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Incendios Sierra de la Culebra y Losacio

El abandono rural, la mecha que encendió Zamora

  • Agricultores, ganaderos y apicultores afirman que las limitaciones al quehacer tradicional aumentan el riesgo de incendio
  • Los bomberos piden cambios en el operativo antiincendios para dar prioridad a la prevención, la formación y la estabilidad profesional
  • El domingo, a las 22.30 horas, en el Canal 24 horas y en RTVE Play

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Pasado el incendio hay que talar los árboles quemados para evitar plagas
Pasado el incendio hay que talar los árboles quemados para evitar plagas

Los habitantes del Valle de la Tera, de Tábara o de las Tierras de Aliste, en Zamora, ya se sentían abandonados por las administraciones antes de los incendios que se declararon en la Sierra de la Culebra y Losacio el verano pasado. "Los incendios se veían venir. No nos esperábamos esa magnitud: que se queme un pueblo entero, que se desalojen pueblos, que muera gente…, pero era previsible", dice Laura, una joven apicultora.

El 15 de junio se declaró el incendio de la Sierra de la Culebra. La Junta de Castilla y León no lo dio por extinguido hasta más de dos meses después, pero los primeros días fueron los que causaron el horror entre los zamoranos, que no habían visto nada igual. El fuego se propagó rápidamente, iban apareciendo focos nuevos, muchos pueblos tuvieron que ser evacuados, los animales desaparecieron de este espacio natural protegido...

El incendio de Losacio calcinó 32.000 hectáreas de terreno

El incendio de Losacio calcinó 32.000 hectáreas de terreno Repor

La indignación entre la ciudadanía fue mayúscula. "Es que te das cuenta de que hubo mala gestión, porque la plantilla contra incendios tenía que estar ya en su totalidad trabajando y según cuentan estaban solo entre el 28 i el 30% de efectivos, y ello a pesar de que estaban diciendo que iba a ser el verano peor de la historia, con más posibilidades de que se preparasen unos incendios incontrolables", es uno de los comentarios que más se oyen en el bar de Ferreras de Arriba, un pueblo de apenas 300 habitantes.

La sensación es que nosotros estorbamos

Pedro Lobato, ganadero de Cabañas de Aliste, lo recuerda: "Yo vi parte del incendio. Yo vi cómo empezó a arder. Ahí estuvimos. Yo estuve tres noches sin dormir y tres días controlando que las llamas no fueran para el ganado".

Los ganaderos temen que haya planes para sustituir cultivos por campos de placas fotovoltaicas

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"Donde yo tenía que tener las vacas ahora mismo, se ha quemado, no hay pasto. La Junta dijo que mientras no hubiera pastos nos servirían tacos camperos y paja, pero no llega lo que sirven. El problema es ese, que no llega. Para qué prometes si no cumples", se queja este ganadero.

"La sensación es que nosotros estorbamos, porque no quieren que estemos aquí. Porque en vez de ayudarte o facilitar las cosas, te las complican. En el momento que protestas, te hacen inspecciones, tienes que demostrar tú que lo tienes todo bien, si no encima te multan", asegura.

El incendio de Losacio, a mediados de julio, dio la estocada a la comarca. El fuego no solo calcinó otra vez bosques, cultivos, pastos, edificios... También se cobró la vida de cuatro personas. La primera víctima pereció en Ferreruela de Tábara; era Daniel Gullón, de 62 años, bombero forestal.

Falta de dispositivos

El servicio de extinción de incendios forestales de la Comunidad de Castilla y León depende de una contrata y solo una minoría de los trabajadores tiene empleo todo el año. La Asociación de Trabajadores de Incendios Forestales reclama "que haya una continuidad laboral, que se pueda vivir este trabajo los doce meses del año, realizando tareas de prevención durante las épocas de menor riesgo".

Reclama, también, una categoría profesional acorde al trabajo que realizan, es decir, ser considerados bomberos forestales y no peones forestales, con todos los beneficios que ello conlleva, desde el reconocimiento de las enfermedades laborales, los coeficientes reductores o la formación. Achacan a la precariedad la muerte de Daniel Gullón. Consideran inaceptable que una persona de su edad tuviera que estar destinado a primera línea de fuego.

Somos España vaciada. Siempre hemos estado en abandono, siempre

En Escober de Tábara falleció Victoriano Antón intentando salvar a sus ovejas. Una vecina suya, la apicultora Laura González Gago, compara el horror de aquellos días con una película de terror.

Todos los pueblos de la mancomunidad de Tábara estuvieron en peligro

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Ella perdió la cosecha de miel porque los días anteriores al incendio no pudo castrar las colmenas. Hacía calor y tenían prohibido usar los ahumadores: "La España vaciada, existe. Somos España vaciada. Siempre hemos estado en abandono, siempre. Si desde las administraciones no estaban haciendo nada y tú, en tus propias fincas, tampoco puedes mandar: no puedes castrar, ni cortar un roble, ni quemar rastrojos, porque siempre hay un montón, restricciones, el incendio es algo que tenía que pasar".

El incendio de Losacio arruinó el negocio apícola de Laura Gago

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A Inocencio Ferrero, un agricultor de Sesnández de Tábara, se le quemó toda la cosecha de cereales y también lamenta que las restricciones impuestas por la administración no tengan en cuenta las condiciones de su trabajo: "Sacaron una norma que no se podía cosechar con más de 32 grados de temperatura y ni a menos de 400 metros del monte. Yo aquí tengo monte por todos los lados. Y durante los cinco días anteriores al incendio no pude cosechar y al no dejarme cosechar, pues, no pude coger nada".

Caían bolas de fuego y te rodeaban

Inocencio explica muy gráficamente la situación que vivieron en el pueblo. "De la parte del incendio caían bolas de fuego y te rodeaban, caían por detrás de ti y prendían en cualquier sitio, en el centro del pueblo, en una finca, en cualquier sitio. El pueblo era todo fuego y humo. La gente huía. Era tremendo". En esa huida, en medio de la carretera, perdió la vida Eugenio Ratón.

Hemos intentado defender lo nuestro y lo que hay en los pueblos

En Tábara el fuego alcanzó a Ángel Martín, que murió tras cuatro meses en el hospital. Estaba ayudando en la extinción, como todos sus vecinos, como su amigo José Manuel Ballesteros. "Y Ángel en ese momento se encontraba aquí con la excavadora y se vio sorprendido por la rapidez del incendio. No le dio tiempo a irse a ningún lado".

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Y añade: "Yo creo que las personas que vivimos aquí en el campo no queremos reconocimiento. Simplemente, hemos intentado defender lo nuestro y lo que hay en los pueblos. No queremos ninguna medalla. Lo que queremos es que haya una ordenación, que haya un cuidado de los montes, que haya unos planes silvícolas, que de verdad potencien las ganaderías en extensivo, como las que hay en este pueblo, eso es lo que realmente crea una biodiversidad y un equilibrio en el ecosistema".