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Diez años no han conseguido apagar el dolor. Esta madrugada, a la misma hora del naufragio, han recordado a los 368 muertos. Algunos de estos son supervivientes eritreos que han regresado al lugar en el que vieron morir a los suyos, descargar uno tras otro los cadáveres y alinear los féretros en aquel pabellón de imborrable memoria.

La tragedia movilizó una operación de rescate que llamaron Mare Nostrum, de la que hoy no queda nada.

Las ONGs lamentan que no exista ninguna política gubernativa de búsqueda y rescate, y mucho menos de acogida e integración de inmigrantes.

FOTO: Zakaria ABDELKAFI / AFP

"Solo me viene la palabra vergüenza, es una vergüenza". El Papa Francisco reflejó con esas palabras la mezcla de rabia, indignación y dolor del mundo hace diez años tras el naufragio de Lampedusa, que dejó 368 personas muertas en una de las mayores tragedias que se recuerdan en el Mediterráneo.

Una década después, el fenómeno no solo no se ha detenido, sino que continúa entre políticas errantes y titubeos. Desde entonces, la isla ha quedado marcada por la palabra migración.

En los diez años que han pasado desde la primera gran tragedia que visibilizó las muertes en el Mediterráneo Central, cerca de 30.000 personas han perdido la vida en el mar intentando alcanzar Europa. Hablamos con Juan Matías Gil, coordinador de salvamento y rescate en el Mediterráneo Central de Médicos sin fronteras, que recuerda que los gobiernos y la UE siguen sin adoptar medidas efectivas, tanto para la búsqueda y rescate de personas en el mar como para la facilitación de vías seguras de entrada a Europa. "No ha habido ninguna misión con un claro mandato para salvar la vida en el mar. Y las políticas migratorias van en dirección contraria. Nosotros cubrimos un vacío que han dejado los estados responsables, que tienen la obligación de hacer este tipo de actividad por las convenciones marítimas internacionales que han ratificado", asegura. Y añade que, en lugar de recibir ayuda, al salvar vidas en el Mediterrénao "se nos ponen obstáculos y se nos criminaliza". "La migración es utilizada políticamente. Se puede gestionar y no se hace", afirma.

El trayecto más corto entre África y Europa por la ruta del Mediterráneo Central y, hasta ahora, el más seguro es el que sale desde Sfax, una pequeña ciudad costera en Túnez, a 200 kilómetros de la isla italiana de Lampedusa.

Calles y parques de Sfax están abarrotados de personas esperando subir a una patera. Prefieren las costas tunecinas antes que las libias, donde organizaciones criminales abusan y esclavizan a los subsaharianos.

Foto: MSF/STEFAN PEJOVIC

La inmigración sigue tensando las costuras de la Unión Europea. Alemania impondrá controles en las fronteras con Polonia y la República Checa, mientras pide explicaciones a Varsovia por el caso de venta masiva de visados a migrantes.

El primer ministro polaco Morawiecki, en plena campaña electoral, replica a Scholtz "que no se meta en asuntos polacos". Y anuncia que impondrá controles en la frontera con Eslovaquia para registrar vehículos y que nadie pueda acusarles de no combatir la inmigración irregular.

Al espacio Schengen, la mayor zona de libre circulación de mundo, que incluye a 23 de los 27 miembros de la Unión Europea más Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza, le crecen también otras barreras interiores.

Austria dice que vuelve a reforzar su frontera con Italia, algo que ya hacía Francia, y que había aumentado la tensión entre Macron y Meloni antes de su encuentro este martes en Roma, con la gestión migratoria en el centro de la conversación.

Bloqueos a Italia cuando se producen las cifras de llegadas de migrantes a sus costas más altas en 7 años. Si en 2022 los Balcanes Occidentales eran la principal puerta de entrada a Europa, según datos de Frontex, en los primeros ocho meses de 2023 el Mediterráneo central se ha convertido en la ruta principal: 114.000 personas lograron cruzar el mar con vida.

El clima de desconfianza entre socios comunitarios lo podría solucionar el pacto de inmigración y asilo. Los 27 han acordado la política para prevenir las llegadas. El problema en el que se ha enquistado la negociación durante meses es la gestión de crisis como la actual, la solidaridad obligatoria cuando los migrantes ya están en suelo europeo.

FOTO: Patrick Pleul/dpa vía AP

El papa ha pedido una "respuesta europea" y una acogida justa al fenómeno migratorio durante su viaje a Francia, en plena polémica por el rechazo del país galo a acoger a los inmigrantes que llegan a la isla italiana de Lampedusa. Con este mensaje, pontifice ha visitado Marsella, donde se ha reunido, además, con el presidente francés, Emmanuel Macron. Foto: Sebastien Nogier/Pool via REUTERS.

La mayoría de los migrantes que están llegando a Europa por el Mediterráneo central, salen de Túnez. Ese país va a recibir unos 100 millones de euros de la Unión Europea para que vigile sus fronteras. Europa les cierra las puertas, y ellos denuncian las vejaciones y abusos que sufren en el país del Magreb.

Foto: EFE/CIRO FUSCO

La Unión Europea acaba de firmar un acuerdo con Túnez para que este país controle la salida de migrantes desde sus costas. Los que llegan desde allí denuncian pésimas condiciones de vida en el país.

Foto: MSF/STEFAN PEJOVIC