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Los cines de verano luchan contra su extinción con las iniciativas de "los últimos románticos"

  • Este tipo de ocio, muy popular hace décadas, vive horas bajas con un promedio de salas inferior a las de cine convencional
  • Algunas empresas y administraciones públicas se empeñan en mantener viva la tradición de ver películas al aire libre

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Cine de verano en el museo Chillida Leku, en Gipuzkoa
El museo Chillida Leku, en Gipuzkoa, también realiza sesiones de cine de verano

“Es estar al aire libre, comer pipas, palomitas y el bocadillo con los niños”. Así es como describe Pedro José Contreras, que gestiona el cine Acapulco en Lo Pagán, -una pedanía de la localidad murciana de San Pedro del Pinatar-, la esencia del cine de verano. A Contreras lo del negocio le viene de familia, ya que su abuelo tenía un cine en Archivel, en Caravaca de la Cruz (Murcia) y nació en Alicante porque sus padres gestionaban una sala al aire libre en Calpe.

Ahora él, junto a su hermana, llevan el Acapulco, aunque lo hacen mayormente por tradición familiar porque hay que "ir haciendo las cuentas”, asegura. El del cine de verano es un negocio que, normalmente, no da beneficios suficientes para tenerlo como única fuente de ingresos: “De hecho yo soy enfermero", afirma, y su hermana trabaja en el sector turístico.

La poca afluencia, las plataformas digitales y el cambio en la forma de veranear han provocado que los cines de verano se encuentren en peligro de extinción en nuestro país. El último censo de salas de cine de la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación (AIMC), muestra que la tendencia actual es reducir las salas (un 1,0% menos con respecto al año pasado), al igual que las butacas (-1,1%), que se busca que sean más grandes y cómodas.

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Si hablamos de los cines de verano, el aforo por pantalla suele ser mayor, con 558 butacas de media frente a las 201 de los convencionales. Aun así, el promedio de salas por local es inferior con 1,1 de salas de verano frente a las 5,3 de los convencionales.

Los cines de verano eclosionaron en la década de los 60

Esta última cifra demuestra que los cines de verano no son tan populares como décadas atrás. Así opina a RTVE.es el historiador y gestor cultural Rafael Jurado, asegurando que la época de eclosión de este tipo de cine se produjo a finales de los años 50 y en la década de los 60. Recuerda que en ciudades como Córdoba había “más de 30 cines” en esta época, éxito que, en la década de los 70, “comienza a reducirse”.

Ya en los 80 llegó el primer “enemigo” del cine de verano: el vídeo doméstico. Ese fue el inicio del descenso del consumo de este tipo de ocio que prosigue en la década de los 90, “porque se ve como algo un poco más antiguo y también porque estos locales solían ocupar zonas privilegiadas de la ciudad”.

Los cines al aire libre no sufren la crisis.

El boom inmobiliario también contribuyó a la desaparición de muchos cines de verano, algo que la familia de Pedro Contreras experimentó. Estos locales al aire libre “normalmente estaban en el centro”, algo muy atractivo para el sector de la construcción, sobre todo en la costa, donde había uno “prácticamente en todos los pueblos”.

El gerente de Aguilar Cinema, Yuri Aguilar, da buena cuenta de ello, afirmando que “el que tenía una sala de cine de verano en una zona de playa, sobre todo en los años 80, podía considerarse una persona rica”. Coincide con Jurado en que los años 90 y 2000 la afluencia de gente fue bajando hasta hoy, donde “solamente muy pocas salas consiguen tener llenos o una venta de entradas que les permita decir que el negocio va bien”.

El sector intenta reinventarse con nuevos formatos

Uno de los que sí sobreviven es el más antiguo de España: el cine Serra -antes, el más antiguo se encontraba en Córdoba, pero cerró-. Lleva abierto desde el año 1958, cuando el padre de Leví Navarro, con tan solo 13 años, ayudó a su construcción como peón de albañil. Después, el párroco le ofreció ser asistente de proyección “y, con los años, cogió la gestión". Esa pasión familiar hizo que, pese a haber estudiado magisterio de primaria, crease Exhicine, una empresa que gestiona salas de cine tanto de verano como “de invierno”, como los llama.

Su generación es la que está reinventando este tipo de ocio y a ella pertenece también Yuri Aguilar, que creció entre rollos de película y profesionalizó la empresa de suministro de material de cine de su padre. “Hay cosas que he incorporado, como las redes sociales, la página web o los contactos que podía aportar”, asegura a RTVE.es.

“Desde el 15 de junio hasta aproximadamente el 15 septiembre” su empresa lleva el cine a plazas de pueblos, patios de colegios o a la playa. “Lo llevamos donde se nos pide”, dice, y es por eso que su empresa funciona. De hecho, tuvo que cerrar dos cines de verano fijos por la baja asistencia de público.

Un cine de verano instalado por Aguilar Cinema

Empresas se dedican a llevar el cine de verano a los municipios que lo solicitan Aguilar Cinema / Yuri Aguilar

El que califica como “cine ambulante” es una solución a los locales, que “tienen un riesgo” y no generan una rentabilidad para pagar las facturas. Este tipo de actividad no ha sufrido, según su opinión, “ese mazazo de la falta de público, porque al final lo contrata un ayuntamiento como un servicio cultural a fondo perdido”.

En esa dinámica por revivir el cine de verano están diversas iniciativas como la del ‘cine caliente’ de La Juan Gallery. Sus sesiones comentadas en el Parque de la Bombilla de Madrid, con las interrupciones de comentaristas conocidos y la música de djs, han dado una nueva vida a esta actividad.

No ha faltado a ninguna de sus sesiones Pablo, que afirma que supusieron "un alivio y un disfrute máximo", porque comenzaron en pandemia. Una forma "muy divertida" de vivir el cine que ha "salvado" sus veranos en la ciudad.

Y es que la capital mantiene abiertos cines de verano con gran tradición en diversos barrios, al igual que otras iniciativas, como el autocine Madrid Fever o el cine del palacio de Cibeles, que proyecta películas con cascos inalámbricos. Uno de los locales populares que siguen vivos en Madrid es el del Parque Calero, en Ciudad Lineal, al que iba Ana cuando era pequeña: "Nos llevábamos la comida, normalmente un bocata de tortilla con una cantimplora y esa era una forma de hacer algo diferente en una noche de verano".

Rafael Jurado también destaca la iniciativa del Centro Comercial Este de Sevilla, cuyos multicines “colocan su cine de verano". Por otro lado, dejando de lado el sector privado, las administraciones intentan impulsar este tipo de ocio, con ejemplos en ciudades como Valencia, que mantiene solo el de la Filmoteca, y también en el mundo rural, donde la mayoría de cines privados han desaparecido de los pueblos.

El cine de verano también es "ir con la neverita y un bocata bajo el brazo"

Nuevas ideas que valora la profesora y coordinadora del Grado de Cine y Cultura de la Universidad de Córdoba, Ana Melendo, que resalta a RTVE.es la parte social, donde “las familias se reunían incluso para cenar en el propio cine. Lo de menos era la película en sí, porque se podían ver cintas incluso repetidas de un año a otro”.

A Rocío le encantaba ir al cine de pequeña: "No me importaba haber visto ya la película que echasen". Coincide en que era "casi un evento social", al igual que Javier, que recuerda el cine de verano de Manzanares (Ciudad Real), donde "había un pequeño bar y siempre nos pedíamos un granizado de limón".

Un "punto festivo" que destaca también Yuri Aguilar. “Poder ir con la neverita, con el bocata bajo el brazo, o con una pizza recién hecha” forma parte del encanto del cine de verano, de hecho, en el que gestiona en Benaguacil, Valencia, todos los años “hay comparsa de abuelitas que se traen la hamaca de casa porque están más cómodas".

Algo que difiere de la liturgia de las salas de cine, según el también director de la feria del libro de Sevilla, Rafael Jurado. El de verano es “un hecho más compartido” que contempla incluso “la pausa que se hacía en la película para que la gente fuese al ambigú”.

El público también valora esa diferencia: "Al final, vas a ver una película y vas a colectivizar las emociones que te hace sentir, las vas a compartir tanto con el resto de gente desconocida como si vas en compañía. Y eso creo que es siempre un punto muy a favor", dice Pablo.

Este cine incluye, además, la vegetación que ayuda a mantener una temperatura agradable en el caluroso verano, así como condicionantes externos “que pueden ser incluso metafóricos o poéticos, como el olor a jazmín o a dama de noche”, dice Jurado, incluyendo “las estrellas en el cielo, el gato que se te cruza por debajo o la salamanquesa en la pared”.

“Sucede que incluso puedes hablar un poco durante la película, porque la dinámica tecnológica es otra y no molestas tanto”, subraya Aguilar. Unas circunstancias que hacen que Navarro piense que el público que va a un cine de verano "no iría a la sala cerrada”.

"La gente está empezando a volver con sus hijos"

Este público al que se refieren es, en su mayoría, familiar. Yuri Aguilar afirma que hay varios perfiles: “Normalmente tengo niños pequeños entre los tres y los ocho o nueve años, pero luego tengo un hueco muy importante de entre los 15 y los 30 años a los que es muy difícil verlos”.

A partir de los 30 es cuando acuden “los padres jóvenes” con sus hijos y de ahí hasta los 70 años. Eso mismo asegura Leví Navarro, que tiene “un nicho de gente que ahora está empezando a volver por sus hijos, recuperando lo que ellos vivieron cuando eran jóvenes y veraneaban en el pueblo”.

Navarro también afirma que “lo que mejor funciona en las terrazas de verano son las películas familiares, incluso de animación, aunque sin descartar estrenos puntuales importantes”. Dice que esto también ha cambiado, asegurando que “en los años 90 o principios del 2000 tú ponías una película que se había estrenado en el mes de octubre o noviembre y funcionaba. Sin embargo, a día de hoy, pones una que se estrena un mes de mayo y ya no funciona”.

De la misma opinión es Pedro José Contreras, que proyecta normalmente dos películas por día, "intentando variar la cartelera en la medida de lo posible, pero siempre con los estrenos o con lo más actual”.

Vencer el bache de la pandemia y de las plataformas

Habiendo pasado muchas crisis, todos los expertos coinciden en que el coronavirus ha supuesto un antes y un después en los cines de verano. Un “punto de inflexión”, según Leví Navarro, aunque para este negocio “el bache no fue tan grande por la casuística”.

El ser una actividad al aire libre la convirtió en “una de las pocas que se podían hacer con seguridad”, afirma Yuri Aguilar, pese a perder “ese punto festivo”. Aun así, dice que se produjo un resurgir que está costando volver a recuperar.

Y es que, según Navarro, siguen “ligados a un sector, que es el de la exhibición”, el cual se encuentra en crisis. Por su parte, el gestor cultural, Rafael Jurado, coincide en que la pandemia ha amenazado al sector, al igual que “las plataformas digitales”. Estas, tal y como opina Pedro José Contreras, “han venido para quedarse” y han cambiado mucho la forma de consumir cultura.

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Lo cierto es que hoy en día “se tiene la posibilidad de ver el cine en casa de múltiples formas diferentes”, destaca la también directora del Máster en Cinematografía de la Universidad de Córdoba, Ana Melendo, lo que ha modificado el modelo de compartir la película con “multitud de personas”, para pasar a uno “más individualista”, justo lo contrario de lo que propone el cine de verano.

Otro fenómeno que también indican las personas que se dedican al sector es el cambio en la forma de veranear, ya que está muy ligada al consumo. Tal y como comenta Contreras, antes había familias enteras que estaban “los tres meses de verano en la playa” y, ahora, la gente está “una semana, 10 días o 15 días el que más”. Esa “evolución social en el tema de las vacaciones” también la ha notado Leví Navarro en el cine Serra, que se encuentra “en un pequeño bache”.

El aumento de la movilidad, la cual no era tan accesible décadas atrás y mantenía a los espectadores anclados a la oferta de su municipio, o lo costoso de adaptarse a las proyecciones digitales son otros motivos que subrayan los expertos para explicar el declive de los cines de verano. Son “los últimos románticos”, según Jurado, los que los siguen manteniendo.