La política francesa atraviesa una nueva sacudida tras la caída del primer ministro, que ha perdido este lunes la moción de confianza que él mismo impulsó para buscar una salida honrosa antes de ser censurado. Según Pablo del Amo, investigador para Política Exterior del Real Instituto Elcano, la dimisión era previsible tras presentar un presupuesto con duros recortes que le hizo perder el respaldo de la Asamblea Nacional y de la ciudadanía.
El problema de fondo, explica el analista, es un "Parlamento fragmentado en tres bloques —izquierda, centro y extrema derecha— que se bloquean mutuamente" en un sistema institucional que dificulta los consensos. Esto provoca la inestabilidad de los gobiernos, que duran apenas unos meses. Las opciones ahora están en manos del presidente Emmanuel Macron: nombrar a otro primer ministro de su propio bloque, abrir la puerta a un gobierno apoyado por los socialistas a cambio de concesiones que rechaza, o disolver la Asamblea y convocar elecciones, con el riesgo de que la extrema derecha se convierta en la primera fuerza.
Mientras tanto, el desgaste político se centra en la figura de Macron, responsable último de la situación por sus poderes constitucionales: "Toda la responsabilidad de la crisis recae en Macron". La sociedad francesa percibe que no se escuchan sus problemas y crece la desafección: una encuesta reciente señala que el 73% de los ciudadanos está muy descontento con la gestión política. Un escenario que, lejos de estabilizarse, amenaza con reforzar a la extrema derecha en Francia.