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La fiesta nacional

  • Rafa Nadal consigue el tercer punto ante Andy Roddick en dos horas (6-4, 6-0 y 6-4)
  • El público, reconciliado con el americano, terminó ovacionando su nombre
  • España jugará por su tercera Copa Davis, tras las ensaladeras de 2000 y 2004

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Crónica del partido Nadal-Roddick

Fue, cómo no, Rafa Nadal, el mejor tenista sobre la tierra -con minúsculas- el que consiguió el tercer y definitivo punto de las semifinales de la Copa Davis frente a Andy Roddick, primero villano y luego amigo para los 21.000 aficionados que abarrotaron la plaza de Las Ventas y despidieron a España, que marcha con el billete para su tercera final del siglo XXI en el torneo masculino de selecciones, la sexta en sus 73 participaciones.

Cuatro años después del duelo del estadio de La Cartuja, la historia repitió su episodio en una Copa Davis con los mismos protagonistas. De un lado, el cañonero de Nebraska, el derrotado en cuatro sets en el segundo partido de la final de 2004 ante un imberbe mallorquín de 18 años. De otro, el muchacho madurado en el héroe de este deporte, con ocho títulos a la espalda en una temporada de ensueño y sólo dos derrotas en arcilla desde abril de 2005.

Después de que el partido se prolongara en el reloj dos horas más de lo necesario por el aplazamiento al que obligó la lluvia, quedaban dos dudas principales bajo el encapotado cielo de Madrid: la primera, cómo iba a rendir un Nadal cansado y motivado a partes iguales; la segunda, cómo terminaría la tormentosa relación entre el tenista de Nebraska y el público.

Roddick, irritable e irritado, escocido cuando al público se le escapan las celebraciones anticipadas de los puntos, recibió la tarde del sábado la irónica invitación de Sánchez Vicario a que jugara en Argentina y comparara lo que es un público que presiona sobre el juego. Quién le iba a decir que acabaría intercambiando gestos cómplices con el público y que tendría que detener su saque para recibir la ovación de Las Ventas.

A la primera duda, respondió el manacorí en apenas dos juegos. Cuando el americano puso los pies en el suelo, volvió la cabeza de la grada y se dio cuenta del Miura que tenía enfrente, ya iba perdiendo puntos. Nadal entró con la estrategia ganadora clara, buscando el revés al americano, empujándole al fondo de la pista y sobrepasando una y otra vez con machacona fiereza sus subidas a la red cada vez que descubría el pecho al manacorí a porta gayola.

Avisó en el quinto juego, y a la siguiente oportunidad en el servicio de Roddick, el número uno del mundo taladró con sus restos y sus tiros pasantes la retaguardia del americano. Eso bastó para llevarse el set

Pero Roddick no aprendía y, empecinado en subir a la red, se llevaba por todos los lados los pasantes de Nadal, tanto de derecha como de revés, que le pusieron una vez más con el marcador en contra nada más empezar el segundo set, con el sol asomando por los tendidos.

Sin necesidad de alcanzar las revoluciones de sus momentos álgidos del curso, pero sin que se notara que lleva 85 partidos a cuestas, el mallorquín sentó cátedra en el apartado técnico, con una auténtica lección de anatomía del tenis sobre tierra.

Golpes cruzados, paralelos, pulsando la línea, la clase magistral incluyó el tema especialidad de su contrincante, los puntos directos de saque, y por supuesto, los restos ganadores. Con una derecha 'pata negra' el matador español dejó in albis durante siete juegos a un Roddick, número ocho del mundo, que con el rosco que se llevó en el segundo set era el `sparring¿ de un partido homenaje al tenis español.

Las Ventas aplaude a Roddick

Hasta el público, que llenó Las Ventas hasta la bandera, dejó de cebarse con los fallos del estadounidense y se lo pasó en grande aplaudiendo los raquetazos del torero local, o los momentos de humor que brindaron el juez de pista cuando se le cayó el micrófono de lo alto de la silla y un Roddick deseoso de cariño que imitó la broma tirando su raqueta y se ganó el aplauso general.

La grada se reconcilió con el americano cuando, en el vigésimo segundo juego, Roddick se dio la vuelta hacia el público y, ante la superioridad de Nadal, se encogió de hombros, como diciendo: "¿Qué puedo hacer?".

Las 21.000 personas que llenaron la plaza, en plena fiesta, se lo agradeció aplaudiendo, coreando su nombre. Nadal respondió con otra rotura. McEnroe daba ya sólo instrucciones para confirmar el vuelo de vuelta y el público, en un último punto de sorna, cantaba "Adiós con el corazón".

Para no convertirse en el bombero torero y despedirse como merece un tenista de su talla, Roddick cerró su paso por la plaza con unos cuantos derechazos soberbios antes de que Nadal finiquitara el trámite del partido y la eliminatoria con un 6-4. Sus compañeros de la 'Armada¿ saltaron entonces a homenajear al matador, elevado en hombros y que se despidió, torero como no podía ser de otra manera, con la vuelta al ruedo.