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Las catacumbas de París no son eternas

  • En noviembre cerrarán al público durante seis meses para restaurar los subterráneos
  • Las catacumbas de la capital francesa sufren filtraciones y reciben 600.000 visitantes al año
Las catacumbas de París cierran para su rehabilitación: así es el osario subterráneo más grande del mundo
MAVI DOÑATE (Corresponsal de TVE en París)

Las catacumbas con su impresionante osario son uno de los atractivos de Paris, pero, en breve se cerrarán durante seis meses. Toca reparar, mantener y restaurar un entorno abierto al público durante dos siglos y que visitan anualmente 600.000 personas. Con los trabajos de mantenimiento, se modernizarán también los paneles explicativos. Al bajar a las catacumbas de la capital francesa, nos damos cuenta de que también la eternidad necesita sus arreglos.

Es imposible salir indemne tras la visita a las catacumbas de París donde está el osario en subsuelo más grande del mundo: impresionan, conmueven, atemorizan o repelen. El recorrido empieza tras descender veinte metros y caminar primero por su antesala, casi medio kilómetro de estrechos túneles.

Varias galerías entrelazadas y laberínticas, diseñadas en el siglo XVIII por el arquitecto Claude-Nicolas Ledoux al servicio del Luis XVI, marcaban el final de París y habían sido las antiguas canteras de las que se extraía la piedra con la que se había construido la catedral de Notre Dame.

Catacumbas de París

Dibujo de una visita a las catacumbas de París en 1798. MAVI DOÑATE

En los años previos a la Revolución francesa, cuando cesó la explotación de la cantera, se decidió que se trasladasen allí todos los restos humanos de los cementerios de las iglesias de la capital. La población de Paris se veía sacudida continuamente por epidemias y se temía que enterrar los cadáveres en la misma ciudad podía ser foco de infecciones, fue así como se empezaron a trasladar miles de huesos a este subterráneo.

El imperio de la muerte

Una puerta con la inscripción: “Detente. Aquí está el imperio de la muerte” marca la entrada a un espacio en el que solo habitan cráneos, tibias y peronés formando muros con las indicaciones de su origen. Los más antiguos son los restos trasladados en 1787 desde la Iglesia de San Eustaquio, los últimos datan de 1859. Se calcula que podría haber restos de seis millones de personas.

Durante dos siglos, el osario ha estado abierto al público. Para muchos es un camino filosófico y espiritual que recuerda la fugacidad de la vida.

Poema en las catacumbas

Versos en las catacumbas de París. MAVI DOÑATE

"Así todo pasa en la tierra/espíritu, belleza, gracia, talento/Es como una flor efímera/que el más pequeño viento vuelca", reza uno de los poemas que se pueden leer en este recorrido. Todo es efímero y también las catacumbas con su osario, porque después de trescientos años los huesos corren el riesgo de deteriorase en un entorno con filtraciones de agua, y la presencia de unas 600.000 personas que los visitan cada año.

Cierre temporal

El próximo mes de noviembre las catacumbas, que aparecen como uno de los principales atractivos de todas las guías del Paris oculto, se cerrarán durante medio año para acometer trabajos de mantenimiento y modernización.

El plan incluye mejorar la electrificación subterránea, la iluminación o erradicar las humedades; pero también modernizar la video vigilancia y los paneles explicativos con la incorporación de un sistema inmersivo que sustituya las tradicionales audioguías de sencillos auriculares.

Trabajos de restauración en las catacumbas

Trabajos de restauración en las catacumbas de París. MAVI DOÑATE

Modernizar, pero sin perder el encanto de lo antiguo. Por ejemplo, en algunos tramos se cambiarán las lámparas por la iluminación de las velas como era en los siglos pasados.

"Vamos a respetar su carácter auténtico porque es lo que la gente busca. Por ejemplo, decidimos mantener esta proximidad a los huesos, lo que también plantea problemas porque se tiene la tentación de tocarlos, o incluso robarlos, pero es lo que hace que sea tan especial. Solo queremos resaltar mejor este lugar y protegerlo. Y contar mejor la historia, que es bastante compleja, utilizando dispositivos contemporáneos y más modernos", dice su responsable, Isabelle Knafou.

El hilo de Ariadna

Knafou muestra a TVE una parte de la restauración que se lleva a cabo en el día en el que cierran al público. Dos arquitectos repasan un muro de piedra que se ha desmoronado, o unas restauradoras pintan en el techo de la galería una gruesa línea de color negro.

Una de ellas nos explica que se llamaba en la antigüedad el hilo de Ariadna, en alusión a la guía de la que se servía este personaje clásico para poder salir del laberinto en el que habitaba el temible minotauro del mito griego. "Señalaba a los que entraban en las catacumbas por donde debían andar. Era muy fácil perderse por estos pasillos. Se le llama también la línea de la vida", explica Cornelia Cione.

Corazón de cráneos

Corazón de cráneos en las catacumbas. MAVI DOÑATE

Al salir, se ve que unos cráneos están colocados de tal forma que dibujan un corazón en uno de los muros. Knafou cuenta que es un guiño a los que colocaban en el siglo XVIII los restos óseos para hacer los muros. Los disponían de tal forma que la estructura fuese sólida porque no usaban ningún tipo de material para unirlos.

Cuando un cráneo se movía, la pared se podía caer. Entonces al hacerlo de nuevo trazaban figuras reconocibles como en este caso el corazón. Un símbolo mínimo de cómo los vivos disponemos sobre la forma de muerte.