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Entrevista

Chema Caballero, escritor: "Los migrantes ven cómo las pateras se hunden y el tratamiento cuando les reciben"

  • El autor narra en su libro El bebedor de cerveza los más de 30 años que lleva "recorriendo los caminos de África"
  • En las páginas, Caballero intenta tumbar prejuicios y transmitir una imagen distinta del continente
Chema Caballero, autor de 'El bebedor de cerveza'
Chema Caballero, autor de 'El bebedor de cerveza' Sofía Nicolás

Voló a Sierra Leona en mitad de una guerra civil, con niños soldados y diamantes de sangre. Ese 1 de octubre de 1992 empezó a recorrer los caminos de África y desde entonces no ha parado. Chema Caballero (Castuera, Badajoz, 1961) lleva más de tres décadas intentando desprenderse de los prejuicios, tumbar miedos y llenar un vacío. También entender y conocer. Dice que es descendiente místico de Patrice Lumumba, tuvo una experiencia religiosa con Mammy Wata (la diosa de las aguas) y prácticamente ha probado todas las cervezas del continente, también las que se beben en cuencos hechos con calabaza.

Caballero empezó como misionero y luego cooperante. Ahora es consultor de proyectos de cooperación y "escribidor", que no periodista, según detalla él mismo: "Yo únicamente cuento batallitas que me encuentro en mis viajes por África, con la única intención de intentar transmitir una imagen distinta del continente". Eso hace en 'Planeta Futuro' de El País, sección con la que colabora desde hace años. También es autor de varios libros, entre ellos Los hombres leopardo se están extinguiendo y Edjengui se ha dormido. Del victimismo al activismo de los pigmeos bakas. En su último libro El bebedor de cerveza narra ese recorrido que ha hecho por muchos países de África durante más de tres décadas.

PREGUNTA: Llegó a África en 1992 "lleno de prejuicios y estereotipos" y tuvo que hacer una "gran labor de deconstrucción", según señala en el libro. Era una época completamente distinta en cuanto a acceso a la información. ¿Cree que ahora, con esta posibilidad de conocer la realidad de lo que pasa en otras partes del mundo, siguen existiendo esos mismos prejuicios o como sociedad hemos avanzado algo?

RESPUESTA: Yo creo que sí. Mucha gente que viaja a África va con esa mentalidad. Hay algunas personas que me dicen "yo quiero ver la África de vedad", pensando que África sigue siendo la aldea, la gente en taparrabos y tocando el tambor a la luz de la luna. Y eso existe en algunas partes. Pero la realidad de África es muy distinta. Es una realidad muy urbana. Los jóvenes están haciendo cosas increíbles y eso la gente lo ignora. Incluso le chirría un poco, ¿no? Además seguimos viendo África como un todo, como una unidad, y no como 55 países muy diversos, con cualidades muy distintas, con lenguas, culturas y religiones muy diferentes.

P: Hay una frase que le dijo un amigo, y que recoge en el libro, que dice que "cuando un país africano es pobre, es tan pobre de verdad que no tiene ni guerra". Menciona la superficialidad con la que muchas veces los medios generalistas cuentan las guerras de África y que casi todo radica en las materias primas del continente. ¿Por qué seguimos sin saber explicar esto?

R: Muy poca gente se mete a ver y a analizar el contexto de estos conflictos. Se habla de masacres, de tantos muertos... Sudán, por ejemplo. Se habla de desplazados, ataques... Pero, ¿quién es esa gente que está detrás de los grupos armados? ¿De dónde salen? ¿Por qué surge realmente lo que está pasando en Sudán? Creo que son tres o cuatro los periodistas que están intentando cambiar la narrativa sobre África.

P: También señala que, "a pesar de la imagen negativa que podamos tener de África, en la mayoría de sus 55 países reina la paz" ¿Por qué a pesar de esto, solo se piensa en África en términos negativos?

R: África siempre es el lugar en negro, el lugar de la guerra, del hambre, de la enfermedad y todo lo que no sea eso, no es África para nosotros. O [el lugar de los] migrantes. Si hablamos de Marruecos, Mauritania o Túnez es para decir que son lugares de partida de embarcaciones precarias. Pero no se habla de la riqueza cultural, o de todos los lazos con España. Nunca hablamos de ese tipo de cosas. Parece ser que eso no vende, que no nos interesa. Por alguna razón, queremos seguir manteniendo África como ese lugar oscuro, como "El corazón de las tinieblas" del [escritor Joseph] Conrad.

P: ¿La gente que cruza el océano en una embarcación precaria sabe la situación real con la que se va a encontrar al llegar a Europa?

R: Lo saben. A través de la televisión o por las redes sociales ven lo que pasa. Están viendo cómo las pateras se hunden en el mar, el tratamiento que tienen cuando les reciben, cómo están viviendo muchos de ellos... Lo saben, pero fíjate cómo tiene que estar mucha gente de desesperada que dicen: "Me arriesgo porque es mi única salida". La gente migra por necesidad. Porque hay muchísimos jóvenes que intentan quedarse en su casa y buscar trabajo en su país. Las economías están creciendo mucho en varios países y eso supone más posibilidades para los jóvenes.

P: ¿África necesita cooperación?

R: Ningún país se ha desarrollado gracias a la ayuda internacional. Pero también, gracias a la cooperación, hay mucha gente que ha salido adelante. Hay proyectos, pequeñas iniciativas, sobre todo de mujeres, que gracias a la cooperación han funcionado y han resuelto la vida de determinadas familias y comunidades. Hay mujeres que están creando empleo para que sus hijos no emigren. Eso me parece muy interesante. Dicho esto, ninguna cooperaciones es neutra, sobre todo la que va de Estado a Estado. Siempre hay unos intereses. En el caso de España, parar la migración de los países africanos a España.

Ningún ningún país ha desarrollado gracias a la ayuda internacional

P: ¿Ha visto de primera mano algún proyecto que se haya visto afectado por la congelación de los fondos de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID)?

R: En Senegal hay una ONG que tenía un proyecto aprobado a cuatro años muy grande, de bastantes millones de dólares, para la promoción de mujeres en salud reproductiva y a algunas cooperativas, de la noche a la mañana, ya no les llega el dinero. Entonces la gente que estaba contratada para este proyecto está fuera. Todo el trabajo previo que se había hecho con las comunidades para involucrar a las mujeres, se queda ahora en nada. Y está teniendo consecuencias: campos de de personas desplazadas y refugiadas, ya no hay sacos de comida de USAID, prácticamente todas las ayudas a la investigación médica han desaparecido... Estamos viendo poco a poco cómo esto va a tener una repercusión muy grande.

P: Uno de los problemas que más afecta a África y que apenas causa es el cambio climático. En estos 30 años que lleva por el continente, ¿cómo has visto cambiar al continente?

R: El desierto avanza. Eso se ve. Una cosa muy obvia también es el patrón de lluvias. Antes, en casi toda África, era muy definido: estación seca y estación de lluvias. Cuando empezaban las lluvias, se sembraba. Ahora las lluvias llegan tarde o llegan antes. Los ancianos, que eran los que controlaban en el tiempo, ya no saben cuándo hay que sembrar. Otro ejemplo es el de los pueblos ganaderos seminómadas, que cada vez tienen que bajar más en busca de agua y pastos. Eso está creando muchos conflictos en toda la zona fronteriza con el Sahel, porque ellos ya no se mueven en su ambiente tradicional, donde había unos mecanismos para poder solucionar los conflictos que ocurrían con las comunidades campesinas. Al bajar y entrar en tierras nuevas, eso ya no existe. Además, con toda la circulación que hay de armas, hay auténticas masacres en todas partes.

P: ¿Ha cambiado su visión sobre la labor de los misioneros en el continente?

R: Personalmente es un momento de confusión. En el libro a veces soy muy crítico con con la misión, porque es un elemento para imponer la colonia, la metrópolis. El poder político y el poder religioso van muy unidos. Es verdad que las misiones cristianas han hecho mucho a nivel de educación, de sanidad y gracias a ellas, más gente ha podido estudiar y tener una calidad de vida. Pero mi gran crítica ahora es que estoy descubriendo toda esta alianza con el con el poder. Ahora, la Iglesia Católica en África está buscando cómo romper esas ataduras con el pasado. Está intentando buscar su propio camino de una forma más estricta y mucho menos poderosa.

P: "En África no hay revolución sin banda sonora" ¿Qué supone la música en África?

R: Todo se hace con música. El baile, la música es fundamental para cualquier cosa, desde un entierro a una ceremonia religiosa o social. Y algo que creo que es curioso es que todas las revoluciones han tenido a sus grupos de música, que son quizás los que las han inspirado muchas veces. En muchas guerras de independencia han sido los músicos los que han transmitido los mensajes. Porque era una sociedad oral, y además lo hacían en las lenguas propias, que los colonos no entendían. Y esto está pasando también ahora. Lo hemos visto, por ejemplo, en Senegal, con el movimiento juvenil Y'en a marre para echar a Macky Sall, el antiguo presidente. Lo hemos visto en Burkina Faso, en Sudán, en tantas partes. Por eso digo que todas las revoluciones en África llevan su propia banda sonora.

P: ¿Por qué este título para el libro?

R: Es un homenaje a un libro que a mí me sirve de guía que es "El bebedor de vino de palma" de Amos Tutuola. Es una maravilla de libro, de literatura oral puesta por escrito. Es el típico cuento iniciático aplicado a una persona que tiene que buscar a su sangrador de vino de palma, entonces va recorriendo los caminos hasta que llega a la ciudad de los muertos. Entonces yo estoy caminando también. No bebo vino de palma, aunque me gusta mucho. Yo bebo más cerveza, por eso este juego de palabras. Yo todavía no he encontrado a mi sangrador, entonces sigo caminando.

P: ¿Cuál es la mejor cerveza que se ha tomado en África?

R: ¡Hay muchísimas! A mí me gusta mucho ir a los bares locales, cuando ya terminas el día, te sientas, te tomas una cerveza, hablas. Siempre es un momento de relax y de charla. Y entre la cerveza y la oscuridad de los bares, pero con muchas luces de color por fuera, ayuda a las confidencias, a hablar. En el libro cuento la primera vez que probé el vino de palma, que fue un momento mágico. O esa cerveza que me bebí en Guinea Conakry cuando salí de Sierra Leona después de estar sitiado. Y también con cualquier partido del Real Madrid en un bar.