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La tradición del palmito en Aldaia tras la dana: "Lo único que no perdimos fueron los años de aprendizaje"

  • La localidad valenciana de Aldaia, una de las más afectadas por la dana, es la cuna del abanico moderno
  • El barranco de la Saleta, que atraviesa la población, causó estragos en los talleres familiares
Interior de un taller artesanal con mesas de trabajo repletas de materiales y objetos, posiblemente relacionados con la fabricación de abanicos. Se aprecia una estantería con cajas y una ventana que ilumina el espacio.
BLANCA ESCRIBANO (ALDAIA, VALENCIA)

La bisabuela Carmen y el bisabuelo Salvador fundaron Abanicos Andrés en 1880. Ella era teladora y él, varillajero. Trabajaban para una fábrica de abanicos en Valencia, hasta que se casaron y decidieron mudarse a Aldaia. Su historia nos la cuenta Macarena Andrés, dueña del que ahora es uno de los talleres más antiguos de esta localidad. Pertenece a la cuarta generación de abaniqueros en un pueblo donde familias enteras viven de este oficio. Un accesorio que hace cientos de años se convirtió en algo más: una tradición histórica que mantener y una artesanía que se guarda como un tesoro.

El taller de Abanicos Andrés está a 50 metros del barranco de la Saleta. “Nos entró agua por la parte de delante, por la puerta, por el garaje, por todos los desagües, por el váter y por todas partes…”, me cuenta Macarena. Un año después de la dana, atiende a RNE sentada desde una mesa en el centro de la nave. A su lado, unas tijeras y varios abanicos para montar.

 

El 29 de octubre de 2024, el agua llegó al 1,40 m de altura. Era otoño, por lo que los almacenes estaban llenos de materiales para empezar a fabricar los que venderían en primavera. Pero llegó la dana y cambió sus planes. “Al día siguiente nos encontramos con el desastre. Yo no pude venir porque en mi casa, a nivel personal, también me entró agua y entonces vino mi hermana. Esto era pues un espectáculo dantesco”.

Así quedó el taller de Abanicos Andrés tras la dana del 29 de octubre | Fotos cedidas por Macarena Andrés

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  • Así quedó el taller de Abanicos Andrés tras la dana del 29 de octubre | Fotos cedidas por Macarena Andrés

  • Así quedó el taller de Abanicos Andrés tras la dana del 29 de octubre | Fotos cedidas por Macarena Andrés

El estado de shock no desaparece hasta varios días después. “Lo que quieres es despejar todo para empezar a aclarar cosas. Primero, tu cabeza”. Así que los días posteriores a la tragedia, lo primero que hicieron Macarena y su hermana fue retirar todo. El barro, estanterías caídas, mesas volcadas, paredes que se tumbaron… gracias a la ayuda de los de voluntarios que llegaban cada día.

El MUPA continúa cerrado un año después

A 300 metros de Abanicos Andrés, en el centro de Aldaia, está el Museu del Palmito (MUPA), el único de España monográfico especializando en el abanico. Si ahora lo buscas en Google Maps, bajo su nombre y su ubicación aparecen dos palabras en rojo: “Cerrado permanentemente”.

El museo nació en 2015 con el objetivo de visibilizar esta tradición. “Empezamos con una colección de 200 abanicos y, el día de antes de la dana, estábamos en más de 840 de 15 países diferentes del mundo”, nos cuenta su director, Francesc Martínez. Está sentado en la planta baja de la Casa de la Llotgeta, el edificio señorial que alberga el museo. A su alrededor no hay nada, solo una museografía en la que pone “Aldaia, cuna del abanico”. Hace un año, el agua llegó a 1,2 metros. “Hemos perdido el 19% de la colección permanente. De los abanicos afectados conseguimos llevar 231 a restaurar, de los cuales 192 son recuperables y está ya casi finalizada la restauración”.

“El problema que tenemos en Aldaia es que afectó prácticamente a todo el municipio, con 21 edificios públicos dañados. Dentro de las ayudas que ha dado el Gobierno para la recuperación de edificios municipales, hemos entrado en esa línea de subvenciones y ahora estamos en fase de redacción de las memorias”, explica Martínez. Los técnicos de urbanismo calculan que se podrá volver a abrir en año o año y medio.

Una pregunta inevitable

“A partir de ahí es cuando te planteas bueno, ¿qué hago? ¿Continúo o ponemos aquí el punto y aparte?". Para Macarena y para los muchos afectados por la dana, plantearse esta pregunta fue algo inevitable. Por suerte, ella encontró una respuesta positiva. “Somos una empresa muy artesanal. No necesitábamos comprar gran maquinaria y hacer una inversión enorme. Lo que sabíamos hacer lo seguimos teniendo: el saber trabajar con las manos y hacer los abanicos”. Cerrar hubiese supuesto jubilarse anticipadamente y perder todo por lo que ha estado trabajando durante tanto tiempo. Y así es como decidieron continuar.

Poco a poco, sobre la marcha, en Abanicos Andrés han ido reponiendo el género y el stock que tenían antes de que el fango lo arrasara todo. “Al 100% no estamos, pero entre el 85 y el 90%, sí", cuenta Macarena. Hay pérdidas que el negocio nunca podrán contabilizar, aunque de forma material se pueda hablar de daños de hasta 150.000 euros. “Las piezas históricas no tienen reposición económica, ni siquiera estética. Había abanicos que son irrepetibles", lamenta la que ahora continúa la historia que sus bisabuelos comenzaron en este taller. "Fue como un volver a empezar. Lo único que teníamos de verdad eran los años de aprendizaje. Eso no lo habíamos perdido”.