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De 'Parásitos' a 'Todo a la vez en todas partes' pasando por 'Coda': ¿ha cambiado para siempre la carrera de los Oscar?

  • La carrera por la estatuilla se ha vuelto más larga e impredecible tras la ampliación de votantes y transformación de la industria
  • Especial Premios Oscar 2023

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Imágenes de 'Parásitos', 'Coda' y 'Todo a la vez en todas partes'.
Imágenes de 'Parásitos', 'Coda' y 'Todo a la vez en todas partes'.

Ganar un Oscar a mejor película es simplemente ser la película favorita para los casi 9.500 miembros de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. Tener el favor de los académicos con derecho a voto tiene que ver, en principio, con gustar, pero en 95 años de historia de los premios han dejado claro que el éxito tiene mucho que ver también con la llamada ‘carrera de los Oscar’, una batalla de relaciones públicas con millones de dólares involucrados.

En la pasada década, la carrera robot de las ganadoras a mejor película podría ser esta: estreno mundial a finales del verano anterior a la gala -ya fuese en Venecia o Toronto-, otoño de intensa campaña de los publicistas, y estreno en salas rondando el cambio de año justo a tiempo para cosechar las nominaciones y la batalla descarnada de la temporada de premios que inician los Globos de Oro.

Pero la industria cinematográfica ha mutado hasta el punto que se plantea si tiene sentido conservar hasta su propio nombre y pasar a llamarla sencillamente audiovisual. Plataformas y pandemia han trastornado el viejo ecosistema de los grandes estudios mientras menguaba la asistencia en salas. En paralelo, la ampliación del número y diversidad de los votantes tras el #oscarsowhite y #Me Too, han modificado el perfil medio del votante al mismo tiempo que la inclusión se convertía en un factor clave en el contenido de las propias películas nominadas. Los académicos se acercan a 10.000, lo que supone casi el doble de los que había en 2015: el hombre blanco estadounidense y de edad adulta ya no es tan decisivo. Este último factor se utilizó para explicar el triunfo de Parásitos en 2020, una película surcoreana que logró en hito de ser la primera película en lengua no inglesa en ganar el Oscar a mejor película (The artist, aunque era una película francesa, era muda).

Además, desde que en 2010 la Academia amplió a las nominadas a mejor película, colarse en la fiesta pasó a ser un objetivo realista para más producciones. El equipo de publicistas encargado de la promoción de una sola película puede llegar a ser de 15 personas y su trabajo comienza a veces un año antes de la gala. Pero en un escenario tan inestable, las 'campañas de guerrilla' están revolucionando los premios. Al mismo tiempo, y en sentido inverso, la entrada de las plataformas ha inyectado un torrente de dólares. Aunque no hay cifras oficiales, The New York Times calcula que una campaña media de los viejos estudios costaba podía llegar a los 25 millones de dólares, mientras que Netflix fundió 40 en la campaña de Roma en 2019.

El descalabro de las películas ‘made in Oscar’

Significativa ha sido la ausencia o pocas nominaciones de películas diseñadas con el antiguo patrón. Babylon, de Damien Chazelle, tenía a priori la ventaja de contar la historia del propio Hollywood, factor de otras premiadas como The artist o Argo, y aunque ha logrado cuatro nominaciones se ha quedado fuera de las más importantes. Lo mismo puede decirse de El imperio de la luz, de Sam Mendes, únicamente nominada a mejor fotografía.

Pero no solo afecta a los estudios. Los grandes proyectos de Netflix que partían de Venecia hacia los Oscar, como Bardo de Alejandro G. Iñárritu, o Ruido de fondo, de Noah Baumbach, han quedado fuera. La carrera se ha vuelto tan atípica que la gran apuesta de Netflix es Sin novedad en el frente, un drama bélico alemán que puede acaparar muchos ‘Oscar técnicos' tras reconvertirse en la gran apuesta de la plataforma.

El caso Andrea Riseborough

La nominación de la actriz Andrea Riseborough como mejor actriz sorprendió el día del anuncio. No por la calidad de su interpretación, sino porque la película, To Leslie, había pasado absolutamente desapercibida, recaudando apenas 27.000 dólares en taquilla (una campaña para mejor actriz puede costar 5 millones de dólares). Simplemente, nadie contaba con ella. Casi al mismo tiempo aparecieron sospechas de sobornos y la Academia abrió una investigación. Numerosas estrellas como Gwyneth Paltrow, Jennifer Aniston o Charlize Theron habían organizado pases de la película, mientras que otras como Susan Sarandon, Pedro Pascal o Edward Norton habían alabado públicamente en redes sociales la actuación de Riseborough. Para empeorar las cosas, su nominación dejaba fuera a dos favoritas (Viola Davis y Danelle Deadwyler), dejando un nada estético panorama de actores blancos relegando a actrices negras.

La Academia regula las campañas durante la temporada tanto para las nominaciones como para los galardones. Muchas de ellas nacieron como respuesta a las agresivas campañas que los hermanos Weinstein impulsaron en los años 90. Los publicistas solo pueden enviar mails a los académicos a través de servicios autorizados y si organizan un pase, durante la campaña de nominaciones, no pueden ofrecer bebida y comida "excesiva". Durante la campaña por la estatuilla directamente no pueden ofrecer un vaso de agua.

Días de Cine: To Leslie.

Pero la campaña de prescripciones para Andrea Riseborough aprovechó que para las nominaciones de actores solo votan los actores (mientras que para elegir ganador votan todos los académicos). Es decir, solo había que llegar a, aproximadamente 1.300 miembros de la Academia, de los que no votan el 100%. La campaña, al margen de la investigación que la Academia cuyos resultados no se harán públicos hasta después de la gala, y de las cifras reales que haya detrás, parece un caso de menos es más.

Al Oscar desde la primavera y el invierno anterior

La nominación de Top Gun Maverick solo puede explicarse como tributo no solo a una buena taquilla, sino a que su éxito, como le agradeció Spielberg a Tom Cruise, “salvo el culo de Hollywood y las salas de cine”. Una nominación coyuntural que también escondía lo que era otra rareza: la secuela de la película de 19se estrenó en Cannes, que es el festival más importante del mundo, pero no suele ser la lanzadera para el Oscar.

Es también el caso de Elvis y El triángulo de la tristeza, lo que indica que llegar a los Oscar desde Cannes puede volverse un camino interesante, revitalizando una batalla que en ese sentido Venecia (y antes Toronto) parecían tener ganada. Solo Tàry Almas en pena en Inisherin, que estuvieron en la Mostra, y Los Fabelman, en Toronto, encajan en el antiguo patrón.

La grandísima favorita de este año, Todo a la vez en todas partes, pertenece a la cuota de cine independiente que solía colarse en las nominaciones, pero no ganaba el premio gordo. Su probable victoria se asemeja a la que año pasado obtuvo Coda, la primera película de una plataforma en ganar un Oscar y que había participado en el Festival de Sundance un año antes. Apple la adquirió por una cifra récord, la estrenó en agosto y, en la recta final de los Oscar de 2022 se convirtió en la película favorita.

Todos a la vez en todas partes comparte algo de ese camino. Viene del South by Southwest (festival de marzo de 2002) y se estrenó en cines hace un año, el 25 de marzo, justo cuatro días antes de los Oscar del año pasado. Un año de campaña no le ha perjudicado en absoluto, pero ni Coda ni la película de los Daniels fueron concebidas como películas ‘oscarizables’.

Más votantes, industria cambiante, y nuevos métodos de campaña. El resultado es que cada vez más difícil de leer a qué juegan los Oscar. ¿A películas de autor extranjeras con un punto elitista como El triángulo de la tristeza? ¿A taquillazos descarados como Top Gun Maverick o Avatar: El sentido del agua? ¿A lo que siempre ha sido oscarizable como Los Fabelman? ¿A entronizar sorpresas como Todo a la vez en todas partes? En resumen, todavía no parece clara la respuesta a la pregunta clave: ¿cuál es el gusto medio de la nueva Academia de Hollywood?