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Numancia, el milagro de la humildad

  • Asciende a la máxima categoría tras empatar a cero con el Alavés en Los Pajaritos
  • La próxima será la cuarta temporada del equipo soriano en la máxima competición
  • Arconada lleva al triunfo al club con el tercer presupuesto más bajo de Segunda División

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Los jugadores del Numancia celebran el ascenso de su equipo, tras el empate sin goles ante el Deportivo Alavés.
Los jugadores del Numancia celebran el ascenso de su equipo, tras el empate sin goles ante el Deportivo Alavés.

A cuatro jornadas para el final de la liga en Segunda División, el Numancia ha logrado el ascenso en casa, en el entrañable Nuevo Estadio de Los Pajaritos, ante un graderío de 9.500 gargantas celebrando el ansiado retorno a la categoría máxima tras obtener el punto que le hacía falta ante el Club Deportivo Alavés, con el que ha empatado a cero.

Que el deseado ascenso lo haya brindado un rival vasco tiene algo de simbólico en un equipo con evidente influencia vasco-navarra, con una alta proporción de jugadores de esta procedencia en la plantilla, y dirigido en sus mejores años por técnicos como Miguel Ángel Lotina, Andoni Goicoetxea o su actual entrenador, Gonzalo Arconada, procedente del banquillo de la Real Sociedad, y hermano del mítico portero del club donostiarra y de la selección nacional, Luis María Arconada.

Debería parecer heroico que un equipo tan humilde de una ciudad pequeña en una provincia de tan reducidos recursos se haya clasificado con tanta autoridad como líder de Segunda División y que esté de vuelta en la liga de los galácticos y los fantásticos.

Y ciertamente lo es, tan heroico como milagroso, que el estadio del Numancia haya congregado cada domingo como media al 10% de la población de la ciudad (Soria tiene 40.000 habitantes) y que, a pesar de la despoblación y el envejecimiento de la provincia, de 80.000 almas, la ciudad deportiva tenga inscritos a 300 niños en categorías inferiores.

La próxima será la cuarta campaña del equipo soriano en Primera División en sus 63 años de historia, la cuarta también en nueve años, después de haber logrado su primer ascenso en 1999 y codearse con la elite de la entonces recién bautizada Liga de las Estrellas durante dos temporadas. El último ascenso lo lograron en 2004, pero sólo permanecieron un año a flote en la máxima categoría.

Contradiciendo la leyenda que se le presupone en el nombre, el equipo numantino ha jugado decididamente al ataque y ha sido mucho más sólido fuera de su plaza. Con sólo una derrota a domicilio en los 38 partidos jugados hasta el ascenso, es el mejor visitante del fútbol español en la presente temporada, mientras que el nuevo campo de Los Pajaritos, donde ha cosechado seis derrotas, ha sido la cruz del equipo.

El ascenso se ha basado en la solidez de un conjunto que se ha mantenido durante toda la liga en los primeros puestos sin agobios, sin nervios -a pesar de llegar a temer en la pretemporada por su suerte-, apuntalando el camino de Soria a Primera División con regularidad, hasta ser el segundo equipo más goleador (53 tantos) y el menos goleado (30).

Humildad, cohesión y gestión acertada, claves del éxito

Curiosamente, el club soriano tiene el tercer presupuesto más austero de Segunda División, después de Eibar y Racing de Ferrol: 4,4 millones de euros. Pero el racionamiento económico al que se ha visto obligada la entidad no ha impedido que se haya mantenido sólidamente en la cabeza de la tabla de clasificación a lo largo de la temporada.

Una de las claves del éxito de este Numancia ha sido la unión del vestuario, como destaca Mario Martínez, uno de los dos únicos sorianos de la plantilla, y cuyo gol de falta en Salamanca la pasada jornada puso a su equipo durante unos minutos de nuevo en Primera.

"Llevo bastantes años en el club y es el mejor grupo humano que ha habido con mucha diferencia. No ha habido ningún problema y todos hemos peleado por lo mismo. Sabemos que esto es el Numancia y nadie se ha descarrilado por un mal sitio", afirma el canterano.

Humildad, sensatez y algunos otros ingredientes que no suelen encontrarse al unísono en la mayoría de los equipos explican el éxito de este club, que al fin y al cabo sólo ha estado diez temporadas en Segunda y tres en Primera desde su fundación en 1945. Como por ejemplo, una directiva con las ideas claras y una gestión estable desde 1992, cuando el actual presidente, Francisco Rubio, salvó al club de la quiebra con la ayuda de otros 29 empresarios.

La necesidad ha obligado a confeccionar el equipo, como tantos otros de su categoría, con "una mezcla de jugadores de experiencia y oficio con otros jóvenes con hambre y ganas de crecer y hacerse un sitio en el fútbol profesional", en palabras de Arconada.

Así, jugadores otoñales como Nagore, Sietes, Guréndez o Bolo han compartido titularidad con futbolistas más jóvenes pero con kilómetros, como Boris, Jacobo o Gorka Brit (máximo goleador del equipo, con 8 tantos). Por experiencia no será. Hasta doce jugadores del Numancia ya habían vivido anteriormente un ascenso a Primera, e incluso uno de ellos, Nagore, lo ha conocido en tres equipos distintos (Atlético de Madrid, Celta y Levante).

Y esa será la base para el futuro, según el secretario técnico, José Rojo Pacheta, ex del Español y del Numancia: "Un equipo de Primera se hace con un equipo poderoso de Segunda. Doblar tu presupuesto no asegura la permanencia", asegura.

La vuelta del matagigantes copero del 96

Poco más que un grato recuerdo queda de aquel equipo de todos los españoles que surgió audaz y efímero en la Copa del Rey de 1996, la competición que cada cierto tiempo alumbra equipos matagigantes para la leyenda.

Ese año, el Numancia, un equipo recién ascendido a Segunda B, entrenado por un joven y desconocido técnico de Vizcaya llamado Miguel Ángel Lotina, plantó más que batalla -auténtica resistencia numantina revisitada dos milenios más tarde- al mismísimo F.C. Barcelona, tras haber eliminado a la Real Sociedad, al Racing de Santander y al Sporting de Gijón.

Aquel conjunto, liderado por un delantero correoso y pertinaz de nombre Jorge Barbarín, caricaturizó y tuvo asfixiado al Barça de Johan Cruyff. Consiguió empatar a dos en el partido de ida y llegaron a mandar con un bochornoso 0-1 en el Camp Nou que eliminaba al equipo azulgrana.

El sueño duró sólo unos minutos. Tres goles de Kodro, Óscar y Nadal terminaron con la gesta del modesto en los cuartos de final, pero ahí se forjó una leyenda que los más memoriosos del lugar se encargarán de recordar a su debido tiempo en el regreso del equipo castellano al olimpo futbolístico.