Mejor música original en los Goya 2025: política desde una variedad de géneros
- Analizamos las bandas sonoras de El 47, Guardianas de dragones, La habitación de al lado, La infiltrada y Verano en diciembre
- Arnau Bataller, Arturo Cardelús, Sergio de la Puente, Alberto Iglesias, Sergio de la Puente y Fernando Velázquez, son los nominados
- Sigue en directo los Goya 2025: alfombra roja, actuaciones y gala


Las nominadas a mejor película contienen dos testimonios sobre el proceso creativo musical -La estrella azul y Segundo premio- que por sus características biográficas no han tenido espacio en esa categoría. A cambio, las partituras nominadas a mejor música original han decido seguir las líneas del análisis de lo político, en su sentido más amplio y desde los más variados géneros cinematográficos.
El 47, de Arnau Bataller
El fiscorno, de sonido apagado y noble, da voz al conductor de autobuses Manolo Vital que promovió una disidencia pacífica en la Barcelona posdictadura. Su consigna "hay que hacer las cosas con cabeza” marcan así el desarrollo musical, que parece no querer una evolución dinámica o tímbrica, rebatiendo la épica visual esperada, conformándose con acompañar y, a veces, dar un pequeño empujón, a las dilatadas decisiones en el tiempo que va tomando el protagonista.
Las cuerdas, siempre comedidas, la guitarra o un clarinete bajo junto a un discreto tratamiento electrónico crean un manto que subraya con discreción los sentimientos y la lucha social y política de los habitantes emigrados al barrio de Torre Baró. Serán entonces las canciones que jalonan la banda sonora - "Rossinyol que vas a França" y "Gallo rojo, gallo negro"-, especialmente en su tramo final, las que se salgan de este guion musical y compongan las notas reivindicativas deseadas (y de las que hablamos en el correspondiente apartado de las canciones nominadas a estos granadinos premios) y que suponen la tercera oportunidad de “cabezón” para Bataller, tras las obtenidas por Mediterráneo (2022) y La paradoja de Antares (2024).
Guardiana de dragones, de Arturo Cardelús
En las 29 ediciones de estos premios Goya, nunca ha ganado una banda sonora que no haya sido un drama, una histórica o de género (y alguna comedia). Otras propuestas fuera de norma fueron las dos partituras de Santi Vega para sendos documentales Eyengui, el dios del sueño, y Chavín de Huantar: El teatro del más allá; y tres de animación, las creaciones de Álex Martínez y Zacarías de la Riva para Las aventuras de Tadeo Jones; la de Alfonso de Vilallonga para Robot dreams; y la de nuestro protagonista con Buñuel en el laberinto de las tortugas, de Salvador Simó.
Cardelús -otra vez con Simó- lo intenta por segunda vez, con otra solida y muy extensa partitura orquestal con piano. La coproducción con China, quizá más oportunista que oportuna, no parece haber funcionado. Es una historia de iniciación, basada en las novelas de una australiana, Carole Wilkinson, que incide en las historias de dragones y sus poderes. Para ello toma a la niña Ping como personaje principal quien ya desde bebé da muestras de su futuro poder, aspecto debidamente marcado por la música, que presenta, primero débilmente, un leitmotiv para ella; tema, que dominará y resonará, casi de forma obsesiva, el resto del largometraje. Este hermoso tema, junto a los demás asignados al resto de protagonistas, tendrán sus debidas variaciones tímbricas o armónicas, aunque sin caer en la sincronización imagen-música, casi obligatoria en el cine de animación. Quizá esto, y la grabación con la tecnología Dolby Atmos, han permitido a Cardelús una mayor libertad en la orquestación (occidental, del Hollywood clásico) y desarrollo de los temas principales y equilibrarlo con algunos timbres chinos como el erhu, guzheng o el yangqin. Con tanta animación, nacional e internacional, ganando premios y haciendo taquilla, ¿será una buena ocasión para la música?
La habitación de al lado, de Alberto Iglesias
Comentaba el propio compositor al respecto de este nuevo trabajo junto a Pedro Almodóvar que podría ser la culminación de un proceso progresivo de aumentar la presencia de la música y, además, de incorporarla a los diálogos, para reforzar los silencios. Así, en este tratado sobre la muerte, salpicado de mensajes políticos, la abstracción de la inspiración musical se agranda, no hay búsqueda de lo melodramático, ni tristeza ni alegría: hay una música para la salvación. O para la libertad de decisión. Lejos ya de adelantar o de hacer avanzar la narración, la música va siempre pegada a los movimientos de las dos actrices omnipresentes en pantalla. Esta musicalización de los diálogos obliga al músico a escuchar con mayor atención las palabras y el fraseo de las actrices como, por ejemplo, la melodiosa forma de hablar de Tilda Swinton le llevó a arroparla con tres violonchelos en sus intervenciones.
Esa obligación de apoyo a cada palabra, ha llevado a Iglesias a pensar estos momentos audiovisuales como diálogos cantados, o cantables, como si fueran canciones o recitados operísticos. Si se filtra Mahler o Messiaen, o se evoca, muy lejanamente a Herrmann, son solo formas de enriquecer sus reconocibles agitatos, arpegios u ostinatos. La estructura se revela en las repeticiones melódicas y el uso de los timbres, aunque sus texturas densas por momentos parezcan reclamar nuestra atención. Quince trabajos juntos; de ellos, seis Goyas, que vista esta nominación, no parecen suficientes.
La infiltrada, de Fernando Velázquez
Uno de los muchos géneros que ha abordado el compositor de Getxo en estos últimos tiempos es el político, y en concreto, la política vasca. Como esta historia sobre una joven policía nacional que acepta introducirse en el mundo abertzale para poder llegar a ETA y participar en su desmantelamiento; reivindicación, por tanto -junto al rol de la policía embarazada- del papel de las mujeres en estos ámbitos. Aún así, no parece que la presencia de los protagónicos timbres de la txalaparta y el violonchelo, se vinculen a estas reparaciones históricas, sino que están inspiradas por el género cinematográfico, ya que los escuchamos indistintamente para referenciar el entorno etarra, conversaciones estratégicas o el subrayado de los momentos de peligro.
Además, Velázquez acude a la electrónica como colchón sonoro del desasosiego y de la tensión -siempre más musical que visual- que sufre esta joven policía, tanto por su soledad y aislamiento, como por la ansiedad de ser descubierta. Quinta nominación a mejor partitura para el compositor (quien ganó en 2017 por Un monstruo viene a verme) y segunda por una canción, ya que este año hace doblete con "Show me", contenida en la partitura para el filme de animación Buffalo kids.
Verano en diciembre, Sergio de la Puente
Abre esta película de ascendencia teatral con "Lejana tierra mía", el tango de Carlos Gardel, en la atractiva versión de Asier Etxeandia y subrayado por el peculiar sonido del violín trompeta (instrumento de 1921 e interpretado por el grupo de música tradicional Fetén Fetén). Y desde aquí, el compositor granadino caracteriza a esta adaptación como una pieza camerística: el piano, como instrumento polifónico, es la madre que se inmiscuye constantemente en la vida de sus hijas y de la abuela. Ésta, ya con demencia, es retratada con un vibrandoneón; y los instrumentos solistas como la guitarra, trompeta y clarinete, dan voz a las hijas y sus contrastantes personalidades.
Una partitura pensada desde la melodía, más que desde la estructura narrativa, que busca dar voz a cada una de las historias, dejando las conversaciones sin interferencias musicales, pero sí sustentando los monólogos en off. Tras su nominación el pasado año a los Platino, por su interesante partitura para La pecera, De la Puente ha conseguido su primer reconocimiento en los premios patrios. Y en su ciudad.