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Delibes, portavoz de las quejas de la naturaleza

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Los naturalistas españoles tenemos en Miguel Delibes mucho más que al padre biológico de algunos de los mejores  divulgadores e investigadores de nuestro país...

Tenemos a un lúcido y reconocido portavoz de las quejas de nuestra naturaleza agredida. El camino de Delibes hacia un compromiso hoy popular y extendido comienza precisamente con 'El Camino' (1950), cuando prácticamente nadie en nuestra sociedad del momento volvía su mirada hacia la cultura rural, los paisajes, los animales y su hogar. Pero ya en esa novela el ambiente natural se yergue en personaje, o incluso en el personaje de los personajes.

La relación hombre-naturaleza va a presidir muchos más de cuarenta libros que ya le han publicado a -para nosotros- Delibes padre. Doble espejo, porque de la misma manera que los protagonistas de Delibes se miran en los campos, los campos se miran en sus argumentos. Y lo que sucede a unos y a otros abruma, desazona  Y lo que sucede a unos y a otros abruma, desazona,  dramatiza, pero también embellece y sosiega la creación del escritor.

Todos somos también naturaleza, pero no tan pura esencia de la misma como leemos en los Azarías, Daniel 'El Mochuelo', la propia partida de caza, El Eloy, Juan Gualberto 'El Barbas', Nini y tantos otros. Y todos nos hicieron vibrar.

Delibes hizo una creativa denuncia de las facturas del progreso

Delibes realiza una creativa denuncia de las facturas que el progreso exclusivamente material o económico pasa a la cultura  a los paisajes. Y nos permite estar de acuerdo con la observación de que estamos ante uno de los primeros ecologistas españoles. Incluso su honda afición a la caza no le desvirtúa ante los amantes de los animales, porque es mucho más lo que ha dado que lo que ha quitado.

Y esto último siempre lo ha hecho con esa admiración casi reverencial del cazador primigenio. Incluso uno de sus últimos libros, El último coto, más me parece un tratado de ecología práctica, excelentemente escrito, que un diario de cazador. El acabamiento de la perdiz roja, el desconsuelo de nuestros campos cada día más solos, la decepción ante la vida menguante, son la parábola fáctica del daño creciente a casi todo lo demás que compromete a Delibes. Y sin metáfora, es decir, con identificación del primer responsable: el progreso deshumanizado al que servimos en lugar de servirnos él a nosotros.