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Jacques Cousteau, el hombre que nos descubrió los océanos

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Informe semanal - Jacques Cousteau

El regreso del Calypso

El mítico barco Calypso fue construido en EE.UU a finales de la Segunda Guerra Mundial y sirvió como dragaminas hasta que en 1950 el millonario irlandés Thomas Loel Guiness lo compró. Poco después, el filántropo alquiló el barco a Cousteau por la simbólica cantidad de un franco al año. El francés dedicó un año a convertirlo en un buque oceanográfico. Con él recorrió todos los océanos durante 40 años. Tras su muerte a los 87 años, un barco embistió al Calypso accidentalmente en Singapur. Desde entonces el barco está parado. Hoy se encuentra en pleno proceso de restauración en Francia. En 2011, el nuevo Calypso surcará los mares y resucitará el espíritu de Cousteau.

Con su inseparable gorro rojo, delgado y con la piel ajada por el viento y la sal, y una sonrisa franca acompañando su mirada exigente, Jacques Yves Cousteau fue el inolvidable capitán del barco Calypso, con el que exploró los océanos para descubrirnos que bajo su vasta superficie había un mundo fascinante rebosante de vida. Y nos lo enseñó como nunca nadie lo había hecho.

"Su gran mérito es haber hecho llegar a tanta gente de todo el globo el universo submarino. Enseñó al gran público un mundo atractivo e interesante y que había que conservarlo", destaca a RTVE.es el microbiólogo marino Carles Pedrós, del Instituto de Ciencias del Mar del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Cousteau nació el 11 de junio hace exactamente 100 años. Ingresó en la Academia Naval Francesa en 1930 y se convirtió en oficial de artillería. Pronto empezó a entrenarse como piloto, hasta que un grave accidente de coche trunco su carrera militar. Pero no su pasión por el mar, que permaneció indeleble.

El hecho definitivo que le hizo embarcarse en la exploración de los océanos sucedió en 1936 mientras buceaba con gafas y a pulmón en la costa mediterránea de Toulon.

El joven francés lo vio claro: quería bucear con la libertad de un pez a profundidades mucho mayores. Y lo consiguió, gracias a un invento revolucionario, que desarrolló en 1943 junto al ingeniero francés Emilie Gagnan,  la escafandra autónoma. Hasta su invención, los submarinistas tenían una movilidad muy reducida. Llevaban pesados trajes de metal rellenos con plomo.

Un gran legado

Con la libertad para bucear que le confirió este invento recorrió los mares y océanos durante cuatro décadas a bordo del barco Calypso que alquiló en 1950. Durante ese tiempo Cousteau fue explorador, inventor, realizador de documentales y activista.

Ha dejado a la sociedad un legado de 120 documentales y 50 libros que han inculcado a millones de personas amor y fascinación por los ecosistemas marinos.

"El Mundo en Silencio" fue el primer documental de Cousteau y su equipo. Se estrenó en 1954 y dejó boquiabierto a medio mundo.

Recoge las filmaciones realizadas durante sus expediciones al Mar Mediterráneo, el Mar Rojo y el Océano Índico. Ganó la Palma de Oro en Cannes y un Oscar. Fue la primera película de larga duración y a color del mundo submarino. "Era la primera vez que veíamos imágenes de la vida bajo la superficie marina de esa manera", comenta Carles mientras recuerda que vio la película cuando tan solo era un adolescente y se quedó fascinado.

En su siguiente película documental, el "El Mundo sin sol" (1964) volvió a superarse y consiguió mostrarnos lugares más profundos aún. Lo hizo gracias a otro invento, realizado en colaboración con el ingeniero Jean Mollard, un sumergible con forma de platillo volante que alcanzaba los 350 metros de profundidad.

Relataba sus exploraciones como auténticas aventuras

Pero el carisma del también conocido como Capitán Planeta iba más allá de los avances tecnológicos. "Su forma de divulgar era diferente a la que predominaba en su época. Relataba sus exploraciones como auténticas aventuras", señala a RTVE.es Xavier Pastor,  presidente en España de la organización internacional conservacionista Oceana.

Las filmaciones de Cousteau y su presentación tienen un sello inconfundible. "Fue un adelantado a su tiempo.  Le rodeaba una parafernalia propia de un visionario del marketing: el barco pintado, los buceadores vestidos de la misma forma, el gorro rojo...", señala Pastor.

Y explica cómo con años de adelanto al nacimiento del movimiento ecologista, Cousteau ya clamaba contra las agresiones que sufrían nuestros océanos: "Hacía denuncia con sus imágenes y palabras".

Cousteau ha dejado huella en este biólogo mallorquín: "En Oceana queremos que el modelo de funcionamiento sea parecido. Organizar las exploraciones marinas con detalle, ir a los lugares donde están sucediendo las cosas para filmarlo y documentarlo poner el problema sobre la mesa a través de los medios, como hacía el capitán, pero daríamos un paso más, hacer campañas".

Cousteau utilizó su prestigio a favor de la conservación

"Cousteau utilizó su prestigio a favor de la conservación", apunta Pedrós. "Algo digno de admirar". Antes de morir, en 1996, Cousteau dejó dicho que "mi familia es el planeta y las personas que viven en él". Por eso donó toda su obra a la Cousteau Society, la organización sin ánimo de lucro que fundó en 1974 para la protección del planeta.

Hoy su familia está inmersa en disputas legales por el uso indebido del apellido Cousteau. A pesar de ello, el capitán del gorro rojo sigue siendo recordado como un fabuloso divulgador y defensor del medio marino.