El Patronato de Protección a la Mujer: cuarenta años encerrando a jóvenes rebeldes
- La red de centros que formó el Patronato funcionó entre 1941 y 1985
- Las víctimas exigen responsabilidad de las congregaciones que lo gestionaban
*Objetivo Igualdad se emite los domingos a las 16:30h en el Canal 24 horas y después en RTVE Play
Consuelo García del Cid recuerda el reformatorio de Madrid donde la internaron con 16 años recién cumplidos, en 1975: "Eran las Adoratrices de Madrid, en la calle Padre Damián, 52. Era peor que una cárcel, porque no teníamos derechos. Era un adoctrinamiento religioso constante, un maltrato psicológico para despersonalizarnos y que no tuviéramos identidad propia. Nos explotaban laboralmente en talleres de trabajo. No teníamos libertad para hablar unas con otras. Estábamos distribuidas en pabellones de 20 en 20, que se llamaban "hogares". Era una presión insoportable. Era horrible, espantoso. Lo primero que deseabas era matarte, quitarte la vida".
El Patronato de Protección a la Mujer se puso en marcha en 1941. Era un entramado de centros gestionados por congregaciones religiosas y dependiente del ministerio de Justicia. En la práctica sirvió durante más de cuarenta años para encerrar sin juicio a centenares de mujeres cuyo único delito fue no adaptarse al modelo de mujer que promovía el Régimen y ser consideradas, por tanto, peligrosas.
Un régimen carcelario
Para sobrellevar aquel infierno, Consuelo García del Cid se prometió a sí misma que algún día daría a conocer y denunciaría los que sufrían allí decenas de jóvenes. Así ha sido. A lo largo de los años, ha relatado en hasta cinco libros las torturas de los centros del Patronato: "Las insurrectas del patronato", "Las desterradas hijas de Eva", "Patronato de protección a la mujer. Origen y pervivencia", "La niña del rincón" y "Ruega por nosotras". Este último título también plasmará en el cine esa historia de sometimiento de adolescentes con una película bajo la dirección de Daniel Monzón.
La profesora de la Universidad de Castilla-La Mancha, Carmen Guillén, explica que "redimir a la mujer caída y proteger a la que está en peligro de caer" era el objetivo teórico del Patronato: "En realidad, esa protección se pervierte hasta convertirse en un adoctrinamiento. En el caso de España, un adoctrinamiento religioso y las medidas que se van a implementar para alcanzar esos objetivos siempre van a ser de privación de la libertad en esos espacios siempre vinculados a congregaciones religiosas. En ellos, no se va a ofrecer una educación a las mujeres, sino que se les va a ofrecer trabajo forzado en un porcentaje altísimo, no remunerado. Celdas de castigo para las más rebeldes. Una disciplina autoritaria. Unos horarios marcados siempre por acontecimientos religiosos, ya sea misa, rezo del rosario, ejercicios espirituales que llamaban ellas para tratar de redimir... Un régimen puramente carcelario".
“Me metieron en una celda de castigo que no te podías poner estirada ni te podías poner de pie. Y no tenía luz. No sabía si era de día o de noche“
Esas prácticas autoritarias y carcelarias las recuerda también Paca Blanco Díaz, que fue internada con 15 años: "Me metieron en una celda de castigo que no te podías poner estirada ni te podías poner de pie. Y no tenía luz. No sabía si era de día o de noche. No sabías cuántos días pasaban por encima de ti y salías ciega de allí, ya no veías nada porque no te había dado la luz en ningún momento. Te pasaban la comida y una lata para que hicieras sus necesidades y hasta que les daba la gana sacarte". Relata además otro tipo de castigos: cómo las hacían lavarse con agua congelada y vestidas con largos camisones, cómo las dejaban sin comer o cómo las obligaban a pasar horas de rodillas rezando y les impedían hablar unas con otras.
Paca Blanco y Consuelo García del Cid durante su entrevista en Objetivo Igualdad Carolina Pecharromán
Un sistema de silencio
Paca pasó por varios centros, porque -como ella misma recuerda- su principal afán era fugarse y consiguió escapar varias veces: "Cuando una chica se fugaba, la iban llevando a reformatorios cada vez más duros... Cuanto tú te fugas de un reformatorio, te ponen en busca y captura como a los delincuentes. La primera vez que me escapé, fui a ver a mi mamá y decirle lo mal que me trataban las monjas y que me sacara de allí. Y mi mamá me volvió a meter otra vez. Una vez que te detienen y te cogen, te llevan a un lugar que se llama Centro de Orientación y Clasificación. Era muy importante el reconocimiento médico. Ponía completa o incompleta en el expediente". A Paca, el estar "completa", es decir, ser virgen, le quitaba puntos de castigo.
A Paca la metieron las mujeres de su propia familia en el Patronato, atemorizadas por su carácter rebelde, porque iba a manifestaciones y a bailar rock and roll en minifalda, porque el padre ya había estado en la cárcel "por rojo" y no querían más problemas en la familia. También a Consuelo la internó la suya, conservadora y de clase media, por su militancia política. Cuenta que la drogaron con la ayuda del médico de toda la vida y la trasladaron de Barcelona a Madrid estando inconsciente. Cuando despertó, se vio encerrada.
“Si tenías visitas, eran con la presencia de una monja. Estaba todo montado para que tú no pudieras contar la verdad de lo que sucedía“
Pero Consuelo no pone responsabilidad de lo que sufrió después sobre su familia: "Tienes que tener en cuenta que la correspondencia estaba censurada. Es decir, las cartas las teníamos que entregar abiertas y las recibíamos abiertas. Las llamadas telefónicas eran supervisadas. Había una monja en otro teléfono. Si tenías visitas, también eran con la presencia de una monja. Estaba todo montado para que tú no pudieras contar la verdad de lo que sucedía. Las primeras engañadas fueron las familias. Las familias creían que te metían en un internado para niñas más o menos difíciles, pero hasta ahí no tenían ni idea de lo que era el régimen de internado".
El oscuro mundo de las maternidades
En el Patronato también había hospitales psiquiátricos y centros maternales, como el de Peñagrande. A estos últimos, llevaban principalmente a muchachas muy jóvenes que habían quedado embarazadas fuera del matrimonio y eran también las propias familias las que las internaban para evitar el escándalo que entonces suponía ser madre soltera. "A las jóvenes se las trataba de convencer de que, teniendo en cuenta sus recursos, su escasa formación, su contexto en general, no eran apropiadas para poder criar a un hijo. Entonces muchas de ellas, de manera digamos forzada, condicionada, sesgada por esos comentarios constantes de las religiosas, acababan entregando en adopción a sus hijos. Otras veces, de manera forzada o de manera no consensuada, no firmada, esos hijos desaparecían. Ellas cuentan que, algunas veces, cuando daban a luz, perdían el conocimiento y cuando lo recuperaban, pues se le decía que el hijo había fallecido y en ningún caso se le enseñaba el cadáver. En estos casos, muchas veces asumimos que se trata de niños robados, de bebés robados", explica la profesora Carmen Guillén.
Paca Blanco, que estuvo también internada en Peñagrande lo confirma: "A las mamás adolescentes, cuando los niños se ponían malos, les daba miedo subirles a la enfermería porque no bajaban. Los niños se les morían a las monjas en la enfermería y luego los pasaban, no sé si vendidos o raptados, o como fuera, pero los pasaban a familias del Régimen y era un negocio tremendo el que había con la desaparición de niños en Peñagrande".
Portada "Las desterradas hijas de Eva", de Consuelo García del Cid
Pervivencia durante la Transición
Pese a lo que pudiera parecer lógico, los centros del Patronato no se cerraron tras la muerte del dictador, sino que el entramado siguió en marcha hasta su total desaparición en una fecha tan tardía como 1985. ¿Cómo pudo mantenerse un sistema tal de represión sobre las mujeres ya en democracia? "La religión había tenido un peso tan grande dentro de la sociedad española que las congregaciones religiosas con esos hogares y talleres, centros que en principio se entendían como de ayuda, formaban una parte tan importante y tan consolidada de la idiosincrasia de nuestro país que no se entendió como un problema. Además, muchas veces ni siquiera se sabía lo que sucedía dentro. Se entendían como espacios que verdaderamente eran de protección y de ayuda para las mujeres", cuenta Carmen Guillén.
“No me creo nada. Nos olvidaron y pasaron de nosotras como la bazofia“
"Cuando España tenía tantísima prisa en legalizar el porno, el bingo, el cine del destape, las salas de juegos... resulta que había miles de menores encerradas en reformatorios por motivos que no se sostenían de ninguna forma", protesta Consuelo García del Cid. Para ella, la Transición las olvidó y la explicación es que las chicas no le importaban a nadie: "El Patronato se sostenía oficialmente sobre el papel. Nadie vio nada. No se alarmaron en los hospitales, de tantos cortes de venas, de tanta autolesión. No se alarmaron cuando vieron que se suicidaban. Ningún médico levantó la mano diciendo... ¿Qué pasa en estos sitios del Patronato? Que todas se autolesionan tanto y mueren tantas. Tampoco les pareció raro que desaparecieron tantos bebés. En serio, no me creo nada. Nos olvidaron y pasaron de nosotras como la bazofia. Exactamente igual que pasa ahora de los niños tutelados en centros de menores".
Verdad, justicia y reparación
El pasado 9 de junio, la Confederación Española de Religiosos (CONFER) pidió perdón a las víctimas del Patronato en un acto público. Las superioras provinciales de las Oblatas del Santísimo Redentor, las Terciarias Capuchinas de Nazaret y de las Adoratrices leyeron un mensaje de perdón: "Reconocemos que, durante décadas, muchas jóvenes y mujeres adultas fueron internadas en nuestros centros en contra de su voluntad, sometidas a un régimen de disciplina severa y alejadas de sus familias y de su derecho a decidir sobre su propia vida. Sabemos que muchas de ellas fueron privadas de libertad injustamente, expuestas a humillaciones y malos tratos. Pedimos perdón a todas aquellas mujeres que no fueron reconocidas en su dignidad y en sus derechos, a quienes se les impuso una educación restrictiva y un modelo de vida sin posibilidad de elección, así como a quienes se les hizo creer que su existencia estaba marcada por la culpa o la vergüenza".
No obstante, ese acto y ese mensaje no son suficientes para supervivientes como Paca Blanco, que pide algo por parte de la Iglesia que vaya más allá: "No sé si os acordaréis todas, pero a mí no se me olvida. Dolor de corazón, propósito de enmienda, decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia. Es nos han enseñado. No han hecho nada. Entonces, bueno, pues dijimos con un cartel enorme que no les perdonábamos. Y que queríamos la verdad, justicia y reparación".
“En 1985, todas estas congregaciones del patronato se convierten en oenegés y viven del dinero público sin que absolutamente nadie las haya dicho nada“
Se va a cumplir otra de sus reivindicaciones y las del Patronato serán reconocidas como víctimas del franquismo en un acto público. Pero tampoco es suficiente para Consuelo García del Cid: "Yo digo: ¿Y qué pasa con las congregaciones? ¿Cuál va a ser su sanción? En 1985, cuando el Patronato desaparece definitivamente, todas estas congregaciones del Patronato se convierten en oenegés y viven del dinero público sin que absolutamente nadie las haya dicho nada. Y mientras tanto hemos tenido que aguantar cómo se da a las Adoratrices, el Premio a los Derechos Humanos Rey de España y a las Oblatas, el premio Menina a la Igualdad... Cuando ponían ortigas en la vulva a las niñas que se hacían pis en la cama, cuando hacían que niñas pequeñas hicieran hasta 150 cruces en el suelo con la lengua hasta que se quedaba negra y no se la dejaban lavar...".
Reconoce que no tienen nada en contra de las religiosas actuales, que no realizaron esas prácticas, pero: "las Superioras son responsables de la historia entera de la congregación. Entonces, lo sentimos mucho, pero se tienen que comer esto porque se hizo y porque fue una barbaridad. Tiene que exigirse una garantía de no repetición, que a día de hoy no tengo. Porque a mí me escriben muchas niñas tuteladas que están en centros de menores y en pisos de acogida de esas mismas congregaciones", afirma.
Objetivo Igualdad