Enlaces accesibilidad

Argentina supera a Lituania y se lleva el bronce

  • La selección albiceleste vuelve a subirse al podio olímpico
  • Ha sido muy superior a Lituania, mentalmente fuera del torneo
  • La medalla confirma la buena trayectoria de los argentinos

Enlaces relacionados

Por
El argentino Oberto, defendido por Petravicius.
El argentino Oberto, defendido por Petravicius.

Argentina cambió el oro de Atenas 2004 por el bronce de Pekín 2004, que coronó la valiosa trayectoria del equipo albiceleste ante Lituania, superada desde el segundo cuarto por una catarata de triples que mantiene a los suramericanos dentro del podio olímpico.

Los campeones salientes añadieron la segunda medalla al historial: oro en la ciudad griega y, cuatro años después, un bronce. Un metal de enorme mérito y trascendencia que vuelve a encumbrar, aunque dos escalones más abajo del podio olímpico, a seis de los hombres que pudieron con Italia en la capital helena.

Argentina, uno de los únicos cuatro países que ha subido al Olimpo del baloncesto (los otros tres son los Estados Unidos, Yugoslavia y la Unión Soviética), cuenta a partir de ahora con media docena de dobles medallistas: Luis Scola, Manu Ginobili -que no jugó por una lesión de tobillo sufrida ante la selección estadounidense en semifinales-, Carlos Delfino, Fabricio Oberto, Leo Gutiérrez y Andrés Nocioni.

Lituania repite cuarto puesto

Los bálticos, por segunda edición de los Juegos consecutiva, se alzaron con la cuarta posición. En total, de sus cinco participaciones como país independiente, acumulan tres bronces (Barcelona'92, Atlanta'96 y Sydney 2000) y dos cuartos puestos (el de la capital pequinesa y el de Atenas 2004).

El equipo de Ramunas Butautas, un auténtico especialista en obtener buenos resultados en el rectángulo olímpico, perdió toda la tensión competitiva en la semifinal ante España o, en su defecto, consumió todo el combustible que le quedaba en el depósito porque naufragó de una manera absolutamente inesperada. Apenas se presentó en sociedad cuando ya estaba tendida en el suelo.

La fulgurante ascensión albiceleste hacia el podio nació en las manos de Luis Scola y de Fabricio Oberto, que instalaron dos puntales en la pintura para anotar cerca del aro, el área donde mejores porcentajes de tiro pueden obtenerse. Lituania amagó con discutir el metal por medio de un parcial de 8-3 (14-13 m.6).

El resto del primer cuarto discurrió mientras ambos quintetos se tomaban la medida. La rotación de Sergio 'El Oveja' Hernández y de Butautas tardó en arrancar. Sin embargo, cuando los cambios empezaron a pisar la cancha, el partido se decantó bruscamente del lado suramericano.

Acierto desde la línea de 6,25

La eficacia de los triples argentinos demolió el choque entre el minuto catorce y el intervalo. Un ocho de catorce en el casillero que recogía los lanzamientos argentinos desde el arco exponía las respuestas al colapso europeo. La tunda la estrenó Leo Gutiérrez.

El primer triple de la racha dio ventaja a los americanos (27-29 m.14) al tiempo que atascaba de forma irremediable a una Lituania desconocida, desdibujada hasta límites insospechados, a años luz de lo que todos esperaban. Sobre todo, porque había una medalla de bronce en juego, un premio que los bálticos han vivido siempre con especial intensidad.

Gutiérrez repitió segundos después (27-32) y le secundó Paolo Quinteros (27-35). En un abrir y cerrar de ojos habían entrado tres triples tres en el aro europeo y el choque se iba por el desagüe. Marijonas Petravicius anotó 'el gol del honor' con un tiro libre (28-35), pero Lituania se despeñaba por el abismo.

Los argentinos les aniquilaron con la ambición dibujada en la cara. Con el orgullo a flor de piel. Nocioni y Quinteros transformaron otro par de triples. Corría el minuto diecisiete, la racha ascendía a un 4-15 y la diferencia a diez tantos (31-41). Quinteros, además, puso la guinda otra vez con la escopeta en los 6,25 metros (31-44).

Lituania clavó entonces una cesta de tres que clausuró el periodo en 34-46. Irreconocible Lituania. Lo único familiar en la formación báltica obedecía al gesto de rabia contenida de Sarunas Jasikevicius, que logró levantar el ánimo de los suyos para intentar el milagro, pero demasiado tarde. Argentina tenía la medalla bien agarrada.