si así lo desean, lo que supone abrir por primera vez la puerta a que se presente el movimiento islamista al-Nadhar, cuyo carismático líder, Rached Ganuchi, exiliado en Reino Unido desde los años 80, ha anunciado un temprano regreso a su país.

Ganuchi, que no tiene ningún lazo familiar con el primer ministro, fue condenado a cadena perpetua en 1991 durante un proceso dirigido a desmantelar a su movimiento islamista y desde entonces sus partidarios han sido reprimidos brutalmente por las fuerzas leales a Ben Alí.

Pese a todo, algunos consiguieron presentarse como independientes y lograron un 17% de apoyos en las últimas elecciones.

Ganuchi, como otras formaciones de oposición, querían que los comicios se celebrasen en un plazo mayor del que otorgaba la constitución para poder organizar su partido.

De hecho, aunque ha anunciado la vuelta a su país para formar un movimiento islamista moderado del tipo del AKP turco del primer ministro Erdogán y desea un Islam más conservador del tradicional que aflora en Túnez, lo cierto es que daba por hecho que aún no podría participar en los comicios en conversaciones con periodistas el pasado domingo.

Su legalización, junto a la de la extrema izquierda comunista, abre el panorama político, pero deja abierta la incógnita de cuál será el papel en el futuro de los islamistas en Túnez, un movimiento que genera desconfianza entre los aliados occidentales, que en muchos casos no dudaban en reconocer que veían mejor la dictadura de Ben Alí que un gobierno democrático que fomentase una islamización que aún ven con desconfianza.

Desconfianza en el nuevo Gobierno

En el lado opuesto del panorama político se encuentra otro líder en el exilio, Moncef Marzuki, que dirige desde París el Congreso de la República, un partido secular liberal que planea volver a Túnez este mismo martes y que ha anunciado que se presentará a las elecciones.

Pese a lo alejado de sus planteamientos, Marzuki y Ganuchi coinciden en dos cosas: no quieren a miembros del partido de Ben Alí en el Gobierno de transición y consideran necesario más tiempo para organizar las elecciones y definir una nueva Constitución a través de una asamblea constituyente.

En este sentido, Marzuki ya ha calificado de "farsa" el nuevo Gobierno, al considerar que excluye a las fuerzas "reales de la oposición", ya que los tres partidos que están integrados pertenecían ya al sistema político creado por Ben Alí.

Además, ha denunciado que el partido del ex presidente sigue teniendo el control del Ministerio del Interior, que será el responsable de organizar las elecciones.

"Harán todo lo posible para asegurarse de que su candidato resulta elegido", ha asegurado al canal francés i-Tele.

Las palabras de Marzuki tienen eco entre los propios tunecinos, que se han manifestado esta mañana para protestar por la inclusión de ministros de Ben Alí en el Gobierno en puestos clave.

Para el politólogo Larbi Chuika, los bloques laicos e islamista se enfrentan a un tercero, que precisamente es el que está en el Gobierno, el de los nacionalistas árabes asociados a elementos de izquierda.

Aquí se encuentran el movimiento Ettajdid (ex comunista), el Partido Democrático Progresista (PDP, coalición de nacionalistas y representantes de izquierda) y el Frente Democrático del Trabajo y la Libertad (FDTL, derecha democrática), cuyos líderes han ocupado sendos ministerios.

El papel de los partidarios de Ben Alí...y del ejército

La gran incógnita será lo que ocurrirá con el RCD, el partido de Ben Alí, del que los manifestantes exigen su pura y simple desaparición pero que Chuika considera que "probablemente cambiará de nombre para reaparecer con otro etiqueta con otros dirigentes", en declaraciones a AFP.

Frente a la impopularidad de Ben Alí y su partido, los 35.000 soldados del ejército se han convertido en los auténticos héroes para los tunecinos gracias a su decisión de no disparar a los manifestantes, al contrario de lo que hizo la Policía.

"El ejército nacional no ha traicionado al pueblo y a la nación", aseguraba el crítico de teatro Ahmed El Hadek El Orf a AFP tras reconocer que hacía tiempo que había abandonado la idea de ver al país avanzar hacia la democracia.

"Imagine un escenario en el que el ejército hubiese disparado contra los manifestantes. Habría sido un baño de sangre", añadía Chedli Belkhamsa, un artista también a la agencia francesa.

Para Chedli Laajimi, sindicalista, "el hecho de que el ejército se haya mostrado renuente a participar en la represión demuestra que no quería interferir en el juego político.

Más aún, en declaraciones a Le Parisien el pasado domingo el ex jefe de Estado Mayor y ex embajador de Francia a Túnez, el almirante Jacques Lanxade, aseguraba directamente que fue el ejército el que tumbó a Ben Alí.

"El ejército siempre se ha mantenido fuera de la política y no estaba involucrado en la dirección de los asuntos del país, es un ejército es bastante republicano", aseguraba el general Lanxade, que lo ve como "un elemento estabilizador y el moderador"...hasta ahora.