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El muy discreto encanto de la burocracia

  • Van Rompuy entiende su tarea como la de un mero "facilitador" de acuerdos
  • Ashton no ha sido capaz de explicar cómo concibe la política exterior europea

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Herman Van Rompuy, presidente del Consejo y Catherine Ashton, Alta Representante de la Unión Europea

Tres meses después de tomar posesión, Herman Van Rompuy y Catherine Ashton confirman las previsiones: ninguno de ellos tiene cualidades para entusiasmar a los europeos . Pero Van Rompuy, al menos, ha demostrado cierta sagacidad para moverse en el laberinto comunitario.

Al belga le han bastado cien días -los que lleva trabajando la presidencia española- para ofrecer un perfil al nuevo cargo de presidente permanente del Consejo Europeo -mal llamado en vulgata 'presidente de la Unión Europea'-. El perfil es bajo. Según su propia definición: "ni espectador, ni dictador, sino facilitador".

El trabajo del belga

Dicho de otro modo, Van Rompuy es el mediador que trabaja en la sombra para asegurarse de que quienes tienen el poder real -los jefes de estado y de gobierno- llegan a acuerdos y, mal que bien, mantienen en marcha el motor de la Unión Europea.

El ejemplo es el plan de ayuda a Grecia. Durante semanas y hasta la víspera de la última cumbre europea, -25 y 26 de marzo-, la canciller alemana, Angela Merkel, aseguró muy seria que en esa cita no se iba a aprobar ningún mecanismo de rescate.

Al final, Merkel aprobó un mecanismo de rescate. Impuso las condiciones, estableció salvaguardas, aguó la fórmula, se aseguró de que la prensa de su país la diese como vencedora. Pero, contradiciéndose a sí misma, aprobó un acuerdo. Van Rompuy tuvo gran parte del mérito, según sus colaboradores.

No es un éxito histórico -el mecanismo de rescate acordado suscita muchas dudas-, pero es más de que lo que puede reivindicar Catherine Ashton.

Rodeada de polémica

A la nueva alta representante para la Política Exterior y de Seguridad Común le ha perseguido el escándalo desde su elección. No le han ayudado ni su escasas aptitudes lingüísticas -sigue sin atreverse con el francés-, ni su falta de tacto político -aún se discute su decisión de no viajar a Haití tras el terremoto-, ni su equipo de colaboradores -su primer portavoz ya ha dimitido tras tres meses de balbuceos y contradicciones-.

Pero es más grave que Ashton aún no haya aclarado cuál es su idea de la Política Exterior europea. ¿Quiere que la UE sea una potencia diplomática con personalidad propia? ¿O sólo una herramienta hueca al servicio de sus estados miembros?. Tampoco ha conseguido despejar las dudas en torno al nuevo servicio de acción exterior. ¿Embrión de un cuerpo diplomático europeo o simple burocracia comunitaria?

Lo único que ha dejado claro es que ella no quiere ser una superministra de exteriores. El pasado marzo, declaraba a Time: "Mi trabajo es liderar el desarrollo de ideas de política exterior europea. Pero reconozco que, en algunos casos, no habrá consensos". Abrumado ante tamaña muestra de ambición, el semanario estadounidense encabezaba su reportaje sobre la UE con el titular "La increíble Europa menguante".