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Sara Montiel, diva y mito irrepetible de la cultura española

  • Saritísima fue "una estrella auténtica, de las de antes"
  • Tras su éxito en México se le abrieron las puertas de Hollywood
  • Llegó a renunciar a un contrato en exclusiva con Columbia
  • Ya en España se convirtió en una de las actrices mejor pagadas del mundo

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LA ACTRIZ Y CANTANTE SARA MONTIEL FALLECE EN SU DOMICILIO MADRILEÑO
Fotografía de archivo (21/12/1964, en Madrid) de la actriz y cantante Sara Montiel.

Vaya semana llevamos en Días de Cine. Jesús Franco primero, Bigas Luna el sábado, y ahora, Sara Montiel. Hace apenas dos meses pude ver el programa que "Crónicas" dedicó a esta mujer, un icono y un mito irrepetible no solo del cine, sino de la cultura o la sociedad española.

Más allá de los habituales datos biográficos sacados para estas ocasiones, prefiero centrarme en las sensaciones, eso que percibimos los espectadores y los amantes del cine, y que es precisamente lo que, más allá de razones objetivas, hacen que amemos o detestemos una actriz, un actor, una película o un director.

Sara Montiel nació humilde de origen, pero a fuerza de trabajo, tesón, voluntad, y esa dosis justa de suerte que tienen aquellos que la buscan con perseverancia, llegó a lo más alto.

Empezó cantando, porque, como ella recordaba, en el colegio las monjas la pusieron a cantar, y no lo hacía nada mal. Luego llegó el cine, y en una España con todas las deficiencias imaginables, su belleza y desparpajo deslumbraron como pocas veces había ocurrido antes, y muy pocas sucedería después.

Es cierto que el mundo ha cambiado mucho desde que hizo su primera aparición en la pantalla, en Te quiero para mí, aún con su nombre verdadero, María Antonia Abad. También es cierto que que hoy día es difícilmente explicable para las nuevas generaciones, el poder casi mágico que el cine tuvo en sus años de máximo esplendor, cuando era "el arte del siglo XX", y de la pantalla surgían mitos que llegaban a todos los rincones del mundo.

Icono del 'star system'

Lo que estaba claro es que aquella mujer, ya Sara Montiel desde Empezó en bodadesbordaba la pantalla con sus ojos y su belleza, pero sobre todo, ese algo que es inexplicable y que es el origen de lo que conocimos como star system. Una serie de películas cada vez más importantes (Locura de amorPequeñeces, La mies es mucha) la van situando en primera línea de la raquítica y voluntariosa industria del cine español de aquellos años, que ya era evidente, se le quedaba pequeña.

Es de ese éxito de donde surge la idea de ir a México, donde triunfó rápidamente y se unió a otras divas del cine mexicano, como Dolores del Río y María Félix, contribuyendo a forjar la edad de oro de aquella cinematografía, con películas como Cárcel de mujeres o Piel Canela y sobre todo a abrirle las puertas de Hollywood.

Pocas actrices pueden presumir de haber compartido pantalla con dos monstruos como Gary Cooper y Burt Lancaster, pero ella lo hizo en su primera aparición en una película estadounidense, sin hablar una palabra de inglés, Veracruz, firmada por un grande como Robert Aldrich.

Luego vendrían Run of the arrow, conocida entre nosotros como Yuma, a las órdenes de otro cineasta de carácter, Samuel Fuller, que era una especie de Bailando con lobos 40 años antes.

Sara Montiel tuvo la osadía de renunciar a un contrato en exclusiva con la Columbia por siete años que le ofrecía Harry Cohn, por miedo a encasillarse en previsibles y repetidos papeles de hispana.

Convertida en actriz freelance, otra cosa en la que fue pionera, rodaría Serenade,  compartiendo pantalla con Joan Fontainey, Mario Lanza, y a las órdenes de quien se convertiría en su marido, el realizador Anthony Mann, director de westerns clásicos como Winchester 73, El hombre de Laramie o "El hombre del oeste", o posteriormente, ya en España, con aquel otro loco soñador que fue Samuel Bronston, El Cid.

Regreso a España pese a su éxito en Hollywood

Todo parecía ir bien en Hollywood, donde conoció a mucha gente. Dicen que la última foto antes de morir de James Dean era con ella, pero Sara decidió volver a España, donde, ya convertida en una estrella haría dos películas míticas del cine español, El último cuplé y La violetera, convirtiéndose en una de las actrices mejroes pagadas del mundo.

Lo cierto es que en los 60 y los 70 su carrera cinematográfica, que no su popularidad, fue decreciendo, aunque aún trabajaría con Juan Antonio Bardem en Varietés,  a la vez que cada vez hacía más apariciones en televisión y como cantante.

El "destape" la alejó definitivamente de las pantallas. Siempre pensó, con buen criterio, que el cine era un arte donde importaba más lo que se sugería que lo que se mostraba. Y ella estaba dispuesta a sugerirlo todo con la mayor picardía, pero enseñarlo era demasiado fácil, y zafio. Y ella siempre lo tuvo claro: Ella era Sara Montiel, Sarita, Saritísima, y era una estrella.

La primera en muchas cosas

Fue la primera en muchas cosas. Mucho antes que Penélope Cruz desembarcó en Hollywood y pudo haber triunfado rotundamente allí de haber querido.

Tuvo el mundo a sus pies, conoció y fue amiga de toda la gente importante que quiso y le mereció la pena conocer.

Nunca olvidó su origen humilde. Nunca, en sus momentos de gloria dejó de saber de donde venía y cuan duro había tenido que trabajar para llegar a lo más alto.

Fue una estrella auténtica, de las de antes, como lo fueron en diferentes lugares y momentos Greta Garbo, Sofía Loren o Jean Moreau.

Y brilló con la intensidad de las estrellas, y como ellas, su fulgor seguirá percibiéndose mucho tiempo después que se hayan apagado.