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GEN Z TOPICS

¿Está de moda ser liberal?

  • Los influencers libertarios aparecieron de la nada y hoy son un actor de relevancia entre la juventud española
  • ¿Qué piensan los que dicen amar la libertad? ¿A quién referencian? ¿Por qué ahora?
  • Gen Z Topics: artículos escritos por jóvenes de la generación Z

Por
Javier Milei.
Javier Milei.

En el modelo de organización colectiva de la democracia liberal de partidos, las palabras se repiten una y otra y otra vez buscando efecto electoral; van ajustando, eso sí, su significado. Haber vivido in situ las recientes elecciones legislativas de la República Argentina ha supuesto una suerte de déjà vu porque entre los muchos conceptos (¡tan huecos como capaces de crear sentido!) ha destacado durante la campaña, por insistencia, el de la libertad.  “Libertad” fue la idea fuerza de quien ganó hace unos meses las elecciones de la Comunidad de Madrid; el movimiento feminista reclama aquello de “quiero ser libre, no valiente”; y Miguel Hernández, uno de los más sensibles comunistas que dio España, escribió aquel verso: “Para la libertad, sangro, lucho, pervivo”.

En este régimen cuasi global la mayoría de nosotros ─los miembros del privilegiado “mundo libre”─ nos relacionamos con el mundo social a través de dos actos profundamente materiales y en apariencia libres: el trabajo y el consumo. Pero ¿qué es la libertad? En realidad, como dirían los laclausianos, es un significante. Y aunque no les falta razón, convendría que añadan que los distintos significados dados a cada significante responden a intereses específicos bien definidos. Así, el libertario argentino Javier Milei ha cosechado el 17% de los sufragios nada menos que en la ciudad de Buenos Aires. El nombre de su candidatura, La Libertad Avanza. Claro que, ¿qué libertad?

La consigna libertaria es fácil de emular, pues se trata de proclamar la defensa del “respeto irrestricto por el proyecto de vida del prójimo”. Pero para no caer en la batalla de eslóganes, es necesario preguntarse por el fondo de dicha fórmula. ¿Tiene sentido hablar de “libertad” en abstracto? Si el régimen de propiedad y producción del capitalismo genera desigualdad ─algo que los principales portavoces del liberalismo en España reconocen, puesto que, dicen, las sociedades más prósperas son desiguales─, máxime si se acepta que conduce invariablemente a la concentración de capital y al monopolio, ¿es “libre” socialmente quien se relaciona con los otros en términos de disparidad de poder? ¿De qué sirve la “libertad” legal, contractual, formal, sin las condiciones materiales para ejercerla?

Si el régimen de propiedad y producción del capitalismo genera desigualdad, ¿es “libre” socialmente quien se relaciona con los otros en términos de disparidad de poder?

Como en Argentina, en España un sector nada desdeñable de la juventud se agrupa en espacios virtuales y físicos en torno al corpus teórico del liberalismo, el libertarianismo, el anarcocapitalismo y otras tendencias similares. Y aunque en España todavía no parece haber un Milei que se anime a pasar de la “batalla cultural” al “fango” de la política (Juan Ramón Rallo dixit), la densidad del colectivo de jóvenes que consume los contenidos de canales de difusión de las ideas del “Don’t tread on me” requiere que sean tomados en cuenta como un actor presente en la batalla por el sentido que tiene lugar en las redes.

No obstante, analizar el marco posibilitante para su extensa difusión ─se hará más abajo─ es bastante más sencillo que descifrar el laberíntico esquema ideológico en el que se mueven las juventudes libertarias, pues si bien asumen el testigo de figuras teóricas profundamente sólidas como el referente Antonio Escohotado, lo cierto es que son en realidad un grupo verdaderamente difuso en lo ideológico en el que se entremezclan elementos tan diversos como la idolatría por grandes acumuladores de capital como Elon Musk, el interés por el mundo de las criptos, las teorías sobre la abolición del Estado, el apoyo a dirigentes políticos de corte conservador-estatista, la defensa de la liberalización del uso de las drogas o el profundo rechazo a la despenalización del aborto.

Libertad para establecer contratos entre partes, libertad para asociarse libremente, libertad para ejercer una solidaridad no mediada por el Estado… y, ante todo, la fórmula central sobre la que merece la pena insistir: el respeto irrestricto por el proyecto de vida del prójimo.  Los jóvenes libertarios en nuestro país hoy replican shorts, vídeos y tweets de Javier Milei.  En todos los actos de su campaña, el economista gritó aquello de “¡Viva la libertad, carajo!”; pero, de nuevo, ¿qué libertad? Su número dos, Victoria Villarruel, se sitúa como parte de esa minoría que niega el terrorismo de Estado existente durante la dictadura cívico-militar (1976-1983) en Argentina por el cual fueron perseguidos, torturados y asesinados miles de militantes peronistas, socialistas, comunistas, de las izquierdas y de los movimientos poulares organizados en general.

Por supuesto, a la interna de esta ola libertaria en España existen figuras con lo que parece un honesto compromiso con la libertad en negativo, la de la no injerencia, la del individuo; creen, ciertamente, en las bondades de un Estado ausente y en la necesidad de dejar que fluyan los ritmos de la acumulación de capital sin que ello suponga necesariamente la solidificación de relaciones desiguales de poder entre individuos, grupos, países y regiones. Creen que las múltiples brechas son ahistóricas y dependen fundamentalmente del mérito o la capacidad individual, no de aspectos estructurales consecuencia del desarrollo histórico del capitalismo como sistema mundial. Además, conciben como anomalías históricas todas aquellas ocasiones en las que los grandes capitales concentrados de uno o varios países han sustentado el establecimiento de regímenes militares dictatoriales en favor de sus intereses de clase.  Esos son, dicen, “malos capitalistas” porque, en su lógica, el buen capitalista no trata de disponer en su favor el aparato estatal ─creencia francamente discutible si uno atiende a la historia de los procesos políticos en América Latina o España.

Estos representantes de un liberalismo ‘de dogma’ pueden ser definidos de muchas maneras: “economistas burgueses”, “pensadores liberales”, “teóricos de la libertad”, etc.; como sea, es difícil negar que a menudo disponen de un cuerpo lógico-teórico más o menos coherente. Sucede que si se mira desde lejos la fotografía general, la situación está lejos de ser firme en lo ideológico. Dentro del incipiente movimiento libertario, junto a quienes difunden o replican los preceptos de la “libertad negativa” conviven negacionistas de dictaduras, pandemias y violencias varias, fanáticos de la libertad de la contratación y la evasión que sin embargo desprecian la libertad de las personas disidentes sobre sus propios cuerpos y ‘antis’ de variados objetivos (anticomunistas, antifeministas, antiinmigración, etc.).

“Liberal se era en el plano sexual o relacional. De pronto, ser libertario es una forma de rebeldía”

¿Por qué ahora? El libertarianismo hacía mucho que había perdido la capacidad para asentarse en las identidades de determinados sectores de la juventud. El neoliberalismo era el régimen de cosas existentes en el capitalismo desde los años ochenta. Y, si acaso, lo ‘liberal’ era una etiqueta profundamente vacía, que hacía referencia a menudo a la elasticidad individual a la hora de acomodarse a la normativa ético-moral vigente. ‘Liberal’ se era en el plano sexual o relacional. De pronto, ser libertario es una forma de rebeldía, una suerte de lugar de encuentro para muchos jóvenes desencantados. ¿Desencantados con qué? En realidad, con lo que perciben como el statu quo, con las “élites”, conformadas no por los grandes acumuladores de capital sino por los lobbies ─que no serían otra cosa que los sectores dejados de lado por las estructuras históricas del capitalismo, el patriarcado, la división internacional del trabajo, la normatividad sexual, etc. organizados políticamente─ y por “la política”, entendida en su más estrecha acepción: la de la mera institucionalidad.

El ensanchamiento de la base social alrededor de canales de Youtube, Twitch, Twitter, etc. que defienden el amplio abanico de diagnósticos y propuestas que cabe definir como “libertario” no es sino un síntoma, la consecuencia de otra consecuencia. Es la reacción esperable a todo proceso de articulación política de los sectores excluidos, maltratados por el violento pasar de la historia, que ‘deforman’ en su actividad política el orden desigual y tensionan el debate público al interrumpir la paz de lo injusto con sus reclamos. El desarrollo histórico del modo de producción, propiedad y relaciones humanas en el que vivimos genera brechas; esas brechas, de ser articuladas desde la conciencia política, posibilitan un horizonte de transformación; y ante ese horizonte de transformación, determinados grupos reaccionan en negativo, adoptando etiquetas y paquetes de propuestas que cambian en cada momento.