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Francisco: el papa que mostró al mundo cómo predicar con el ejemplo

Bergoglio: el ejemplo de predicar con ejemplo

El papa Francisco tenía muy claro qué tenía que ser la Iglesia y, por tanto, qué debía ser él, y buscó esa coherencia desde su mismo nombramiento.

Eligió su nombre de pontificado por Francisco de Asís, el santo de la pobreza, y en su primera salida al balcón de la plaza de San Pedro quiso presentarse ante el pueblo solo con una sotana blanca y una cruz de plata. Ni rastro de los atuendos pontificios que habían lucido todos sus antecesores en el momento de su primer saludo al pueblo.

Esa misma noche rechazó el coche oficial, como tantas otras veces, y renunció a dormir en los lujosos aposentos del Vaticano. No se hallaba. Decidió instalarse en la habitación 201 de la residencia de Santa Marta, un hotel eclesiástico, mucho más austero, en el que suelen alojarse religiosos de todo el mundo cuando van al Vaticano. "Me gusta estar entre la gente. No puedo estar solo", explicó entonces.

El papa en la ONU

Francisco ha sido el primer pontífice en dirigirse a los gobernantes mundiales en la Asamblea General de la ONU. ARCHIVO EFE / ANDREW GOMBERT

El foco en los más necesitados

El papa deseaba "una Iglesia pobre para los pobres", y puso a estos muchas veces en el centro de su discurso. Incluso llegó a pedir perdón públicamente en nombre de aquellos católicos que miran para otro lado cuando tienen la pobreza ajena delante.

Le parecía esencial reconectar con los valores más elementales del cristianismo y recuperar la Iglesia sencilla, humana y cercana, porque notaba a la institución algo desubicada. "Quiero lío en las diócesis. Quiero que la Iglesia salga a la calle", dijo durante las Jornadas de la Juventud de Río, en un encuentro improvisado de un día para otro con miles de argentinos que habían acudido a verle.

Y es que, si algo ha movido a Francisco (y ha traído de cabeza a sus equipos de organización y protocolo) ha sido la espontaneidad. Esa "obsesión" por la cercanía, por atender, como él decía, a quien se movía "poniendo por delante el corazón".

El papa en Lesbos junto con el patriarca ortodoxo ecuménico de Constantinopla Bartolomé I

El papa Francisco, el patriarca ecuménico Bartolomé y el Arzobispo griego Jerónimo asisten a un acto en memoria de las víctimas de la migración, en la isla de Lesbos (Grecia), el 16 de abril de 2016. EFE/EPA/YANNIS KOLESIDIS

Por ellos se saltó muchas veces la agenda y los protocolos. Como cuando subió a su avión a un grupo de refugiados tras visitar los campos de Lesbos, cuando paró una misa para atender con mimo y paciencia a un niño con TEA que irrumpió en el escenario o la cantidad de veces que dijo "no" al coche oficial: "Yo me vuelvo en autobús con los chicos".

Valiente u osado, quería agitar conciencias

Bergoglio fue también un papa muy consciente de su tiempo. Del punto en el que estaba la Iglesia, sí, pero, sobre todo, del punto en el que está el mundo. Y no se contuvo nada a la hora de pisar charcos y advertir. Habló con preocupación de los peligros del cambio climático, de la inteligencia artificial, de las redes sociales o de la economía feroz. "Esta civilización mundial se pasó de rosca. ¡Se pasó de rosca! Porque es tal el culto que ha hecho al dios del dinero que estamos presenciando una filosofía y una praxis de exclusión", dijo.

El papa Francisco presenta una rosa blanca a la Virgen María durante una audiencia general en 2015

El papa Francisco, durante una audiencia general en 2015 AFP / VICENZO PINTO

En esta línea, Francisco tenía claro que había cosas en las que era necesario avanzar. Defendió, por ejemplo, la revisión del papel de la mujer en la Iglesia y, aunque no puso en marcha nada revolucionario, llegó a nombrar a varias para altos cargos del Vaticano. Y ya en silla de ruedas lavó los pies a varias reclusas de la mayor cárcel del país, algo que nunca había ocurrido hasta ese momento porque ese gesto, imitando a Jesús en la última cena, se había tenido exclusivamente con presos hombres.

Francisco también se mostró algo más abierto con el colectivo LGTBIQ+, con comentarios que han quedado para siempre en el imaginario colectivo. "Si una persona es gay, quiere acercarse al señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?". "Todos somos hijos de Dios. Ser homosexual no es un delito. Ya, pero es pecado, dirán algunos. Sí (contesto yo), pero también lo es la falta de caridad con el prójimo, ¿y vos cómo andas?". Comentarios que generaron, de todo, menos indiferencia. Los más conservadores se echaron las manos a la cabeza porque el papa se había pasado de la raya y, sin embargo, los más progresistas sintieron que el paso dado se quedaba corto porque, si bien defendía que la homosexualidad no era un delito, sino una condición humana, prefería mantenerla alejada de los seminarios.

Y eso también fue una característica de Bergoglio: la de remover, la de generar debate a raíz de sus posturas. Demasiado progresistas para algunos, todavía conservadoras para otros. Pero la sensación que él transmitía en todo momento es que ambas eran buscadas. Quería agitar conciencias. Por eso, siguiendo la estela de Benedicto XVI, también pidió perdón muchas veces por los abusos sexuales en el seno de la Iglesia.

En contra de las guerras

Bergoglio se pasó el pontificado pidiendo el fin de las guerras y recordando el inmenso dolor que producen, sobre todo, en los niños.

Con la de Ucrania rompió a llorar más de una vez, con la de Gaza llamaba cada noche a la única iglesia católica que hay en la Franja para conocer su día a día. En la de Sudán, se arrodilló y besó los pies de los contendientes —de ahí que le llamen el papa de los gestos— para a ver si así les hacía entrar en razón.

Defensor de los abrazos y detractor de las nuevas tecnologías

Distinguía hasta tres tipos de abrazos: el que falta, el que salva y el que cambia vidas. Y dio muchos, sentidos, a lo largo de estos años. Porque el papa prefería la vida offline, la real. Por eso no quería saber nada ni del teléfono móvil, ni de redes sociales. "Me da mucha libertad", explicaba. Tampoco quería ver un ordenador ni en pintura, lo escribía todo a mano, y tiraba del humor como un arma más para acercarse al contrario.

Los viajes del pontificado del papa Francisco, en datos y claves

Los viajes del pontificado del papa Francisco, en datos y claves. DISEÑO RTVE / EFE

Francisco fue un papa al que se le pudieron discutir muchas cosas, pero hay una que no: la coherencia. Perseguida y conseguida hasta el final. Él sentía que estaba ahí para todos, creyentes y no creyentes, y para todos hablaba. Cuando se despedía de los primeros, les pedía que rezaran por él. Cuando se despedía de los segundos, "que me piense bien y me mande buena onda".