La Suiza rural de 1912 en 'Las desdichadas', de Sara Catella
- Sara Catella debuta en la literatura con Las desdichadas, la historia de una partera de una aldea suiza de principios de siglo XX
- La autora reflexiona sobre la condición femenina, las historias silenciadas, la maternidad y la migración
Otoño de 1912, Corzoneso. En este diminuto pueblo que reposa en el aislado valle suizo de Blenio comienza la historia de Las desdichadas (Tránsito), el debut literario de Sara Catella. El cura de la aldea ha caído enfermo. Lo cuidará la narradora de la novela, Caterina, una partera que le acompaña con paciencia y que va desgranando, en una especie de monólogo reflexivo, las dudas y reproches que tienen las mujeres del pueblo. La protagonista encarna las voces silenciadas de las mujeres de principios de siglo en los entornos rurales.
Mientras tanto, las habladurías del pueblo muestran la preocupación por la dolencia del párroco. Quién bautizará a los recién nacidos, quién liberará a las madres de la impureza del parto, traerá mala suerte alumbrar hijos en un pueblo sin cura. A medida que pasan los días, la mujer cobra valor y pregunta de forma retórica al párroco por los tabúes y la vergüenza que estos acarrean: el pecado, la culpa, los castigos, la miseria, el miedo a quedar embarazada, el pánico a ser diferente.
Una Suiza casi medieval
Las desdichadas presenta al lector temas como la maternidad, el estigma de ser señalada o las convenciones religiosas ligadas a la sociedad rural. Catella hace un interesante trabajo de campo con entrevistas e historias reales de mujeres partisanas y relatos de mujeres cercanas a su familia. El lenguaje de la novela incorpora el dialecto local. La protagonista tiene un nombre, Caterina Capra, tomado de una mujer que existió en realidad a principios de siglo XX en aquella zona de Italia, pero su biografía es ficticia.
En el magnífico prólogo del libro que firma la escritora madrileña Aroa Moreno se expone el contraste de clases entre el cura inaccesible y la partera agotada: «Son las manos de piel gruesa de Capra lavando las manos de piel blanca y fina de Bolgeri. A ella, quien carga con toda la evidencia empírica y médica de la asistencia a los partos, nadie le pagará por los trabajos diarios de cuidados a Bolgeri, a pesar de necesitarlo, así como tampoco cobra por su trabajo de partera». Una miseria resignada que se agarra igual que el olor a cuadra, que no se va jamás por más que Caterina se lave.
“Quise dar voz a mujeres que nunca pudieron tomar la palabra“
«El objetivo de este libro era dar voz a las mujeres que nunca pudieron tomar la palabra», cuenta Sara Catella en su entrevista a 'Página Dos', que tiene lugar en la ciudad de Berna. En su investigación para el libro explica que consultó archivos fotográficos, y que las mujeres de ciertas generaciones no se reían. La vida y sus circunstancias las habían curtido, habían envejecido prematuramente. «La novela habla de una colectividad que sufre, una suma de historias pequeñas que tienen una gran fuerza».
Pearl S. Buck, Louisa May Alcott, Margaret Atwood, Willa Cather, Tara Westover, Ada Rossi, Marta del Riego o Joanna L. Stratton son algunas de las escritoras que han dedicado sus novelas a lugares fronterizos, remotos, aislados y hostiles para la mujer, con protagonistas que han salido adelante con su ingenio y fuerza. En estas novelas, la belleza del paisaje contrasta con la soledad y dureza que esta ejerce sobre el ser humano; la soledad, los secretos y la intimidad cobran una especial relevancia en esas comunidades pequeñas.
Página Dos