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Albert Serra: "'Tardes de soledad' interpela moralmente por su crueldad, pero en lo abyecto puede haber belleza"

  • El cineasta estrena el documental sobre la tauromaquia que ganó la Concha de Oro del Festival de San Sebastián
Albert Serra estrena 'Tardes de soledad', documental con el torero Andrés Roca Rey.
Albert Serra, en la Academia de Cine de Madrid. Ricardo Rubio / Europa Press
ESTEBAN RAMÓN

Albert Serra ha filmado un documental sobre el misterio de la tauromaquia y a Albert Serra le gusta la tauromaquia. Conviene fijar la intención y la postura del autor porque Tardes de Soledad produce, según el espectador, toda la gama de reacciones: desde quien ve una crítica de la violencia y salvajismo de lo absurdo hasta quien observa la celebración de la belleza del rito filmando al torero peruano Andrés Roca Rey. ¿Qué tiene Tardes de soledad que fascina desde que ganó, por aclamación, el Festival de San Sebastián?

Desde la sede de la Academia de Cine, en Madrid, el director responde. Pese a su menosprecio a la mayor parte del cine rodado en España, se encuentra cómodo en la institución. “A veces he dicho que me encuentro ya cómodo en España, pero porque me lo preguntan. Me da igual España o Francia, me dan igual los países, lo que cuenta es que se interesen por el cine de verdad. Otra cosa es que los que votan los Goya sean tontos”.

A Serra, un emperador de la torre de marfil que no quiere ensuciarse con asuntos mundanos, las polémicas le resbalan. Cuando le reconocieron con el nuevo Premio Nacional de Tauromaquia (creado por tras la supresión oficial por el Ministerio de Cultura y otorgado ahora por la Fundación Toro de Lidia, el Senado y nueve comunidades autónomas) no le importó estar en el centro del pimpampum político.

“No, a mí me encanta. He sentido un creciente respeto por el matador y la cuadrilla y todo lo que puede redundar en un bien para ellos me parece bien, aunque nunca pensé en hacerles un bien o un mal con la película, es algo que me daba igual: no he cambiado ni un plano, ni una coma por complacerles”, puntualiza.

'Tardes de soledad': el documental que refleja la experiencia íntima del torero Andrés Roca Rey

Aclarado lo circundante a la película, entra a desgranarla. “Era ver qué grado de seriedad había en los toros. Vamos a poner la cámara (tres o cuatro cámaras, en realidad) para que nos lo explique científicamente, aparte de tener un grado de intimidad con lo que sucede en la plaza y en el interior del torero”, define. “Tenía un poco de conocimiento de la tauromaquia para orientarme, pero, higiénicamente, lo olvido y ruedo con la inocencia de siempre, una ingenuidad incisiva porque cualquier cosa mala la hubiéramos cogido: a Dios rogando y con el mazo dando”.

Que Tardes de soledad es cruda queda acreditado por la primera reacción del propio Roca Rey, en contra de ella. Serra no solo no escatima, sino que subraya la muerte de cada toro hasta el último descabello. Para quien tenga principios morales contrarios a priori, Serra ofrece una escapatoria artística. “La película interpela moralmente por su crueldad, pero en lo terrorífico puede haber belleza. Lo terrorífico y lo bello han sido un gran tema romántico: incluso las cosas más injustas y abyectas pueden tener belleza. Pasolini intentó esto en Saló o los 12 días de Sodoma: mostrar el lado estético de la abyección”.

"Conectar con una tradición que nos sobrepasa no está muy de moda"

Para conjurar la contaminación de su propia moral, el método de Serra es pedir a sus operadores de cámara la búsqueda de imágenes únicas ("cada operador tenía la obligación en cada momento de crear una imagen memorable, icónica") y acumular toneladas de horas filmadas para elaborar la película en el montaje. Tardes de soledad se articula sobre cinco faenas de Roca Rey en las que intercala la interacción de la cuadrilla en un plano fijo dentro de su furgoneta y se asiste también a la liturgia más íntima, como el embarullado proceso de enfundarse el traje de luces.

Serra alaba su propio talento “para pasar desapercibido” y permanecer “en un segundo plano” en el rodaje. El efecto se encuentra en la oposición entre los planos con teleobjetivo que empastan al toro y al torero con la cercanía absoluta del sonido: los micrófonos inalámbricos que los protagonistas llevaban durante horas acercan cada bufido del animal y cada comentario a niveles sobrecogedores. No existe un solo plano general de la plaza, ni siquiera del graderío. “Lo que crea la emoción es amplificar las sensaciones, sentir algo físico que además se conjuga con algo moral, incluso”, desarrolla.

¿Cuáles son esos valores morales en juego? “En primer lugar, uno muy importante, el compromiso. También el valor, la vida está en juego. Y lo simbólico del ritual, que no es tanto un valor moral: te acerca a algo sagrado por lo que sientes respeto y a lo que a la mejor te debes. Esta tradición, que el ritual renueva constantemente, es una aspiración de algo que va más allá de tu presente, de tu propio narcisismo. Los tres valores van a contracorriente de los sentimientos de hoy. El valor parece menospreciado; el compromiso, ya no digamos: todo se soluciona en términos de comunicación, de quedar bien. Y conectar con una tradición que nos sobrepasa tampoco está muy de moda”.

"Hay que despreciar al público, en especial a tu propio público"

Un cuarto valor en juego sería la inseguridad del propio torero, angustiado durante la faena y al terminar por el recibimiento que el público tiene de su ejecución. “Los toreros son artistas o al menos consideran que tienen algo que expresar. Y la presión artística, entre comillas, del público está ahí: expresarse con el máximo refinamiento”.

Una presión que Serra, como artista, desde luego no comparte. “Como decían en el punk, hay que despreciar al público, en especial a tu propio público. Bueno, digamos que hay poca gente que entienda los desafíos formales, así que no tiene sentido preocuparse por esa gran mayoría silenciosa”.

Andrés Roca Rey, como objeto del retrato, es un acierto por la sombra de misterio y tragedia permanente que revela. “Es muy enigmático. Todos los matadores lo son, pero a nivel cinematográfico, de captura de la cámara, tiene eso: empiezas intentando resolver un misterio y acabas la película en el mismo punto. Quizá sea eso el fondo insondable de la tauromaquia, por mucho que te acerques, y mira que estamos cerca en situaciones íntimas, hay algo que se escapa y no entiendes”. Serra, como decía la escritora Clarice Lispector sobre su búsqueda del lenguaje, vuelve con las manos vacías, pero vuelve con lo indecible.