Mujeres avanzadas: las pioneras de la fotografía en España
- Las primeras llegaron desde Francia y eran ambulantes
- Esta profesión les permitió ser independientes y más libres
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El primer aspecto a tener en cuenta es que no debemos hablar solo de las “primeras fotógrafas”, sino en realidad de "las primeras fotógrafas documentadas” como explica Stéphany Onfray, autora del libro ‘Retratadas: Fotografía, género y modernidad en el siglo XIX español’, editado por Cátedra: “A la hora de estudiar a las fotógrafas en el s. XIX, muchas veces tendemos a escoger a una fotógrafa por campo” pero explica que a medida que investigan, cada vez se encuentra a más mujeres. Por eso la comisaria de la exposición ‘Retratadas. Estudios de Mujeres’ (Museo del Romanticismo hasta el 25 de enero de 2026) dice que destacar solo a una fotógrafa en concreto “puede esconder a muchas otras fotógrafas que quizás aún no tengamos documentadas”.
“Fotógrafas que pudieron pagar su cuarto propio”
Otra idea fundamental es que “eran mujeres avanzadas”, explica Carmen Dalmau, autora del libro ‘Las mujeres disparan’, editado por JdeJ Editores. “En cuanto a que descubrieron que este nuevo invento les permitía no solo tener un cuarto propio, sino tener el dinero para mantener ese cuarto propio, como dice Virginia Woolf”, cuenta la historiadora del arte, comisaria y crítica de fotografía. Y continúa: “Este nuevo invento les permite tener una profesión que no está regulada por ninguna norma académica ni por ningún gremio”.
Explica que “aprenden la fotografía de forma artesanal, de mano de sus padres o de sus hermanos, o buscan la formación con alguien que hace fotografía”. Y esto es realmente clave. “Las mujeres tienen acceso a la fotografía de una manera más fácil que, por ejemplo, a la práctica pictórica”, comenta la comisaria de ‘Retratadas’, “porque al fin y al cabo, la fotografía no se toma en serio”, explica Onfray. Esa es “la puerta de atrás” para que entren las mujeres, añade: “Al no ser considerado como un arte, no entra dentro de todo este sistema académico que al final es muy masculino”.
La fotógrafa Fernanda Pascual, Colección Castellanos, Biblioteca Nacional —
“Las primeras fotógrafas que llegan a España vienen de Francia”
Madame Fritz, madame Sanges y madame Valepery, son las primeras mujeres documentadas que hacen fotografía en España. “Conocemos su trabajo”, nos explica Carmen Linés, responsable de la colección fotográfica del Museo del Romanticismo, porque “se anunciaban en prensa ofreciendo su trabajo profesional con los precios” y explica que "eran fotógrafas ambulantes que iban de un lugar a otro” . Cuenta también que cargaban un equipo muy pesado con la cámara y el sistema de revelado. Eran francesas y utilizaban el daguerrotipo porque “la fotografía nace en pleno romanticismo, cuando Daguerre presenta su invento, el daguerrotipo, el 19 de agosto de 1839, ante la Academia de Ciencias de París”. Antes, Niépce había capturado la primera foto a finales de los 20, pero es Daguerre, con quien se asocia, quien desarrolla el invento. Un año después, Talbot inventa en Inglaterra el calotipo, que permitía hacer copias, cosa que no es posible con el daguerrotipo. Pero es el invento de Daguerre el que al final utiliza todo el mundo porque, como explica Linés: “El gobierno francés compra la patente del daguerrotipo y la da a la humanidad”.
Card de visit de Elisabeth Genevie Disdéri (1870) ) París, Museo Carnavalet André-Adolphe-Eugène Disdéri
“Estas primeras fotógrafas aprovechan”, explica Dalmau, “que todavía no hay estudios de fotografía permanentes en muchas ciudades españolas” y ya hay ”una clientela que tiene el anhelo de hacerse un retrato”. Porque la fotografía, aun siendo cara, es “más barata que un retrato pictórico”, añade la autora de ‘Las mujeres disparan’. Poco a poco se abren los primeros estudios de fotografía, aunque necesitan hacerlo en azoteas, porque aún no había sistemas de iluminación. En 1950 llega el invento del colodión húmedo, de Le Gray y Archer que también permite hacer copias. Y eso a su vez provoca, según explica la responsable de la colección fotográfica del Museo de Romanticismo, “la gran revolución de la fotografía cuando Disderi inventa la card de visit”. Esta se hace, explica Linés, a partir de la placa de vidrio del colodión húmedo: “Se sacan negativos que permiten hacer ocho copias por cada disparo” y eso supone que “se abaraten muchísimo los costes y convierte en un gran negocio los estudios de fotografía”.
La fotógrafa Amalia López Cabrera, con su familia Anónimo
“Amalia López-Cabrera, la primera documentada en abrir un estudio en Jaén”
Esta fotógrafa es almeriense. “Se casa con un impresor viudo de Jaén, mayor que ella, que tenía tres hijos”, explica Carmen Dalmau: “Su camino natural en esa época hubiera sido dedicarse a cuidar a esos hijos”, sin embargo, ”aprovecha esta oportunidad para formarse como fotógrafa y reconvertir el negocio que hacía aguas en un estudio fotográfico en 1860”. Además, cuenta la autora de ‘Las mujeres disparan’: “Aprende fotografía de otro personaje de novela que es el Conde de Lipa”, narra, “un militar polaco que aprende fotografía de la mano de Daguerre”. Y destaca Stefany Onfray que “Amalia además recibió premios en exposiciones fotográficas” y señala que “la gerencia de un estudio fotográfico en esa época es notable”. Algo que también hicieron otras muchas, que al quedarse viudas de un marido fotógrafo, lograron destacar en un mundo muy machista, logrando hacer crecer el negocio del estudio, como hizo por ejemplo “Jane Clifford que recibe encargos importantes de parte del Museo de South Kensington, el actual Victoria and Albert, para fotografiar todo el tesoro del delfín del Museo del Prado”, explica Carmen Linés.
La fotógrafa Eulalia Abaitua, pionera vasca. Museo Vasco de Bilbao. Eulalia Abaitua
“Eulalia Abaitua, fotógrafa amateur en Bilbao a partir de 1870”
Es otra fotógrafa documentada muy interesante. Es la primera vasca de la que se tiene noticia, y sus más de 2500 imágenes se conservan en el Museo Vasco de Bilbao. Ella “aprende fotografía en Liverpool”, nos cuenta Dalmau: “Pertenece a la alta burguesía vasca y ahí sí que hay una posibilidad de ser fotógrafa creativa” porque, explica, “utiliza la fotografía como una manera de ser libre, de salir al campo, de fotografiar lo que a ella le interesa” aunque lo haga de manera amateur. Explica que “en su casa palacio, establece el laboratorio y hace fotografías que son modernas para la época”.
Luego, más adelante, nos cuenta la crítica y comisaria de exposiciones: “La publicidad de Kodak o de Leica aprovecha a estas nuevas mujeres fotógrafas amateurs con la imagen de mujer libre, sin corsé, sin sombrero, que se ha cortado el pelo” pero lo hace, reflexiona, “en detrimento de las fotógrafas que deciden ser profesionales de la fotografía”. Pero eso será más adelante… antes nos quedan otras fotógrafas estupendas por descubrir.
La fotógrafa Sabina Muchard. Colección FRivero, cfrivero.blog Hermanos Sabina Muchard
“Sabina Muchart, se consideraba como la primera fotoperiodista”
Esta pionera es de Olot. Su familia monta un negocio de industria textil en Málaga, y lo pierden. Ella y sus hermanos abren un estudio fotográfico en 1887, a nombre de Sabina, para no tener problemas legales. “Hasta hace muy poco se pensaba que era un hombre, porque ella firmaba como S. Muchart”, nos explica Stéfany Onfray, “como sucedía con muchas fotógrafas de la época”. Y continúa la autora de ‘Retratadas': "Ella fue la que realmente hizo florecer este estudio fotográfico que estaba en la Plaza de la Constitución en Málaga”.
Por otro lado, “se consideraba que era la primera fotógrafa de guerra”, nos explica Carmen Dalmau, “pero en realidad todo parte de un malentendido con el pie de foto de un retrato a un grupo de sanitarios de las guerras del Rif”, porque “se ha estudiado que dicha foto está hecha en un estudio donde hay retratos que tienen el mismo fondo detrás”.
Autorretrato de la fotógrafa Benjamina Miyar, Corao (1917) Benjamina Miyar
“Benjamina Miyar, relojera y fotógrafa en la aldea de Corao, en Asturias”
El papel de esta fotógrafa es muy relevante, “sobre todo si tenemos en cuenta su contexto” nos narra Yolanda Sobero, periodista durante 40 años para TVE y nieta de Amalia Sánchez González, íntima amiga de Benjamina. Explica: “No es lo mismo destacar como fotógrafa en una ciudad grande que en una aldea a los pies de los Picos de Europa a principios del s. XX”. Su familia tenía una relojería muy famosa, de hecho, “algunos de sus relojes hoy en día aún están en lugares insignes como el Congreso de los Diputados, y los que había en las estaciones del FEVE del ferrocarril de vía estrecha entre Arriondas y Oviedo, también eran suyos”, cuenta Sobero. Benjamina, que también trabaja en la relojería, “empieza a hacer fotografías para varias publicaciones, no solo españolas, sino extranjeras”. Destaca la nieta de la amiga de Miyar que también hace foto de estudio, “ella lo que hace es no solo digamos, fotos de aficionada, que es aquí te pillo, aquí te mato, sino que tenía muy claro lo que quería retratar. Lo hace todo muy estudiado, cuidado”. Incluso subraya la periodista de TVE “que tienen algunos de los fotografiados con una vestimenta especial que ella elegía, porque creaba escenas”.
La guerra civil se lleva todo por delante porque, como cuenta Sobero: “Mi madre contaba que pueblo chico, infierno grande. Allí había cuentas pendientes de todo tipo y Benjamina estuvo en la cárcel cuatro veces”. De hecho, se piensa que es la autora de varias fotos de maquis, guerrilleros asturianos. A alguno de esos maquis, incluso, “lo socorrió y lo escondió en su casa“, cuenta Sobero. "Cuando trataba de huir lo acabaron matando un poco más arriba de la casa de Benjamina”, añade. Sobero conserva como oro en paño la foto de su abuela hecha por Miyar el día de su boda, en la que además Benjamina fue la madrina.
Hay muchas otras historias apasionantes de fotógrafas en España porque destaca la comisaria de ‘Retratadas’ : “Cuando pensamos en el s. XIX y comienzos del s. XX, tenemos muchos tópicos”. En realidad, cuenta, “algunas mujeres tenían más libertades de lo que se podría pensar”. Especialmente, dice, “las fotógrafas tenían una libertad difícil de concebir para nosotros hoy día”.
Este reportaje no hubiera sido posible sin la colaboración del Museo del Romanticismo y de su equipo de prensa, en especial de Irene, y de Javier de Juan de la editorial JdeJ Editores.
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