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Michelle Obama y el futuro de la censura en Internet

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¿Quién es responsable del mal, sólo quien lo  comete, o también quien te ayuda a llegar hasta allí? Cuando te adentras en  territorio ilegal,  ¿es cómplice el fabricante de los mapas? Si el bibliotecario  no impide el acceso a los libros prohibidos, ¿es moralmente responsable de sus  efectos?

Pueden parecer preguntas capciosas, moralmente ambiguas o casi  jesuíticas, de las que es imposible responder sin cometer pecado al menos  venial. Pero son las preguntas que se debe estar haciendo la  cúpula de Google por culpa de una  imagen racista de Michelle Obama. Y de su permanencia en los resultados del  buscador.

La imagen en sí misma no es gran cosa; una tosca y  burda manipulación en Photoshop tan mala que ni siquiera alcanza para Photoshop Disasters. Sobre el  rostro de la esposa de Barack Obama alguien con mala idea y nulo talento  manipulador ha superpuesto los rasgos de un chimpancé, creando el arquetipo de  la imagen racista.

Nada demasiado novedoso: abundan las caricaturas en las que  al Presidente de los Estados Unidos se le  añade un cuerpo de simio o se insulta  a su esposa.

El problema es que más de un puñado de blogs y páginas web  diversas deben haber enlazado este montaje en particular, porque cuando se hacía una búsqueda de 'Michelle Obama' en Google aparece en la primera página de  resultados. 

El montaje se queda

La semana pasada el buscador eliminó la imagen, basándose en su  política contra el 'malware' y en las  quejas de un sector del público. Pero esta semana ha reaparecido, y Google  ha cambiado su respuesta.

Esta vez, el montaje se queda. Primero Google se limitó a asociar con la perversa  imagen un anuncio en el que explica por qué sigue apareciendo.  Pero se negó a retirar la ofensiva imagen. Lo cual provocó la previsible tormenta de  opiniones encontradas.

Ahora, si buscas Michelle Obama en Google Images el buscador no sólo te anuncia su explicación, si no que ha borrado de primer resultado el fotomontaje y pone un atajo a los navegantes para dar con él: "Busquedas relacionadas Michell Obama simio", donde ahí sí que la primera que aparece es la imagen de la polémica.

¿Debe Google ayudar a sus usuarios a encontrar contenidos  rechazables como éstos? ¿Es responsabilidad del buscador filtrar lo odioso? Y,  de ser así, ¿con qué criterio y con qué autoridad?

Si Google decide excluir ciertos contenidos no dejan de existir, pero en la práctica es como si no estuvieran

El problema está en que el buscador se convierte  en una pieza fundamental del control de los contenidos merced a su posición. Si  Google decide excluir ciertos contenidos de sus resultados éstos desaparecen de  la vista; no dejan de existir, pero en la práctica es como si no estuvieran.

Nadie puede obligar a Google a borrar contenidos

La  herramienta, el buscador en este caso, tiene el poder de eliminar de la  conciencia pública determinados contenidos si así lo desea. Pero fuera de  algunos casos límite, como los contenidos de tipo pedófilo o relacionados con  violaciones de derechos de autor, las leyes no prevén este tipo de  apartamiento de contenidos.

Google puede, si quiere, hacer invisibles  determinadas cosas, pero nadie le puede obligar a ello o regular el modo en que  lo hace.

La ley en este caso no habla, sino que el código es ley, según la definición del jurista  estadounidense Lawrence Lessig. En efecto, para el abogado especializado español  Javier de la Cueva no hay todavía una respuesta jurídica a este tipo de temas,   pero el código informático tiene cada vez mayor importancia.

Para este letrado  cada vez es más borrosa la frontera entre la norma jurídica y el código  informático, y la clásica frase de Romanones: 'Haga usted la ley y déjeme el reglamento' hoy es 'haga usted la ley y el  reglamento y déjeme la aplicación informática'.

En la práctica, ¿si no programo la casilla en el programa Padre de  deducción por hijo, entonces ya he cambiado la ley¿, puesto que la tal deducción  no podrá aplicarse.

Quien controla el programa controla las acciones posibles  del usuario, que no será castigado por violar la ley; sencillamente será incapaz  de hacerlo.

Aparece así una nueva responsabilidad, la del  programador o prestador de servicios (como Google) al que se le puede exigir que  impida determinados comportamientos o haga desaparecer información perniciosa.

Esta capacidad evoca el riesgo de la censura ya que también podría eliminar cualquier contenido sin control

Simultáneamente, esta capacidad evoca el riesgo de la censura, ya que si es  posible quitar de la vista lo malo, también es posible eliminar cualquier  contenido a voluntad del intermediario y sin ningún control.

Como ya ocurriera  en el caso de Amazon  borrando copias de 1984 de sus libros electrónicos Kindle, esta capacidad da  lugar a nuevos conflictos entre las empresas y sus clientes. Conflictos no  previstos en la legislación.

En última instancia son las empresas las que  mandan, con completa independencia con respecto a las sociedades a las que  sirven y a los códigos legales que las regulan.

Como explica De la Cueva ¿al  final,  todo queda en que manda Google tanto por su código como por su unilateral  entendimiento de sus condiciones, que son aceptadas sin más incluso por las  Administraciones públicas sin que hayan cumplido la legalidad con respecto a la  contratación pública¿.

Serán las empresas las que decidan cuándo protegernos y de qué

Los ciudadanos tenemos poco o ningún recurso como sujetos  de derecho; tan sólo podemos influir en la conducta empresarial en nuestra  capacidad de clientes.

La decisión de Google sobre la foto manipulada de  Michelle Obama no tiene recurso, ni apelación. Pero sí que sienta un precedente:  el futuro estará lleno de situaciones análogas en las que serán las empresas las  que decidan cuándo y cómo protegernos, y de qué. Una situación inquietante.