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España ante el fuego (III)

Un ojo siempre en el humo: voluntarios de Castromil vigilan las reactivaciones del incendio en la frontera con Ourense

Vecinos afectados por los incendios colaboran para evitar nuevos focos

A 300 metros del fuego está la primera casa de Castromil. A esa distancia detuvieron las llamas en este pueblo encaramado en la montaña y con vistas a Galicia y a Castilla y León.

Horas después del cara a cara con las lenguas de fuego, Jesús lleva una camiseta fosforita de una marcha popular con restos de ceniza; Jose Ramón, una técnica de deporte y, Santiago, una con lobos estampados con ronchones de tierra mojada. Sobre los hombros de estos vecinos, una manguera serpentea. También se sostiene en los cuerpos de tres bomberos forestales uniformados e intercalados con los lugareños.

Esta "cordada" refresca una colina que se quemó a las afueras de la localidad y que marca el último frente del incendio. Un vecino vio humo unas horas antes y avisó al resto ante el miedo de que se produjera una reactivación. Tras la ladera quemada hay una finca intacta con castaños y maleza seca y alta. Unos pasos después, aparecen las primeras casas.

Por eso, en Castromil, provincia de Zamora, no le van a perder la cara al terreno quemado "hasta que pasen varios días o llueva", razona Santiago. Y, en consecuencia, hasta 40 de los 200 habitantes del lugar se coordinan en tareas de prevención como desbrozar y echar agua en lo ya quemado.

Aquí, el pasado jueves desalojaron a 28 vecinos porque el fuego venía para quedarse en la localidad. Sin embargo, muchos en el pueblo decidieron no marchar y esperar acontecimientos. Jesús, residente y, también, alcalde de una localidad vecina, fue uno de ellos y defiende que aportaron lo que pudieron para controlar el incendio. Subraya, también, que respetaron el trabajo de los bomberos forestales. Tenían, eso sí, un plan B: "Reunimos a la entrada del pueblo mangueras y cubas de agua para protegernos ahí". Jose Ramón pasó esa noche también en Castromil: "No me iba a marchar sin mis vacas".

Detalle del incendio forestal en Castromil, Zamora

Detalle del incendio en Castromil el pasado viernes. Mariam A. Montesinos / EFE

El fuego venía de A Mezquita, Ourense, donde dos días antes se había declarado un incendio forestal. La Xunta de Galicia estima que las llamas se han tragado ya 9.000 hectáreas en este suceso.

Animales para la prevención

Castromil es un pueblo con dos cuerpos y tres lenguas. El núcleo urbano está dividido entre Castilla y León y Galicia: tiene dos alcaldes y sus dominios están separados por un arroyo, pero ambas localidades se llaman igual. Si quieren ir al bar entre semana, recorren 8km y están en Portugal. Cuando hablan entre ellos, los vecinos mezclan palabras en castellano, en gallego y en portugués.

Por eso, en la cadena de voluntarios se escuchan órdenes en diferentes idiomas y todos se coordinan. Jose Ramón, en una pausa mientras refrescan lo quemado, suelta su porción de manguera y reflexiona sobre los fuegos de estas semanas: "El problema es la mala gestión, pero tiene arreglo entre todos, no solo con decisiones tomadas en los despachos".

Voluntarios en Castromil remojan una zona quemada por un incendio forestal

En las labores de prevención de nuevos rebrotes del incendio, participan también dos brigadas forestales. Daniel Rivas Pacheco

Este vecino y Santiago, su hermano, tienen 60 vacas en prados próximos a la localidad. Tras el paso de las llamas, algunas están en un prado junto al pueblo.

Con estos animales, se crea una postal de Castromil con casitas bajas, cercados de piedra y árboles que crecen hasta casi tapar la vista de las cumbres. Sin embargo, esta estampa oculta el riesgo que sufrió el pueblo el pasado jueves. Por eso, Jose Ramón reclama que el ganado sea algo más que un elemento de una fotografía o una preocupación ante un incendio forestal: "Los ganaderos somos la solución".

En su opinión, estos fenómenos hay que prevenirlos en invierno. Y, para eso, propone que las administraciones contraten a pastores para que los animales se alimenten en los montes. Así desbrozan y hay menos materia que se puede quemar. A la larga, cree que se ahorraría dinero. Por eso reclama que se cuente con ellos en la lucha contra incendios.

Uno trajo un tractor; otro puso sus brazos

Jose Ramón se queja también de que nadie llame a los vecinos para colaborar en controlar el fuego forestal: "No se nos pregunta si podemos ayudar". Ahora lleva una manguera al hombro que se nutre de una cuba de agua de 4.000 litros que pertenece a la junta vecinal. Él ha puesto el tractor que arrastra a este depósito. Un chico joven lo conduce; otro, adolescente, pone sus brazos para arrastrar el tubo monte arriba por la marca que ha dejado el fuego y, así, remojar el terreno.

Junto a estos voluntarios, hay decenas más en otros pueblos afectados por las llamas en el oeste de España que suben comida a los animales o aran la tierra para que los rescoldos del fuego no encuentren donde sembrarse. Sin embargo, desde la Asociación Nacional de Agrupaciones de Voluntarios de Protección Civil advierten del peligro de acercarse al fuego sin tener los recursos y la preparación para ello. En esta temporada de incendios, han muertos dos voluntarios en León.

Además, en la actualidad hay 19 incendios activos que, por su envergadura, requieren la ayuda de medios estatales. En Castilla y León hay 11 en nivel 2 (riesgo alto). En Galicia hay nueve focos y ya se han calcinado 46.970 hectáreas en estas últimas semanas.

En este dilema sobre el papel de los vecinos en un incendio, Santiago reclama que, ante una situación tan excepcional, con tantos focos, les dejen participar en la lucha contra los incendios. Desde la "cordada", con una manguera entre las manos, defiende que no han hecho nada que no llevaran a cabo ya sus antepasados. Señala entonces al adolescente que le acompaña remojando el suelo y remata: "Ahora es un orgullo enseñar a los jóvenes lo que aprendimos".