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Svetlana Alexiévich, Nobel de Literatura: "Rusia ha soportado mejor el Gulag que la prueba del dólar"

  • La escritora y periodista bielorrusa visita estos días España
  • Es muy crítica con el régimen de Putin que califica de "histeria militarista"
  • Alexiévich ha glosado en sus obras de voces la caída del comunismo

Por
SVETLANA ALEXIÿVICH: "LA IDEA COMUNISTA VOLVERÿ A NUESTRAS VIDAS"
La escritora bielorrusa Svetlana Alexiévich, Premio Nobel de Literatura 2015.

“Todo el mundo grita su verdad”. Con esta cita de Dostoievski, uno de sus maestros, la reportera y escritora bielorrusa Svetlana Alexiévich resume una de las reglas inquebrantables de su trabajo: incorporar una polifonía de voces en forma de testimonio, muchos de ellos en profunda oposición a las convicciones de la autora, que componen un calidoscopio humano que aspira a retratar la verdad.

Este estilo único, que ella denomina “novela de voces”, y que viaja a caballo entre el periodismo y la literatura, le ha reportado a Alexiévich el último Nobel de Literatura.

Con el galardón, la Academia sueca premió por primera vez el género del reportaje, y destaca a Alexiévich como cronista esencial de la caída del régimen soviético con obras riquísimas en matices como El fin del homo sovieticus, La guerra no tiene rostro de mujer o la imprescindible Voces de Chernóbil.

La autora, de 67 años, lleva unos días de gira por España participando en conferencias, en las que no oculta su desolación por la situación política en sus “dos patrias”, Bielorrusia y Rusia, en lo que califica de “movimientos tectónicos” previos al desastre.

Ves en cada persona que le apoya un Putin colectivo

La escritora, que se enfrenta a la censura y el rechazo a sus obras en ambos países, es muy crítica con el régimen de “histeria militarista” que ha instaurado el presidente ruso Vladimir Putin, según señala en el coloquio organizado este martes en Madrid por Aspen Institute España.

“La gente se siente humillada, tiene miedo, y en eso se basa Putin. Se les alimenta con la idea del salvador de la gran Rusia. Putin ha orientado el descontento hacia fuera otra vez; de nuevo, tenemos enemigos en todas partes, y se detiene a espías (…) Hace poco visité Siberia y temí por mi estabilidad mental. Entrevisté a personas que decían que debían salvar a Europa de los homosexuales”, describe la escritora con desconcierto, y añade: “Ves a Putin en cada persona que le apoya es como una especie de Putin colectivo”.

“En mis obras quiero descubrir lo sentimientos humanos”

Alexiévich, una mujer menuda, de maneras pausadas, que atesora una tenacidad sin fin, se cuestiona constantemente las causas de esta “metamorfosis” que ha consolidado el prejuicio en el “alma rusa”.

“Somos las mismas personas que salimos a la calle con la Perestroika para luchar por la libertad hace 20 años, pero ahora la gente es distinta ¿Cómo ha podido producirse esta transformación?”, se lamenta.

La Premio Nobel explica como la caída del socialismo ha dado paso a un fallido “capitalismo de oligarquía”, en el que aparece “la imperfección de la naturaleza humana”, y en el que la obsesión por lo material emerge como nuevo elemento de presión sobre la población, y ha desplazado a la lucha por la libertad y la democracia.

El mal ha cambiado de forma, está más disperso en la sociedad

“La gente tiene miedo de que le puedan perjudicar quitándole un negocio o una forma de vida. Toda la élite cultural se ha alineado con Putin por esta razón. Está claro que Rusia ha soportado mejor el Gulag que la prueba del dólar. Antes no tenían nada que perder, ahora sí”, razona la bielorrusa, que denuncia nuevas formas de propaganda en televisión en las que “se mezcla el bien y el mal”.

“El mal ha cambiado de forma, está más disperso en la sociedad y es menos transparente”, asevera la autora de El fin del homo sovieticus, que se congratula de expresarse ante un auditorio dispuesto a “procesar la información”, y no solo orientado a su consumo “cómo ocurre en Rusia, que es un espacio cerrado”, afirma.

La narradora prosigue la master class de su apretadísima agenda española sin atisbo aparente de cansancio. Quizás porque está acostumbrada a enfrentarse a un trabajo de campo que suele incluir entre 500 y 600 entrevistas personales y miles de monólogos, que ella llama “plegarias”, que van un paso más allá del “inmovilismo” de la literatura, y lo mixturan con la aceleración de la propia vida.

Con este sistema de microhistorias, con el que ha dado luz a cinco libros, no pretende descubrir los acontecimientos históricos sino los sentimientos humanos que refleja la Historia, en palabras de la escritora. “Reflejo lo que permite seguir siendo humanos a los hombres a pesar del infierno”.

“No se ha sacado ninguna lección de lo que pasó en Chernóbil”

Para el lector hispano, la obra de Alexiévich está por descubrir. Solo Voces de Chernóbil (Editorial Siglo XXI) y La guerra no tiene rostro de mujer (Editorial Debate), con testimonios de mujeres en la II G.M., están publicadas en España.

Un claro exponente del “método Alexiévich” es precisamente su obra más aclamada Voces de Chernóbil, donde bucea en la tragedia de la explosión nuclear recabando testimonios de primera mano, se recorrió sin descanso la zona asolada, que reflejan un impacto tan hondo que sobrecoge y del que es imposible salir indemne.

Vivimos en un mundo distinto pero no lo comprendemos

“No se ha sacado ninguna lección de Chernóbil. No hay interpretación filosófica sino solo acumulación de recuerdos, algo muy humano”, analiza, y denuncia la incapacidad de la gente para enfrentarse a esta nueva forma de muerte que no se puede ver ni tocar ni oler, y en la que la radiación tarda miles de años en desaparecer.

“Vivimos en un mundo distinto pero no lo comprendemos”-añade- y explica que ni tan siquiera después de la tragedia nuclear de Fukushima, en Japón, se ha aprendido algo.

El discurso de la escritora agita conciencias e incita a pensar. Sus críticas demoledoras le han valido el ostracismo en Bielorrusia, su patria natal, donde sus libros se han retirado de las escuelas, y en Rusia, donde su logro del Nobel ha sido recibido con frialdad. “Me acusan de haber ganado un premio por haber calumniado al pueblo ruso”, expresa sin aparente amargura.

A pesar de todo, la voluntad de hierro de la reportera vuelve a emerger sin fisuras. Ya trabaja en su siguiente obra que versará sobre el amor. Horror y belleza, humanidad y crudeza, seguirán caminando juntas en el alma de nuevas voces que cobran vida en las letras de la Premio Nobel bielorrusa.