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'Francofonia': el nazi que salvó los tesoros del Louvre

  • Alexander Sokurov narra la historia del Louvre durante la ocupación nazi
  • El director del museo y el oficial nazi Wolff-Metternich colaboraron para salvar las obras
  • La película, que mezcla documental y ficción, se estrena este viernes

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Tráiler de 'Francofonia', de Alexander Sokurov

"¿Qué sería Francia sin el Louvre? ¿O Rusia sin el Hermitage? ¿Qué seríamos sin los museos?". Esta es la gran pregunta que se hace el cineasta ruso Alexander Sokurov (Fausto, 2011) en Francofonia, su nueva película, a caballo entre el documental y la ficción, y que cuenta la extraordinaria historia real de cómo el director del Louvre Jacques Jaudard y el oficial nazi conde Franz Wolff-Metternich consiguieron salvar los tesoros del museo durante la ocupación nazi de Francia.

El Museo del Louvre de París en 'Francofonia'.

Con la maestría de la que gozan solo unos pocos elegidos y su peculiar estilo narrativo, Sokurov cuenta la historia, no solo del Louvre, sino de Francia, de la maquinaria del nazismo y de la Europa de la Segunda Guerra Mundial, y analiza la relación del arte con el poder en una película que combina imágenes de archivo y escenas ficcionadas y rebosa sentido del humor satirizando desde a Hitler hasta Napoleón pasando por los maestros de la literatura rusa.

Francofonia, una coproducción de Francia, Alemania y Holanda, llega a las salas españolas este viernes 3 de junio tras estrenarse en la pasada Mostra de Venecia, donde compitió por el León de Oro y ganó el premio de la crítica al mejor film euro-mediterráneo y el premio Fondazione Mimmo Rotella.

De enemigos a colaboradores

El director ruso, que ya contó la historia del Museo del Hermitage en El arca rusa (2002), nos sitúa en el París de 1940, en el inicio de la ocupación nazi, y nos presenta a Jaudard (interpretado por Louis-Do de Lencquesaing), director entonces del Museo del Louvre y de los Museos Nacionales de Francia, y al conde Wolff-Metternich (Benjamin Utzerath), que fue nombrado responsable en Francia del Kunstschutz nazi -el denominado departamento para la "protección del arte", que en realidad se encargaría del saqueo de miles de obras de arte en toda Europa-.

Para cuando el oficial nazi llegó a París, Jaujard ya se había encargado de vaciar el Louvre de la inmensa mayoría de sus obras de arte, que habían sido embaladas y enviadas al Castillo de Chambord, en el Valle del Loira, y a otros castillos, una primera vez en septiembre de 1938 ante la amenaza de guerra tras la invasión alemana de los Sudetes, y una segunda vez, un año después, con el fin de protegerlas de posibles bombardeos. En el Louvre prácticamente solo quedaban esculturas y marcos sin cuadros.

Aunque en un principio para el director del Louvre el conde Wolff-Metternich era un enemigo, poco a poco se dio cuenta de que había hallado en él al mejor de los colaboradores para proteger los tesoros de la capital mundial del arte: a falta de reglamentos concretos, aparte de la Convención de la Haya y del pacto de armisticio franco-alemán, el oficial nazi trató de imponer una interpretación de las órdenes que cumplía con el derecho internacional y evitó la exportación de esas obras de arte a Alemania, y las mantuvo almacenadas en los castillos del Loira y alejadas de las codiciosas manos de los más altos dirigentes nazis, incluidos Hermann Göring, Joseph Goebbles y el propio Adolf Hitler, el artista frustrado. La actitud de Metternich provocó la hostilidad de los dirigentes nazis, que acabaron enviándolo de regreso a Alemania en 1942. Las obras del Louvre regresaron al mismo intactas al final de la Segunda Guerra Mundial.

Los personajes de Jacques Jaudard (Louis-Do de Lencquesaing) y el conde Wolff-Metternich (Benjamin Utzerath) en una escena.

"Es evidente que tenían que ser enemigos, pero poco a poco comprendemos que no son enemigos y que tienen mucho en común. El periodo de su encuentro, su confrontación, y su colaboración durante la Segunda Guerra Mundial es el tema principal de Francofonia. La vocación de estas dos extraordinarias figuras, que tenían una edad muy parecida, era proteger y conservar obras de arte. (...) ¿Es posible, en el fragor de una guerra despiadada, defender los valores de la humanidad? Incluso en los momentos más difíciles de aquella guerra, estos dos hombres no muy influyentes, lograron detener la agresión y preservar la gran colección de arte del Louvre. Cuánto lamentamos hoy que nada de esto ocurriera en la Unión Soviética, Polonia, o en el resto de Europa del Este", explica sobre la relación de estas dos figuras Sokurov, que en su película aprovecha para denunciar ese saqueo del arte sufrido en otras partes de Europa.

"Francia, qué suerte que tu hermana Alemania te dejara existir", dice en la película el director ruso, también narrador de la misma, que critica con más o menos sutileza la condescendencia francesa respecto a los ocupantes nazis.

Napoleón y el Louvre a través de sus cuadros

El cineasta ruso dice que Francofonia es "más un proyecto artístico que un documental" y es que, además, todo lo relativo al París de la época de la ocupación es "una representación ficticia al cien por cien", a la vez que defiende que no quería darle un "enfoque científico".

Napoleón Bonaparte (Vincent Nemeth) en una escena de 'Francofonia'.

Sokurov juega también con otras épocas y otros personajes e introduce al mismísimo Napoleón Bonaparte (Vincent Nemeth) y a Marianne (Johanna Korthals Altes), la figura alegórica que encarna a la República Francesa y sus valores; y los hace deambular (o a sus fantasmas) por los pasillos del Louvre, el primero, proclamando que hizo sus guerras con el único fin de llenar de tesoros el Louvre, y la segunda, pregonando incansable el lema de 'libertad, igualdad, fraternidad'.

Gracias a que la cinta está también producida por el propio Louvre, cuya historia Sokurov nos cuenta de manera fascinante en otra secuencia a través de sus cuadros, el cineasta ruso gozó del privilegio de rodar a sus anchas en el museo: "Lo vi como la materialización de mi sueño de realizar un ciclo de películas sobre arte en el Hermitage, el Louvre, el Prado y el Museo Británico", dice el director ruso, que le quedan estos dos últimos para completar su serie y seguir respondiendo a la gran pregunta.

"¿Qué seríamos sin museos? Los museos nos muestran que en el pasado existió una cultura grandiosa y magnífica, mucho más grandiosa e inteligente que la que podamos crear en la actualidad. Siempre me ha parecido que los niveles del Louvre, el Hermitage, el Prado, el Museo Británico, son absolutamente inalcanzables", afirma un Sukurov que logra acercarlos a todo el mundo.