Regalar historias de igualdad: el desafío a los cuentos tradicionales
- Una nueva corriente de cuentos infantiles incluye personajes y mensajes que rompen barreras sexistas
- Varios escritores admiten retos pendientes para pasar página al sesgo de género a la hora de comprar libros
“’Es muy simple’, responde de forma soberbia Oreja Cortada. ‘Te falta un requisito imprescindible… no puedes ser pirata porque eres una niña y en este barco sólo admitimos a chicos, es una regla del Caimán Negro’”.
La destinataria de este mensaje, ‘Daniela Pirata’ (Nubeocho), se revuelve frente a un sesgo sexista injusto en una obra que simboliza una nueva era de cuentos infantiles donde las niñas ya no tienen por qué quedar relegadas al papel de princesas sumisas.
La autora de esta historia, Susana Issern, afirma para RTVE Noticias que cuando los niños escuchan en colegios las palabras de Oreja Cortada abren los ojos, sorprendidos ante lo que, para ellos, no tiene ningún sentido.
Representan a una nueva generación que crece bajo el paraguas de mensajes de diversidad e igualdad que durante décadas habían permanecido prácticamente al margen de lo que ahora se ha venido a llamar ‘mainstream’, de la primera línea.
¿Cómo distinguir un cuento sexista?
ONU Mujeres propone a los adultos el ejercicio de revisar contenidos culturales como películas y libros con el prisma de género e interpelar a los menores para que ellos mismos saquen sus propias conclusiones. ¿Quiénes son los personajes principales? ¿Cuáles tienen un papel pasivo y quiénes son más activos? ¿Quién impulsa la acción y la narración? ¿Qué cambiaría para que fuera más justo?
Un particular examen que suspenden historias que durante décadas se han normalizado, en las que las mujeres quedaban relegadas a expensas de un hombre que, aunque no tuviese un rol protagónico, siempre llegaba en el momento preciso bajo el aura de salvador.
“Si una niña quería verse reflejada en un personaje valiente y no en una princesa encerrada en una torre, le tocaba asumir libros protagonizados por chicos”. Ahora, Issern celebra que el “fenómeno” Daniela tenga seguidores de ambos sexos y que surjan “niñas empoderadas” capaces de tomar las riendas de su propia historia.
El cuento como herramienta educativa
La actual ley educativa, la LOMLOE, introduce en su articulado el concepto de la coeducación, entendiendo como tal la formación desde etapas tempranas en la igualdad entre hombres y mujeres. Los estudios demuestran que nunca es demasiado pronto para enseñar a niños y niñas ciertos valores, toda vez que los estereotipos de género empiezan a absorberse a partir de los tres años.
Y con estos estereotipos comienza también la autopercepción por parte de las niñas de que son inferiores a sus compañeros de pupitre varones. Una investigación de las universidades de Nueva York, Illinois y Princeton publicada en 2017 por la revista 'Science' mostraba que ya desde los seis años las niñas se consideran menos brillantes.
La LOMLOE llama a “facilitar que niñas y niños elaboren una imagen de sí mismos positiva y equilibrada e igualitaria”, pero no siempre es así.
Niñas en un centro escolar de Málaga Álex Zea / Europa Press
Para Pedro Mañas, autor de sagas como ‘Anna Kadabra’ (Destino) o ‘Princesas Dragón’ (SM), situar de protagonistas a niñas capaces de vivir sus propias aventuras lejos de los arquetipos conservadores no supone más que adaptar la literatura infantil las nuevas realidades que ya se ven en la calle.
El salto no es tanto representar a un personaje femenino empoderado como crear uno que no tenga que “ganarse el puesto”. Un universo, explica Mañas, “en el que los chicos y las chicas conviven sin dar más explicaciones”, con grupos de amigos mixtos donde también se pase página a los comportamientos típicamente masculinos.
La masculinidad tóxica, también a debate
Mañas, que se confiesa heredero de un panorama cultural marcadamente sexista, advierte de que con los personajes masculinos la literatura infantil todavía parece situarse “en un punto anterior”.
En ‘Feroces’ (Destino), el protagonista es un niño víctima de burlas de quienes le recriminan su gusto por ‘cosas de chicas’. “El ilustrador, David Sierra, y yo compartíamos esa experiencia personal, la de haber sido niños acallados por esa tendencia general de que el hombre tenía que ser fuerte, rudo, ocultar sus sentimientos, evitar determinados juegos”.
“Se nos ha vendido que el feminismo suponía perder privilegios, pero en realidad supone todo lo contrario, que se abran también nuestras posibilidades”, prosigue.
Susana Issern aborda “el tema de las masculinidades tóxicas” en obras como ‘Los dragones también lloran’ (Nubeocho), un niño al que quieren echar de la pandilla por su sensibilidad. El mensaje, añade, es claro: “que los niños también puedan ser y jugar a lo que quieran”, sin la “presión” de demostrar fortaleza y valentía y, más aún, sin que éstas vengan a expensas de las mujeres.
Luchar contra el mercado
El auge de determinadas historias o enfoques choca en ocasiones con la propia visión del mercado, representado en esta industria por las editoriales, en uno de sus lados, y por los potenciales compradores, en el otro. Tanto Mañas como Issern advierten de que en sus firmas aún perciben a adultos con tendencia a distinguir entre libros de niños y de niñas.
La editorial Nubeocho incluye dentro de su catálogo un apartado específico sobre igualdad, pero su fundador, Luis Amavisca, reconoce que hablar sólo desde este prisma “sería muy difícil que diera de comer a nadie”. Sin embargo, sí ve necesario que todos los eslabones de la cadena apuesten por contenidos sin “estereotipos”.
Lamenta que, hasta en las historias vividas o narradas por animales, los protagonistas son machos que se comportan de una determinada manera y llama a distinguir entre los cuentos ilustrados destinados a la primera infancia, en los que los adultos desempeñan un papel esencial en la compra o la lectura, a una siguiente fase más novelada.
“A partir de los ocho años, vuelven los mensajes tóxicos”, alerta. Los libros, especialmente cuando se trata de colecciones, pasan a ser claramente distinguibles por estética en función de si están comercialmente concebidos para llegar a niñas o a niños. Rosa y purpurina, sentencia Amavisca.
La igualdad como elemento transversal
Por eso, entiende que los propios editores son los primeros que tienen que “hilar fino” y mirar con lupa textos e ilustraciones de todo el catálogo, para que cuando aparecen una figura femenina y otra masculina en una misma página la primera no esté en la cocina y la segunda leyendo el periódico.
Pedro Mañas apunta como reto a futuro que la igualdad y la diversidad “fluyan naturalmente” en el común de las historias, “que no se sienta como una moralina”. “La literatura que cuenta más realidades proporciona un panorama más enriquecedor”, incide.
Quizás, señala por su lado Issern, los adultos deberían empezar a aprender de los pequeños que, como “llevan menos tiempo en este mundo”, aún son capaces de sorprenderse ante la posibilidad de que a Daniela no le dejen formar parte de la tripulación del Caimán Negro sólo por el hecho de ser una niña. Para ser felices ya no es necesario comer perdices.