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Oliver Laxe: "Intento que mi cine sea poético porque es la manera de ser más político"

  • El director Oliver Laxe y el actor Sergi López presentan en Mañana más la película Sirât
  • La cinta, que ganó el Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2025, se estrena en cines el 6 de junio
Sergi López y Oliver Laxer presentan la película 'Sirât', que se estrena el 6 de junio, tras ganar el  Premio del Jurado en el Festival de Cannes.
Sergi López y Oliver Laxer presentan la película 'Sirât', que se estrena el 6 de junio, tras ganar el Premio del Jurado en el Festival de Cannes. RNE

Una rave en mitad del desierto de Marruecos. Música tecno a todo volumen durante tres días. Polvo, cuerpos y mentes en trance. El estallido de un conflicto bélico que podría terminar en la Tercera Guerra Mundial. Y, en medio, un padre, su hijo pequeño y una perrita —Pipa— en busca de Mar, la hija ausente desde hace meses en una de esas fiestas sin amanecer.

Así arranca Sirât. Pero la nueva película de Oliver Laxe (París, 1982) no es un thriller. Ni un drama. Ni siquiera va exactamente de eso. O no solo. Reducirla a un par de géneros sería un error: no se trata de trama, sino de transformación. Es un viaje. Una experiencia sensorial y emocional que descoloca y, a ratos, abrasa.

"La idea es que el espacio-tiempo desaparezca. No sabes dónde estás", cuenta Laxe en los micrófonos de Mañana más, con Ángel Carmona.

Mañana más - Oliver Laxe y Sergi López presentan 'Sirat'

La cinta, ganadora del Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2025, no explica y no guía. Tampoco idealiza ni demoniza. No hay moralejas. Arrastra, observa, escucha, muestra. Y lo hace desde la mirada de alguien externo a ese mundo, desde los ojos torpes y prejuiciosos de ese padre interpretado por Sergi López (Vilanova i la Geltrú, 1965), que se adentra en una comunidad de raveros sin saber dónde está metido.

"No estoy tan alejado del universo rave como mi personaje, que realmente es un pulpo en un garaje, pero tenía una idea superficial de ellos", admite el actor. Esa que muchas otras personas comparten. La que los medios de comunicación, dice, suelen transmitir.

"Que si se drogan, que si beben, que si bailan, que si no producen nada pero, en realidad, no es así. Me he quedado muy parado al ver cómo están organizados y de la conciencia colectiva, ecológica y feminista que tienen. Pensaba que eran unos brutos y unos inmaduros, pero son gente muy madura", reconoce.

Porque lo que parecía juerga se convierte en red. Lo que sonaba a caos, se revela como cuidado. Viven al margen, pero con sentido y gestos políticos. De ahí nacieron en los noventa. "Son los cachorros de los Spiral Tribe, un colectivo que se fue de Inglaterra cuando Margaret Thatcher apretó las tuercas", explica Laxe. Lo que querían por aquel entonces es lo mismo que siguen buscando ahora: cantar para sanar y bailar para demostrar resistencia.

"Es una cultura de fiesta que transforma su energía bailando, con su lado sagrado y tóxico —que lo tiene y no lo blanqueamos"—, señala el director afincado en Galicia. "Pero también es una cultura del viaje, del desconectarse, del desertar y prepararse para un reset evidente e incluso necesario".

No es huir del mundo, sino empezar otra vez en él. Imaginarlo de nuevo. O al menos, intentarlo.

Y, muchas veces, el primer paso para lograrlo se da bailando. Porque el baile, suelta. Deconstruye. Ayuda. "Puede ser una forma de llorar. Yo he hecho mucho lo de ir a una rave, acariciar mi heridita y celebrarla sin gravedad de afectación", confiesa Laxe. "Filmando la película —añade— he pasado de tener una imagen muy idealizada de mí a convivir con mi carencia y mi imperfección. Ese elogio de fealdad, de no estar en esa idealización permanente es lo que me gusta de la cultura rave".

Y, otras muchas veces, cuando no se puede ni bailar ni caminar, la rave es una herramienta que sostiene. Que no es poco, en una sociedad en tambaleo constante.

"Los raveros tienen un lema: 'meto mi cabeza dentro de los altavoces para no escuchar cómo se derrumba el mundo'. Es escapista. Tiene un poco de Peter Pan, de no enfrentarse a la realidad, pero es que vivimos en una realidad tan dura que es normal querer anestesiarse y narcotizarse. Lo que está pasando es difícil de sostener moralmente sin sentirte corresponsable. Yo me siento bastante impotente", reconoce Laxe.

Porque en Sirât – "una película muy americana, muy de género, pensada como una mezcla entre un Mad Max Zero y un Easy Rider de hoy en día"no solo se ve a un padre blanco intentado rescatar a su hija en mitad de una guerra. El trasfondo es mayor. Gira en torno a una pregunta más incómoda e imposible de contestar. ¿Cuántas personas están ahora mismo intentando salvar a su familia en conflictos armados alrededor del mundo?

'Sirat', de Oliver Laxe, gana el Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2025

Existe un doble mensaje en el largometraje. Están la evasión y la mirada hacia dentro, la que no juzga. "Estamos en un momento tremendo de fiscalización y creo que tampoco hay que ponerse tanto peso encima", reflexiona Laxe. No todo se denuncia con palabras. No siempre son necesarias.

"Intento que mi cine sea lo más poético posible porque es la manera de ser más político y de generar un poco de sosiego. Un tempo más dulce", dice. Aunque la dureza de Sirât sea innegable. "El tecno tiene distorsión y el grano de 16 milímetros es palpitante, sin embargo, a pesar de todo, hay algo sereno en ella. La hemos hecho con valentía y buena intención. Hay una noción de servicio cuando creamos películas. Tienen que conectar y ser un espejo. Para mí, ese es el premio", concluye Oliver Laxe.