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Un pedófilo disfrazado de nuevo amigo virtual: cómo el 'grooming' acecha a los menores a través de los videojuegos

  • El depredador ofrece regalos del videojuego para obtener imágenes sexuales de menores
  • Entre el 9% y el 19% de menores de todo el mundo han sufrido violencia sexual en línea
¿Cómo el 'grooming' acecha a los menores a través de los videojuegos?
REMEDIOS CANO (RNE)

La imagen de un niño frente a un videojuego puede parecer inocente, pero lo que ocurre al otro lado de la pantalla no siempre lo es. Los videojuegos en línea, convertidos en espacios de socialización para menores, también se han transformado en la puerta de entrada perfecta para el grooming, una forma de abuso sexual infantil a través de la manipulación emocional y el engaño digital. El adulto se hace pasar por otra persona con la intención de ganar la confianza del menor y luego abusar sexualmente de él o ella. Según el informe internacional Global Threat Assessment, entre el 9 % y el 19 % de los niños de todo el mundo han sido víctimas de este delito.

"Igual que no dejaríamos solo a nuestro hijo en un parque lleno de desconocidos, tampoco deberíamos dejarlo sin supervisión en un videojuego online", advierte Irene Montiel, criminóloga de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Según explica, los agresores sexuales eligen los videojuegos porque "son lugares en los que, normalmente, no están los cuidadores principales" y donde el acceso a los niños "es fácil y está normalizado”.

¿Cómo actúan los depredadores?

El pedófilo tarda solo 45 minutos en abusar sexualmente al menor a través de un videojuego online, según los datos de la organización finlandesa Protect Children. La manipulación no empieza con violencia ni amenazas, sino con una conversación aparentemente trivial. Tal como señala Edgar Artacho, psicólogo forense: "estos adultos se presentan como personas inofensivas, simpáticas, incluso como iguales, y poco a poco intensifican el contacto con el menor". Muchos incluso fingen ser niños -lo que se conoce como catfishing- para ganarse su confianza.

Una vez establecida esa relación, el agresor ofrece recompensas virtuales a cambio de contenido íntimo. "Se pueden conseguir armas, atuendos o poderes en el juego, y estos se ofrecen a cambio de imágenes sexuales", relata Montiel. Incluso se utilizan monedas virtuales como método de pago encubierto.

Uno de los riesgos más graves del grooming es el destino final de las imágenes que los menores comparten sin ser plenamente conscientes de su valor. Irene Montiel advierte que esa imagen puede acabar en redes de pedofilia, puede motivar a otros agresores a que busquen al niño para extorsionarlo o conseguir más imágenes. Incluso existe el peligro de que, mediante los metadatos de las fotos, los agresores puedan localizar físicamente al menor, aunque esto no sea lo más frecuente.

Los depredadores aprovechan la vulnerabilidad del menor

Clara, una joven que vivió esta situación siendo niña, lo describe con claridad: "Es muy fácil comprar el cariño de un niño de once años con una placa (objeto del juego)". En estas comunidades virtuales, donde existe una jerarquía social basada en lo que los personajes tienen o visten, el estatus digital se convierte en una moneda de cambio peligrosa.

Los niños, especialmente entre los 10 y 14 años, atraviesan una etapa de inmadurez emocional y cerebral que los hace más propensos a este tipo de engaños. "No son capaces de pensar en las consecuencias a largo plazo de sus actos (...) No es que sean tontos, es que su cerebro aún no ha construido todas las conexiones necesarias", aclara Montiel.

"La culpa nunca es del niño o la niña, sino del adulto que lo manipula"

Además, muchos menores ni siquiera otorgan valor sexual a las imágenes que comparten. "Un niño de nueve años probablemente no le da a esas imágenes el mismo significado sexual que le damos los adultos", añade la criminóloga. Por eso es aún más urgente intervenir desde la prevención y la educación afectivo-sexual desde edades tempranas, según apuntan los expertos.

Uno de los errores más comunes es culpar al menor por haber caído en la trampa del agresor. Sin embargo, Irene Montiel insiste en que la culpa nunca es del niño o la niña, sino del adulto que lo manipula: "Cuando este niño pide ayuda o se destapa la situación, lo primero es mostrar apoyo . La víctima de un abuso es él o ella; los adultos tenemos la responsabilidad de cuidar y proteger". La irresponsabilidad recae muchas veces en los padres o tutores que permiten el acceso a plataformas no adecuadas para la edad o que dejan a los menores jugar sin supervisión." La protección digital, a través de la educación, el acompañamiento activo y el uso de herramientas de control parental, no es una opción, sino una obligación para prevenir estos delitos.

Silencio y culpa: las barreras para denunciar

Uno de los principales obstáculos es que los menores no suelen contar lo que les ocurre. "No va a contarles a sus padres que ha intercambiado fotos sexuales a cambio de un arma", reconoce Montiel. Y si el menor llega a verbalizarlo, muchas veces lo hace con un sentimiento de culpa que no debería cargar.

Artacho explica que la culpa proviene, en parte, de la reacción de los adultos: "Si en el pasado recibieron castigos severos por otros errores, ahora temen pedir ayuda. Tienen miedo de decepcionar, de ser juzgados, de haber fallado".

Clara recuerda que ella fue capaz de evitar caer en un caso de grooming porque su padre la preparó: “Cuando me lo encontré, ya supe cómo reaccionar, porque me advirtió desde el principio sobre los peligros de internet”. Pero no todos los niños tienen esa guía.

Además del silencio, otro gran obstáculo para detener estos delitos es la dificultad para identificar al agresor. En los videojuegos y redes sociales, se utilizan apodos o nicknames, y muchas veces los responsables se ocultan tras perfiles falsos. Como explica Irene Montiel: "Se necesitan una serie de evidencias digitales para poder detectar o identificar a la persona que está detrás". El anonimato en internet convierte la denuncia en un proceso complejo, especialmente si las plataformas no colaboran o están fuera de la Unión Europea, lo que impide rastrear fácilmente a los responsables.

¿Qué pueden hacer las familias?

La prevención empieza en los hogares. Montiel insiste en la supervisión tecnológica: "Una pantalla no debería estar en la habitación de un menor de 15 o 16 años sin supervisión adulta". Jugar en familia y conocer el contenido del juego es clave.

Cristina Gutiérrez, responsable de menores del INCIBE, subraya la utilidad de los controles parentales: "Muchos videojuegos incluyen mecanismos para bloquear canales de comunicación o limitar el tiempo de juego. Pero los padres deben activarlos y conocer cómo funcionan".

Ante la posibilidad de que un menor haya sido víctima de grooming, resulta crucial reunir indicios que puedan respaldar una denuncia. Los expertos destacan la importancia de conservar cualquier tipo de evidencia disponible, como podrían ser capturas de pantalla de conversaciones, imágenes intercambiadas o información del posible agresor.

Con toda esta información recabada, cabe presentar estos hechos a los cuerpos de seguridad. También puede ser útil establecer contacto con otras familias cercanas al entorno del menor, ya que no es infrecuente que otros niños hayan recibido mensajes similares. La acumulación de testimonios y denuncias puede fortalecer la investigación y facilitar, si fuera necesario, la cooperación con organismos internacionales. Mientras tanto, la principal defensa sigue siendo la educación.