Ángela Banzas, finalista del Premio Planeta 2025: "La imaginación es la facultad del alma para proyectar ideales"
- Ángela Banzas, finalista del Premio Planeta 2025 por Cuando el viento hable, cuenta en Las mañanas de RNE los entresijos de la novela
- El libro, ambientado en la Galicia de posguerra, reflexiona sobre el poder de las palabras y la imaginación frente al dolor y al miedo
Es otoño de 1939. Posguerra. El país guarda silencio y Galicia no es una excepción. Allí el misterio que impregna la atmósfera se pega a la piel como la humedad en los muros, obligando a sumar capas, no tanto para engañar al frío como para proteger del misterio. Sobre todo, del que se esconde en los secretos familiares.
Y allí también, en mitad del paisaje callado, algo suena. Primero es un llanto pequeño, frágil, insistente. Nace Sofía. Después, con el tiempo, son las palabras. Es Sofía naciendo otra vez, a su manera. Es Sofía, con 20 años y en plena noche de difuntos delante de una lápida grabada con su nombre y fecha de nacimiento y muerte, mientras su pensamiento le repite sin cesar "no tengo miedo".
Porque la vida puede surgir cuando todo lo demás muere. Siempre se escribe. Y si no hay papel para apuntar, basta con la imaginación y la necesidad de contar. Sofía, la protagonista de Cuando el viento hable (Planeta, 2025) lo corrobora. Criada bajo una estricta vigilancia por sus abuelos paternos en una España marcada por el horror, cambia de relato cuando quiere o necesita. Vive lo que lee y lo que imagina.
"Sofía tiene la herramienta del poder creador y la ayuda de su padre, un bibliotecario y antiguo librero", explica la escritora Ángela Banzas (Santiago de Compostela, 1982), en Las mañanas de RNE, con Juan Ramón Lucas y Mamen Asencio.
Por ejemplo, "al comienzo de la novela este le lee Las Meditaciones de Marco Aurelio para forjarle el carácter fuerte de mujer que, en aquella época, se necesitaba todavía más", añade. O le abre el universo de Alicia en el País de las Maravillas para que "atraviese el espejo", como él traspasó hace tiempo, y de igual forma que también hizo Banzas en su día.
Porque ni Sofía ha sido la primera en encontrarse en la literatura, ni será la última. Sin ir más lejos, antes está su propia creadora. La finalista del Premio Planeta 2025, descubrió muy pronto esa capacidad curativa —casi mágica— de los libros.
Una obra con tintes autobiográficos
"Esta novela parte de una vivencia de la infancia que necesitaba transitar", confiesa Banzas. "A los siete años pasé un tiempo ingresada y descubrí la terrible verdad de que los niños podían morirse, pero seguían siendo niños dentro del hospital", reconoce.
Por eso, que su compañera de habitación "no pudiera leer" le suponía un auténtico "drama" ante el que no se podía quedar de brazos cuidados. Así, si por aquel entonces trató de ayudar "leyéndole historias", ahora —más de tres décadas después—, intenta aportar su granito de arena a través de la escritura.
"Necesitaba transitarlo, pero no quería un mensaje que fuese lánguido, triste y de hospital. Al revés, buscaba un mensaje luminoso que me permitiese mostrar ese viaje personal de Sofía en la novela, que va desde la oscuridad hacia la luz", sostiene Banzas. "Solo entendemos la magnitud de la vida cuando estamos enfermos y eso era algo que quería contraponer a un periodo tan oscuro como la posguerra", completa.
Porque, "pese a tener una vida bastante insustancial al estar aislada y únicamente en contacto con sus abuelos y con su padre, Sofía siempre está imaginando mil aventuras. De hecho, todo lo que le pasa lo convierte en algo realmente mágico" que no duda en compartir con "su compañera de habitación" y consigo misma.
El motivo es simple, el resultado grandioso: "La imaginación es la facultad del alma para proyectar nuestros ideales, y el ideal de felicidad que tiene Sofía está marcado por todo lo que vive y lo que anhela".
Las mañanas de RNE