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El rey preside el homenaje al republicano Rafael Altamira: "Es un acto de justicia histórica y reparación"

  • Es la primera vez que Felipe VI asiste a la inhumación de un republicano
  • Altamira falleció en el año 1951 en México, tras haber sido condenado al exilio por el franquismo
El rey preside el homenaje al republicano Rafael Altamira: "Es un acto de justicia y reparación"
PABLO DE LA FUENTE AROCENA

El rey Felipe VI ha presidido este lunes en Alicante la inhumación y el homenaje al humanista e historiador Rafael Altamira Crevea, repatriado desde México 74 años después de su fallecimiento en el exilio. En un acto íntimo en el que han participado familiares y figuras políticas en el cementerio de El Campello, se ha recordado su figura como uno de los intelectuales más internacionales de España.

Junto a la participación del alcalde de Campello o el presidente de la Diputación de Alicante, ha intervenido María Luz Altamira, nieta del humanista. "A pesar de las adversidades, nunca dejó de ser un referente. A través de este acto se cumple su última voluntad, su deseo más íntimo. La patria que un día le condenó al exilio, le abre los brazos con gran afecto, respeto y dignidad", ha reflexionado María Luz en un emotivo discurso.

Después de ella, ha tenido la oportunidad de compartir unas palabras el bisnieto de Altamira, Ignacio Ramos. Entre los invitados al homenaje, estaban presentes el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, y el ministro de Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres.

"Cuando se me aparte de la vida oficial, me retiraré al rincón de mis amores más gratos: al Campello". Estas palabras, pronunciadas por Rafael Altamira, se podían leer en el fondo del escenario donde se ha llevado a cabo el acto solemne, en una carpa instalada en la explanada que da acceso al cementerio. Más de medio siglo después de su fallecimiento, el humanista descansa donde siempre había querido, en su ciudad natal. Un sueño cumplido a título póstumo que avanza en la reconciliación y contribuye a cerrar las heridas que permanecen abiertas tras la dictadura de Franco.

Una vez finalizado el homenaje, el rey Felipe VI ha presidido un acto en el interior del cementerio de El Campello. Allí, los familiares de Rafael Altamira han depositado dos coronas de flores en el monumento funerario que se ha construido en su honor. Junto a los restos mortales de Altamira, también han podido ser inhumados los de su esposa Pilar Redondo.

"Hoy homenajeamos a una gran e ilustre figura intelectual en un acto de justicia histórica y reparación de concordia y reconciliación. Sigamos honrando su memoria y su obra, tan necesaria para todos en España", ha escrito el rey Felipe VI en el libro de honor del ayuntamiento de El Campello.

Un español universal

Rafael Altamira nació en 1866 en Alicante y más tarde se trasladó a Valencia, donde cursó sus estudios universitarios de Derecho y dio los primeros pasos de su vocación literaria. Una vez en Madrid, se convirtió en el director de La Justicia, periódico del Partido Republicano Centralista.

Después del desastre del 98, escribió algunas de sus obras más notables, entre las que destaca Historia de España y de la civilización española. Perteneciente a la corriente del regeneracionismo, contribuyó ampliamente a reducir el pesimismo que inundó España tras las pérdidas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

Durante los primeros años del siglo XX, realizó un viaje por Hispanoamérica para impartir conferencias en las nuevas repúblicas, ya independientes de España. Altamira recogió sus andanzas en ultramar en el libro Mi viaje a América. El impacto de estas visitas fue notable y varias universidades, entre las que se encuentran las de México, Santiago de Chile o Lima, lo nombraron Doctor honoris causa.

Una muerte en el exilio

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, se posicionó a favor de los Aliados y escribió La guerra actual y la opinión española. Una vez finalizada la contienda, fue nombrado juez en el Tribunal de Justicia Internacional, predecesor del Tribunal de La Haya. Todos sus esfuerzos contra la guerra y su divulgación antibelicista hicieron que en 1933 fuese nominado para el Premio Nobel de la Paz.

Tras golpe de Estado y el estallido de la guerra civil española en 1936, el historiador abandonó su país natal y se trasladó a Holanda hasta la invasión nazi en 1940, cuando se vio obligado a refugiarse en Bayona, Francia. Con el transcurso de la guerra y el avance de la Alemania de Hitler, Rafael Altamira se exilió definitivamente en México, donde ya estaba su familia.

Altamira fue nominado de nuevo para el Premio Nobel de la Paz en 1951, galardón que no pudo recibir por su fallecimiento ese mismo año. El humanista murió exiliado en México el 1 de junio de 1951. Ahora, 74 años después, su cuerpo ha regresado a España en un acto de justicia que fue su última voluntad.

"Altamira nunca dejó de ser un referente"

José María Portillo, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco, ha afirmado que Altamira "nunca dejó de ser un referente a pesar de que el régimen franquista lo intentó desde el primer momento", al tiempo que ha considerado que con este acto "se ha hecho justicia histórica", ya que "finalmente Altamira está donde tiene que estar".

José María Portillo: "Altamira nunca dejo de ser un referente a pesar de que el franquismo lo intentó cancelar"

En una entrevista en La tarde en 24 Horas, Portillo ha destacado que, además de jurista, "fue un magnifico historiador también, lo cual contribuyó mucho en su formación humanística y en el aspecto como jurista se notaba mucho". Según su opinión, éste fue el motivo por el cual lo convocaron para el Tribunal de Justicia Internacional.

Además, ha subrayado que Altamira "era uno de los mejores intelectuales que tenía España a principios del siglo XX, manejaba diferentes idiomas y era muy apreciado en Europa y en América".