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Guerra en Siria

Siwar Ala: "¿A qué espera la comunidad internacional para intervenir en Siria?"

  • Este refugiado kurdo llegó a España hace cinco años huyendo de Al Asad
  • Ahora la guerra siria le impide volver a su país, donde está toda su familia
  • "Los kurdos están atrapados en una guerra en la que no tienen amigos"

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Siwar Ala sufre desde España cómo la guerra siria atrapa también al pueblo kurdo.
Siwar Ala sufre desde España cómo la guerra siria atrapa también al pueblo kurdo.

Siwar Ala no entiende de qué nos quejamos los españoles. “La crisis no es no poder trabajar. Es no poder comer, no tener luz ni agua, y estar bajo los bombardeos. Es temer perder la vida,  que es lo más valioso que uno tiene”, asegura a RTVE.es.

Lo dice alguien que se acuesta cada día con el miedo de no saber si su familia estará viva el día siguiente. Alguien que cuando pregunta qué tal, al otro lado del teléfono no le responden con un "bien", sino con un "seguimos vivos". Kurdo y de nacionalidad siria, Siwar, a sus 26 años, sufre desde la distancia el horror de una guerra que se ha cobrado en los últimos dos años 90.000 vidas, según la ONU, y que en las últimas semanas tiene al pueblo kurdo, otra vez, en el punto de mira.

Los enfrentamientos entre kurdos y rebeldes en el norte del país han  disparado la huida de más de 30.000 refugiados en los últimos cinco días hacia el Kurdistán iraquí. El mayor éxodo desde que comenzó el conflicto armado hace 28 meses.

El Gobierno regional del Kurdistán ha establecido una cuota diaria de refugiados a los que se permitirá la entrada, unos 3.000 al día. Esta súbita huida plantea la posiblidad de que Irak se vea arrastrado más profundamente a la guerra vecina. El líder del Kurdistán iraquí, que cuenta de miles de soldados armados, se ha comprometido a proteger a sus compatriotas sirios de los grupos suníes que tratan que hacerse con el control de las zonas kurdas.

La causa kurda

El Observatorio Sirio de Derechos Humanos ha denunciado recientemente la muerte de decenas de kurdos a manos de grupos radicales vinculados a Al Qaeda. A Siwar le han llegado testimonios de auténticas matanzas. “Mis amigos allí me dicen que entran en los pueblos, cortan las cabezas y matan a inocentes. ¿Esta es la revolución que iba a traer la libertad a Siria?”, se pregunta.

Muchas de las víctimas no pueden ni siquiera ser enterradas porque sus familiares no reclaman sus cuerpos por temor a represalias. Se desconoce, además, cuántas personas han sido secuestradas. Según el OSDH, el pasado 31 de julio, el Frente al Nusra capturó a más de 200 en Tel Haran y Tel Hasel, dos aldeas de Alepo. Pero desde entonces los raptos no se han detenido. También por parte del grupo radical Estado Islámico de Irak y el Levante.

La familia de Siwar se ha refugiado en su residencia de Mobato, un pueblo del área kurda de Efrin, al norte de Siria, donde todavía no han logrado entrar ni los rebeldes ni el régimen. “Hay muchos guerrilleros, algunos adiestrados por el PKK turco, que ofrecen resistencia y tienen bien asegurada la zona”, afirma a RTVE.es. Pero la zona lleva ya cuatro meses bajo el embargo del Ejército Libre Sirio y faltan medicamentos y productos básicos.

El kurdo es el mayor pueblo del mundo sin Estado propio.  Más de 40 millones de personas que comparten una lengua y una cultura,  pero que viven en un territorio de 500.000 cuadrados repartido entre  Turquía, Irán, Irak y Siria. Su subsuelo tiene una de las mayores  reservas acuíferas y petrolíferas de Medio Oriente.

Los únicos amigos de los kurdos son las montañas

Los kurdos constituyen la minoría más numerosa en Siria (dos  millones, el 10% de la población) y hasta ahora habían tratado de  mantenerse neutrales, aunque desde noviembre hay milicias que se enfrentan al Ejército Libre Sirio. Y los combates son cada vez más frecuentes, lo que amenaza con abrir un nuevo y complicado frente en la guerra civil.

"La revolución en Siria hace tiempo que acabó"

Siwar está agotado. Todos sus intentos por traer a su familia a España han fracasado. Cuando hablo con él le acaban de dar la noticia de que a su hermano, que se encuentra en Turquía, le acaban de denegar el visado. Y no puede disimular la decepción.

Cinco años de infatigable activismo comienzan a pesar en el ánimo. Llegó a España en 2008 huyendo de un régimen que le perseguía por enseñar lengua kurda. La revuelta que empezó en 2011 le despertó la esperanza de poder regresar a su tierra. Pero pronto se despertó del sueño.

La primera vez que me encontré con él fue en diciembre de 2012. Advertía a quién quisiera escucharle que el conflicto sirio se precipitaba hacia una guerra sectaria y que a los rebeldes se les estaba yendo la revolución de las manos. Algunos le acusaron entonces de ser un siervo de Bachar al Asad.

Esto no es una revolución, es una guerra civil sectaria

“El tiempo me ha dado la razón. Antes era un enfrentamiento entre el pueblo y un régimen opresor. Hoy es una guerra abierta entre suníes y chiíes. Ningún bando respeta nada. Y los kurdos estamos en medio, amenazados por todos”, lamenta.

“Se dice que los kurdos no tienen amigos, que sus únicos amigos son las montañas”, repite varias veces Siwar, que  ha mamado la causa kurda desde la cuna. Su abuelo dio refugio a combatientes del PKK durante los años 90, cuando comenzaron la lucha armada por la independencia del Kurdistán. Vio a guerrilleros mutilados y escuchó historias de libertad y heroísmo. "No defendemos la tierra. No solo. Defendemos que nos dejen expresarnos en nuestro idioma y vivir en libertad", recalca a RTVE.es.

Siwar se pregunta hasta cuándo va a esperar la comunidad internacional para intervenir. Cree que quizás la extensión regional del conflicto pueda forzar a EE.UU. a detener el contagio de una guerra entre suníes y chiíes en el corazón Oriente Medio. En Irak y Líbano ya hay brotes significativos.

Ha escrito un llamamiento pidiendo ayuda. Hasta en cinco idiomas. "Desde pequeño estuve obsesionado por estudiar lenguas para que el drama de mi pueblo llegara al mayor número posible de gente", dice.

Volver a ser hijo y aprender a ser padre

Hace cinco años que no abraza a su padre. A su madre la vio por última vez en enero de 2012, "el mejor mes de toda mi vida". Se encontraron en el aeropuerto de Barajas tras tres años y medio separados. "No supe cómo reaccionar. Necesitamos un par de días para adaptarnos. Tuvimos que aprender a ser madre e hijo de nuevo", recuerda. "Le dije que se quedara aquí pero me respondió que la gente que está muriendo allí no es mejor que ella". Termina de decirlo y la tristeza se mezcla con la rabia.

Tuvimos que aprender a ser madre e hijo de nuevo

En esos momentos de dolor se aferra a su inseparable guitarra. Siwar encuentra la paz en la música, "desde Beethoven hasta Black Metal", el deporte y los amigos. Dice que aquí está bien. Espera continuar sus estudios de Biotecnología. Hace un par de meses le concedieron el asilo político y en septiembre será padre de Darío Siwar, "el caballero que hace el bien". Aunque reconoce, sintiéndose un poco culpable, que su mente está en Efrin. Allí viaja que cada vez que coge el AVE desde Madrid a Ciudad Real, donde ahora reside.

"El paisaje es muy parecido y cada vez que veo un olivar, un viñedo o un cerezo me emociono. Por unos instantes me traslado al campo que mi abuelo  tenía en Mobato”, a donde sueña con volver algún día.

Durante esos viajes evocadores en tren toma notas para retomar la novela autobiografía que el dolor no le deja terminar de escribir. La tensión le sobrepasa y no se puede concentrar. Mientras la guerra le obligue a seguir luchando el libro tendrá que esperar. “Se llamará Life is going on, porque la vida sigue pese a todo”, dice.