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Quemados por el trabajo: cuando la precariedad, la tecnología y la presión social nos agotan

  • Bloqueo, apatía, irritabilidad o aislamiento son algunas de las señales del fenómeno conocido como burn-out
  • Se ha extendido entre muchos profesionales después de la pandemia y puede acabar dañando la salud mental

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Serie de cerillas ¿fungibles¿ quemadas a distintos niveles
Serie de cerillas ¿fungibles¿ quemadas a distintos niveles

Se habla de "fungible" cuando se trata de un bien que se usa hasta que se agota. Y entonces hay que remplazarlo por otro igual. Javier, ingeniero de edificación, menciona el término al final de la conversación en la que nos cuenta lo que le pasó en diciembre: "Estaba en mitad de una obra y del ataque de ansiedad me tuve que recoger sobre mí mismo, ponerme de cuclillas para respirar". Fue el estallido de una presión que venía acumulándose un tiempo. El burn-out o síndrome de desgaste profesional le ha llevado a una baja laboral y a necesitar medicación para dormir y pasar el día. Se siente como un trabajador "fungible", quemado por su empleo hasta ser consumido por completo.

Los signos del 'burn-out'

El desgaste fue paulatino. La carga de trabajo en el estudio de interiorismo y decoración en el que trabaja como gestor de proyectos aumentó mucho tras la pandemia, al tiempo que el ambiente se enrarecía en la oficina. Orquestar las ideas, documentos, materiales, obras y entregas de seis clientes distintos a la vez se volvía cada vez más difícil. "Era mucho más lento. Me costaba procesar los correos, redactar un presupuesto", relata. "Empecé a notar que se me escapaban cosas. Y si ya de por sí arrastro un síndrome del impostor importante…".

La pérdida de eficacia en el trabajo es una de las características que la Organización Mundial de la Salud describe para el "fenómeno ocupacional" —que no enfermedad— del burn-out. Como resultado del "estrés laboral crónico", aparecen también el agotamiento y los sentimientos negativos hacia el trabajo. "Apatía, irritabilidad, aislamiento", sigue enumerando el psicólogo Adolfo Titos, especializado en estos problemas. "Se puede empezar a abusar de sustancias, llámese alcohol, drogas o ansiolíticos. La persona se retrae y se nota más ansiosa".

Y estos signos acaban afectando a la vida social y privada. "El domingo me era imposible leer un libro o concentrarme en ver la tele pensando en todo lo que tenía que hacer el lunes", prosigue Javier sobre sus síntomas, y confiesa que los ataques de ansiedad le dejaban paralizado, ausente. "Me hablaba alguien y no era capaz de procesarlo. Cuando terminaba, no tenía ni idea de lo que me había dicho". Él reconoce que se aisló poco a poco en sí mismo. "La obsesión era que tenía que sacarlo todo y empecé a cancelar planes porque me notaba cansado", describe.

Sanitarios, educadores, abogados, camareros, policías…

Según la experiencia de Adolfo Titos como terapeuta, el desgaste suele aparecer en las profesiones que tienen más contacto otras personas, así como fuertes picos de trabajo y tensión: sanitarios, profesores, abogados, camareros… "El trato con el público es más demandante. Tienen que mostrarse siempre bien y eso implica doble trabajo cuando estás mal", expone.

Sin embargo, se desconoce la prevalencia en el mercado laboral español porque no existe una clasificación unificada y el burn-out no se refleja en los partes médicos, lamenta Javier Blasco, director de The Adecco Group Institute. Esta entidad ha encuestado a diversas empresas para conocer más sobre el fenómeno y, además de los perfiles antes mencionados, cita otros con componente "humano y emocional", como el de policías y personal de seguridad. Lo cierto es que, desde la pandemia, han detectado un empeoramiento de la salud mental

Y así, le llegó también a Carla, periodista y relaciones públicas de diversos proyectos. En sus primeros pasos por cuenta propia, la incertidumbre y el miedo a no conseguir suficientes ingresos la sepultó en trabajo: "Un año después de ser freelance, recuerdo la sensación de que trabajaba todo el tiempo. Había emprendido para alejarme de la presión del ambiente startup en el que todo el mundo solo trabaja y solo habla de trabajo, y me había creado yo misma una cárcel igual. No tenía vacaciones, porque soy autónoma y no hay vacaciones pagadas. Estaba cargándome con jornadas de 13 y 14 horas sin darme cuenta, sentada delante de un ordenador. Y llega un momento en el que tu cerebro se quema, implosiona. Mi trabajo es bastante creativo y era incapaz de escribir o tener nuevas ideas".

El desgaste se extiende, ¿por qué?

Como a Javier, el trabajo empezaba a inundar toda la vida de Carla. "¡Me cambiaba el humor!", repara ella, quien pese haber tomado el camino profesional que quería, se encontraba entonces odiando su rutina. ¿Cómo había llegado hasta ahí? Las personas entrevistadas para este reportaje señalan tres factores que explicarían por qué el desgaste profesional se ha generalizado tanto en los últimos años: un rápido cambio tecnológico que afecta a toda nuestra vida, un aumento de la precariedad y unas exigencias sociales nocivas.

"En diez años hemos pasado de prácticamente no utilizar ninguna red social o herramienta de comunicación online, salvo el correo electrónico, a estar constantemente con ellos", introduce Iván Fernández, profesor e investigador en prevención de riesgos laborales de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), que lamenta que las medidas para evitar enfermedades profesionales asociadas no están evolucionando al mismo ritmo. "Estamos llegando tarde".

Fernández, también consultor para Fraternidad-Muprespa, recuerda que ahora las profesiones, "ya seas médico, profesora o fontanero", se actualizan constantemente, lo que exige aún más del trabajador. Ordenadores y teléfonos nos permiten producir y contestar mensajes a cualquier hora del día y desde cualquier lugar, así que "corremos el riesgo de no parar, de no tener descanso". Por ello, compara el burn-out con la lesión de un atleta: si entrena toda la temporada por encima de su capacidad, se romperá y necesitará tratamiento médico.

Golpe a la salud mental y el bienestar social

Porque aunque no sea una enfermedad, el síndrome de desgaste profesional puede repercutir en la salud, como le ha ocurrido a Javier. "La vinculación entre malas condiciones laborales y salud mental está claramente probada", aduce Álvaro Cerame, psiquiatra y miembro de la Comisión Ejecutiva de la European Junior Doctors, que ha analizado el problema en el personal sanitario, donde el agotamiento se ha visibilizado especialmente en los últimos años.

"Que una persona tenga burn-out no significa que tenga una enfermedad mental, significa que hay una serie de malestares vinculados a las condiciones en las que trabaja y que se consideran factores de riesgo psicosocial de primer orden. Si las condiciones se mantienen y no se interviene, el profesional tendrá un mayor riesgo de desarrollar una enfermedad mental del tipo que sea", señala Cerame.

El psiquiatra relaciona la precariedad y el desgaste profesional desde dos perspectivas. Trabajar más horas de las legales, no respetar los descansos o sentir que el exceso de tareas impide realizar bien la labor —con el "conflicto moral" que supone— son algunas de las dificultades que los sanitarios han denunciado en las últimas protestas en todo el país y que pueden extenderse a otras profesiones. Por el contrario, para otros trabajadores el "sentirse quemados" puede venir de la falta de "labor social, sentido o finalidad última" de su ocupación.

Todas estas ideas de cambios tecnológicos, sociales y de precariedad se imbrican en el ensayo La Sociedad del Cansancio (The Burnout Society) del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, y desembocan en la autoexigencia y presión social a la que tanto Carla como Javier hacen referencia al relatar su historia. Estar muy ocupado, siempre activo, suele estar bien visto socialmente y se asocia con el éxito.

"La reacción a una vida que se ha vuelto vacía y radicalmente fugaz se manifiesta en forma de hiperactividad, trabajo histérico y producción. La aceleración de la vida contemporánea también desempeña un papel en esta falta de ser", escribe el ensayista. "Conduce a una sociedad del trabajo en la que el amo se ha convertido en esclavo trabajador. En esta sociedad de coacción, cada uno lleva dentro un campo de trabajo".

De la mejora de las condiciones laborales a la ayuda psicólogica

Antes de necesitar una baja y medicación, Javier trasladó en su oficina que necesitaba "descargar un poco de trabajo", pero la respuesta que obtuvo fue que tenía que animarse, creérselo más. "La solución para ellos es que tú pongas más de tu parte", resume con ironía. Y acabó rompiéndose.

Para los expertos, el problema suele residir en un fallo en la organización del trabajo por parte de la empresa o la administración, así como en la prevención de los riesgos laborales de sus plantillas. "Una empresa lógicamente tiene que tener una estimación de cuánto puede hacer un trabajador" afirma Iván Fernández, de UNIR, sobre cómo evitar esas sobrecargas, y recuerda que muchas veces se acaba penalizando precisamente a los empleados más eficaces y dispuestos. "Es mucho más fácil pedirle algo a alguien que siempre te dice que sí con buena cara".

Igualmente, Javier Blasco, de Adecco, refiere la necesidad de una "buena identificación de los factores de riesgo", así como definir bien los objetivos, propósitos y responsabilidades. Lo contrario, advierte, no solo lleva al ‘burn-out’ también a un aumento del abandono, el absentismo y el presentismo. "No es algo malintencionado. Sencillamente, tenemos un contrato jurídico con la empresa y otro emocional, que se rompe", aclara.

Sobre qué debería hacer cada trabajador, el psicólogo Adolfo Titos valora que ese punto en el que el trabajo empieza a fagotizar los espacios antes reservados a hobbies, familia y descanso es el momento de echar el freno y buscar ayuda. En terapia, nos cuenta, se trabaja "qué distorsiones" puede haber detrás de pensamientos como que ‘no doy la talla’ o ‘tengo que hacer más’…".

Pero para evitar llegar a ese extremo, está la prevención. "Es importante poner el foco primero en las condiciones laborales, porque así vamos a ayudar a más gente", opina el psiquiatra Álvaro Cerame, al reclamar un plan sistémico a Gobierno y comunidades autónomas. "Luego, también que [los trabajadores] puedan acceder a psiquiatras, psicólogos clínicos y demás, pero sería como intervención de último nivel", agrega, recordando que medidas como reducir la precariedad y mejorar los servicios de salud mental no son en ningún caso excluyentes entre sí.