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Igor Antón, el pasado de un escalador con futuro

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¿Qué desayunan los ciclistas?

Igor Antón es uno de los ciclistas con más proyección dentro del pelotón de esta Vuelta Ciclista. Con sólo 25 años es el líder de un equipo como el Euskatel Euskadi.

Su historia es más que curiosa. De pequeño no le dejaban salir de la pista en la que entrenaba. En casa tenían miedo de los coches, y por mucho que él insistiera, la carretera estaba prohibida. Quizá por eso, unos años más tarde, es un especialista en subir con su bici los picos y los puertos más duros.

¿Será quizá que sigue manteniendo la misma ilusión que cuando era un niño que quería "escalar" las montañas que rodeaban su Galdakoa natal? "Bueno, la verdad es que hay muchas cosas que han cambiado desde entonces, pero la verdad es que las ganas son las mismas, o hasta más".

Una de esas cosas que han cambiado es su bici. Ahora tienen un equipo de mecánicos y de especialistas preocupados en darle los mejores materiales. De niño la historia era muy distinta. Su bici era un 'Fuji', una marca desconocida que le costó más de una broma de los niño del pueblo. Le empezaron a llamar Fuji a él, y el mote le sigue acompañando ahora que es una estrella de este deporte.

A Fuji, su bici le quedaba grande, y por eso lo pasaba mal cuando jugaba con otros niños. "Recuerdo que para practicar nos ponían monedas de cinco duros en el suelo a ver quien las cogía al pasar con la bici. Era un ejercicio para controlarla, pero como a mí me quedaba grande, pues nada. Me acuerdo incluso de una vez que dejaron un billete de mil pesetas. ¡Madre mía, qué rabia me dio al ver que lo pillaba otro!", cuenta entre risas.

Igor es un enamorado de lo antiguo, de todo lo que tenga olor añejo. Tiene un mini, "como el de Mr Bean", dice, una Vespa, y reconoce que su ídolo de niño era Pantani.

Tras una maña experiencia en el Tour -tuvo que abandonar la prueba gala- llega a este Vuelta con ganas de demostrar que ya no es una promesa.

Dicen que le falta mala leche para ser un líder, pero el se defiende diciendo que "la mala leche hay que sacarla con las piernas y no a gritos".