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El reclutamiento de menores por grupos armados, una condena para el futuro de Colombia

  • Los datos oficiales, muy incompletos, señalan que al menos 463 fueron reclutados en 2024
  • Los grupos armados aprovechan las dificultades para captar menores que engrosan sus filas mientras el conflicto se recrudece
Reportajes 5 continentes - El reclutamiento de menores en Colombia se dispara

Un conflicto armado que se alargue durante más de 60 años destroza a cualquier país y, el de Colombia, se ha convertido en uno de los más largos que se recuerdan. A pesar de los acuerdos que desarmaron en 2016 a las FARC, la mayor guerrilla de América Latina, la guerra ha seguido avanzando con el reposicionamiento de otros grupos que han aprovechado la ausencia del Estado para campar a sus anchas, controlar el territorio y financiar sus actividades gracias al tráfico de cocaína, las explotaciones mineras ilegales o la extorsión. Son ocho los conflictos armados que viven hoy en Colombia, de varios grupos armados entre sí o con el Ejército nacional.

A pesar de la ambiciosa agenda del presidente Gustavo Petro de lograr una "paz total" negociando con varios grupos a la vez, la verdad es que ahora mismo se vive un aumento de la crisis humanitaria. El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) ha asegurado que es el peor momento en los últimos nueve años con un aumento del desplazamiento forzado, con especial virulencia en la región del Catatumbo por los enfrentamientos entre el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las disidencias de las FARC. La crisis en las zonas fronterizas con Venezuela también se vive en el departamento de Arauca, donde advierten de que, desde hace dos años, no paran de comprobar cómo las comunidades están desesperadas, también, por el aumento del reclutamiento.

"No hay semana que una familia no nos diga que sus hijos han entrado a formar parte de los grupos armados. Es constante", explica a RTVE un mediador comunitario de Pastoral Social, la entidad de la Iglesia católica colombiana que recibe apoyo de Cáritas Española. Es una de las pocas organizaciones que puede adentrarse en determinados lugares y pueden constatar que la entrada de menores en las filas de estas guerrillas o de paramilitares ha sido una constante en el conflicto colombiano, pero en los últimos años "los métodos han cambiado", señalan desde la misma entidad.

Chocó es el departamento más pobre de Colombia y uno de los históricamente más afectados por el conflicto. Ahora vive un enfrentamiento entre el ELN y el Clan del Golfo, uno de los grupos herederos del paramilitarismo que tiene una posición dominante en el tráfico de drogas y que dispone de numerosas ramificaciones empresariales. "Están por todas partes", nos cuentan los mediadores.

Del reclutamiento forzado a la desesperanza

En los últimos años, el reclutamiento de menores de edad ha ido variando en sus métodos. "Antes, los grupos llegaban y se llevaban a la fuerza a los niños. Ahora, se aprovechan de las difíciles condiciones de vida para que se marchen voluntariamente", nos explican. "Ellos crean una necesidad bloqueando comunidades, y las condiciones son muy difíciles. Hasta el punto de que hoy comer carne en muchas zonas del Chocó es un lujo y solo hay universidad en Quibdó. Ante el control territorial de estos grupos y la ausencia del Estado, la falta de expectativas hace que muchas familias no vean con malos ojos que sus hijos formen parte de sus filas", cuentan desde la Pastoral Social de Istmina.

Señalan desde esta organización que, antes de tomar las armas, los menores reclutados se ocupan de vigilar movimientos, transportar mercancías y sobre todo, cumplir órdenes. Según la Defensoría del Pueblo, al menos 463 menores fueron reclutados en 2024. Unos datos, asumen, que son claramente incompletos, porque ante el control territorial que ejercen los grupos armados, es muy difícil denunciar.

Los menores cambian de zona para evitar su rastreo

Otro de los cambios registrados en las tendencias de los menores reclutados es que son trasladados a otros departamentos. "Hace unos meses, tres menores vestidos de camuflado y armados con fusiles se entregaron aquí,en Arauca", explica el mediador comunitario de Pastoral Social. "La sorpresa fue que explicaron que venían del Cauca, un departamento que está en la otra punta de Colombia. Esto lo hacen los grupos para evitar que las familias o las organizaciones puedan localizarlos", señala a RTVE. 

Un reclutamiento que se ensaña con las capas más vulnerables, con las poblaciones indígenas y negras y, también, con las chicas. Jorman recuerda el caso de dos hermanas secuestradas por el ELN, usadas como sirvientas de los comandantes, que pudieron escapar pero cuya vida quedó marcada. Tuvieron que salir de sus casas y marcharse a otro lugar para seguir adelante. Su historia acabó mejor que otras, pero la realidad es que, cada mes, decenas de menores de edad en Colombia empiezan, a la fuerza o por desesperanza, una vida que les va a llevar un camino de dolor. Es la condena del futuro de un país que no consigue acabar con seis décadas de guerra y que es un sufrimiento diario para sus familias.