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Richard Linklater: "El cine tiene menos relevancia, se ha empequeñecido en su propio mundo"

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El director Richard Linklater, en el Festival de San Sebastián.
El director Richard Linklater, en el Festival de San Sebastián. EFE/Javier Etxezarreta
ESTEBAN RAMÓN (San Sebastián)

¿Qué importancia tiene el cine? Como cualquier cuestión, depende del lugar desde el que se aborde. En San Sebastián, en el primer día de las nueve jornadas del festival, el cine lo es (casi) todo. En el eje que cruza el río Urumea, entre el Kusaal, el Teatro Victoria Eugenia y el hotel María Cristina no hay conversación que no atraviese cualquier aspecto artístico o industrial del séptimo arte.

Pero si se amplía un poco el foco, el encantamiento se diluye rápido. Cualquier certamen de cine grande es una burbuja gozosa, pero también una distorsión temporal de la realidad. Lo sabe bien el cineasta estadounidense Richard Linklater (Boyhood o la trilogía Antes del amanecer, atardecer y anochecer), presente en el festival para hablar de Nouvelle Vague, la película que presentó este año en Cannes, donde vuelca su amor en un tiempo y lugar tal vez irrepetibles: la eclosión de los jóvenes cineasta que elevaron el estatus del cine al cenit de la cultura y donde recrea el rodaje de Al final de la escapada, de Jean-Luc Godard, en 1959.

¿Hay nostalgia de la época en la que el cine ocupaba el centro de la cultura? “Un poco sí. Lo he visto durante mi vida, donde los cineastas, novelistas o músicos tenían un lugar importante. Ahora creo que el cine es menos relevante para la población en general, también la música y literatura, tienen menos importancia en la conversación”, admite en una entrevista con RTVE.es. “Es diferente, sigue estando ahí, pero se ha empequeñecido en su propio mundo. En los festivales es algo muy grande, pero fuera da un poco igual. Lo siento así, es algo que importa a tus seguidores y fuera no: es el mundo en el que vivimos”.

Nouvelle Vague desprende cariño absoluto. Y no solo por los popes de aquel movimiento como Godard, Truffaut, Chabrol, Resnais, o Rivette. O los protagonistas Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg. Sino también Rosselini, Bresson o Melville y todo un paisanaje de periodistas y técnicos de ese París –quizá otra burbuja- convertido en plató ya mítico.

Formalmente, la apariencia de Nouvelle Vague, rodada en una suerte de fetichismo con la misma cámara que el operador Raoul Coutard filmó Al final de la escapada, se asemeja más a una película de Truffaut que a una de Godard. ¿Fantaseó filmar una película más radical y experimental, es decir, más acorde al espíritu de Godard? "No se puede imitar una película de Godard. Sería terrible. No funcionaría, así que hablé con mi equipo que haríamos como si fuese una película de la nouvelle vague de 1959, pero de otro director francés: elegí el estilo de Jacques Rozier porque me gustan sus películas", explica en toda una declaración de principios posmodernistas.

La elección de Al final de la escapada obedece a la mitología personal de Linklater, pero también concede que Godard, como personaje, se adapta al espíritu de comedia ligera de la película. “Sí, porque es muy diferente. Creo que Truffaut era más tranquilo y razonable, y el resto son más normales y respetuosos, pero Godard era crítico, polémico, su cabeza estaba llena de citas y hablaba con aforismos. Era vulnerable y confiado a la vez. Iba mucho de farol también y cuando tenía una inseguridad soltaba una cita. Era impredecible”.

Dos hombres, uno con gafas de sol mirando a la cámara y otro pensativo, en una oficina con máquina de escribir. Ambiente de trabajo intelectual, posiblemente relacionado con la escritura.

Guillaume Marbeck, como Godard en 'Nouvelle Vague'

De hecho, Godard, con su naturaleza siempre a la contra, renegaba habitualmente de sus propios postulados. Como de la propia 'teoría de autor' (que sostiene que el director es el único autor de un filme) que, gracias a él y al resto de jóvenes turcos de la revista Cahiers du cinema, elevó el estatus del director al papel de artista total. En una entrevista, ya de este siglo, Godard sentenció que auteur era ya un término inservible y que el error fue centrarse en esa palabra y no en la palabra ‘teoría’.

Linklater ríe al escuchar la cita. “Es muy gracioso. Se convirtió en el autor por excelencia y es muy de Godard decir que todo fue un error. Por eso es tan citable. En esa época se hablaba de esa teoría y es incuestionable que se consolidó en la conciencia cinematográfica”, explica Linklater reafirmando su fe.

¿Existe la posibilidad de una revolución semejante a la que en cine experimentó a comienzos de los 60? “Siempre hay nuevas tecnologías, pero entonces el cine era muy joven y solo llevaba 65 años en pie. Había una revolución con las cámaras, las bobinas de alta velocidad. Fue entonces cuando Godard pensó en hacer algo de una manera distinta. Pero también ahora hay cada vez cámaras más pequeñas y puedes grabar con tú móvil. Habría que pensarlo, pero quizá una persona joven lo esté haciendo ahora mismo. Lo difícil es que luego se vea, porque no siempre es posible distribuirlo”.