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China vuelve a la casilla de salida en la pandemia tras el abandono de la política de 'COVID cero': "Es un desastre total"

  • El país asiático afronta su peor brote de coronavirus, con millones de contagios diarios y hospitales saturados
  • Aunque la opacidad del Gobierno chino ha sido una constante, ahora ha llevado el apagón informativo hasta el extremo

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China vuelve a la casilla de salida en la pandemia

Después de tres años de pandemia, China afronta su peor brote de coronavirus, que ha coincidido con el abandono de su estricta política de 'COVID cero', lo que se ha traducido en millones de contagios diarios y unos servicios sanitarios tensionados hasta límites difícilmente soportables. Las escenas que se están viviendo en el país asiático recuerdan a los días más negros del inicio de la pandemia en España o Italia, cuando los pacientes abarrotaban los pasillos de los hospitales y las UCI no daban a basto ante la avalancha de casos graves.

Aunque la opacidad ha sido una constante desde que el nuevo virus irrumpió a finales de 2019 en la ciudad de Wuhan, el Gobierno chino ha llevado ahora el apagón informativo hasta el extremo. Pekín dejará de publicar el informe diario en el que, desde principios de 2020, detallaba los nuevos casos de COVID-19 y fallecimientos por la enfermedad, en lo que parece una maniobra para sortear las dudas de la población ante unas cifras oficiales que claramente infrarrepresentan la dimensión de la crisis sanitaria.

El último parte oficial publicado antes del apagón informativo señalaba 4.128 nuevas infecciones y ninguna muerte, situando la suma de contagios sintomáticos desde el inicio de la pandemia en casi 400.000 y la de fallecimientos, en 5.241. Una fotografía muy alejada de la situación real, ya que, según estimaciones de la consultora británica Airfinity, alrededor de 5.000 personas estarían falleciendo a diario en China a causa de la COVID-19.

La verdadera cifra de nuevos contagios diarios podría haber alcanzado los 37 millones, según Bloomberg, que cita la supuesta acta de una reunión de la Comisión Nacional de Sanidad china. Solo entre el 1 y el 20 de diciembre, tras el abandono de la política de 'COVID cero', se habrían infectado unos 248 millones de personas -el 18% de la población nacional-. En ese tiempo, las autoridades sanitarias chinas únicamente reconocieron de manera oficial algo más de 58.000 contagios.

Por su parte, la Universidad Johns Hopkins, que monitorea desde el inicio de la pandemia los datos relativos a infecciones, cifra en más de 526.000 los contagios del 1 al 20 de diciembre. La institución académica, que hasta ahora había basado sus estadísticas en cifras oficiales, ha comenzado a utilizar la plataforma china qq.com como fuente de información. Según estos datos, China habría registrado en total 4,4 millones de contagios y casi 17.000 fallecimientos.

Una bomba de relojería epidemiológica

En todo caso, y a pesar de la disparidad de cifras, los expertos consultados por RTVE.es apenas tienen dudas de que el gigante asiático se encuentra sumido en una crisis sanitaria sin precedentes, y tampoco se muestran sorprendidos por este escenario, ya que los ciudadanos chinos apenas han estado expuestos al virus durante estos tres años, a lo que hay que sumar una cobertura vacunal insuficiente, especialmente en cuanto a dosis de refuerzo. Con la mayor población del planeta -más de 1.400 millones de habitantes-, y numerosas ciudades superpobladas, el país es una bomba de relojería desde el punto de vista epidemiológico.

"La situación en China es un desastre total", valora para RTVE.es el epidemiólogo Daniel López Acuña, quien ha hablado con "fuentes diplomáticas muy solventes en el país" que le han confirmado que, más allá de esa imagen de normalidad que se intenta transmitir, "el colapso asistencial es enorme, los contagios se han multiplicado, las bajas laborales son también enormes y la mortalidad es elevada".

"La transmision del SARS-CoV-2 se salió de sus cauces al levantarse las restricciones y al bajar la guardia cuando existía una situación de base de alta vulnerabilidad en gran parte de la población", describe, y explica que se ha producido un cóctel de factores de riesgo que ha conducido a la situación actual: "Es una combinacion del virus circulando con más libertad, de bajar la guardia, de bajas coberturas vacunales y vacunas con menor eficacia, de predominio de variantes muy contagiosas y de una población más virgen a la infección". "El relajar las medidas tendrá un efecto bumerán muy poderoso", prevé este especialista, que fue director de Acción Sanitaria en situaciones de crisis de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Para el miembro de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE) Joan Caylà, "China está iniciando lo que aquí vimos hace tres años", por lo que cree que "va a repetir lo que hemos vivido nosotros con ondas epidémicas diversas que pueden aparecer cada tres o cuatro meses, de las que la primera puede ser especialmente grave en cuanto a mortalidad".

"Hay que tener en cuenta que la política de ‘cero COVID’ es muy dura, pero también muy efectiva, y lo que ha conseguido China con ella es que no hayan tenido prácticamente casos ni muertes por COVID, a pesar de que la enfermedad se inició en una provincia suya", continúa este especialista en enfermedades infecciosas, quien preside la Fundación de la Unidad de Investigación en Tuberculosis de Barcelona. "La población china, al no haber pasado la infección, no está inmunizada; y además de que su cobertura vacunal es limitada, allí se han aplicado unas vacunas poco eficaces", añade.

Como ya ocurrió en el resto del mundo, el virus se está cebando en China con las personas más vunerables, especialmente ancianos y pacientes con patologías previas, que están reproduciendo la macabra secuencia que también sufrió España: colapso en cadena de urgencias, ingresos hospitalarios, UCI y morgues.

La reapertura de fronteras de China tras su explosión de casos de COVID-19 está generando inquietud

El mayor punto débil: la escasa cobertura vacunal

En este contexto de crisis sanitaria, la escasa cobertura vacunal entre los más vulnerables está contribuyendo de manera significativa a agravar la situación. Solo dos de cada cinco mayores de 80 años están vacunados con la dosis de refuerzo, en medio de la desconfianza generalizada hacia las vacunas chinas. Pekín no permite la importación de vacunas de ARN mensajero, como Moderna o Pfizer/BioNTech, y obliga a sus ciudadanos a inmunizarse con las que se han desarrollado en sus laboratorios, que hasta hora se han caracterizado por una eficacia muy discreta: Sinovac, Sinopharm y CanSino.

Esta cobertura vacunal insuficiente de la población china es quizá el mayor punto débil de la decisión de Pekín de abandonar su política de 'COVID cero' tras ceder a la presión social. Otros países también adoptaron esta estrategia draconiana frente al virus, pero su apertura fue progresiva, y antes se aseguraron de que sus poblaciones habían alcanzado un alto grado de inmunización.

"En China parece que han pasado de un extremo al otro, y esto normalmente nunca es positivo", opina Joan Caylà, quien explica que "políticas de 'COVID cero' las han seguido otros países, como Corea del Sur, Vietnam, Australia, Nueva Zelanda o Japón; pero ellos han llevado a cabo aperturas graduales. China debería haber considerado que su población no estaba suficientemente vacunada, por lo que previamente debería haber mejorado mucho las coberturas vacunales, además de insistir en otras medidas, como la importancia de mascarillas de manera sistemática, aislamiento de casos…".

Inmersa en este desolador escenario, el experto en salud pública Daniel López Acuña cree que ahora China no tendrá más remedio que "abrirse a la importación de vacunas bivalentes más eficaces, además de enfrentarse a una gestión de crisis sanitaria y social de manera más eficaz, intensificando los programas de vacunación para alcanzar mejores coberturas vacunales y trabajando no autocrática sino democráticamente con la población, por medio de una eficaz pedagogía social, para no bajar la guardia en las medidas de protección necesarias que reduzcan este tsunami de infecciones y sus complicaciones".

Un médico examina a un paciente con síntomas de COVID-19 en un hospital abarrotado de Shanghai.

Un médico examina a un paciente con síntomas de COVID-19 en un hospital abarrotado de Shanghai. REUTERS

Caldo de cultivo para nuevas variantes

Como un paso más dentro de esa aparente normalidad en la que pretende haberse instalado China, el Gobierno de Pekín ha anunciado que a partir del próximo 8 de enero reabrirá sus fronteras y eliminará la necesidad de cuarentena. La Comisión Nacional Sanitaria ha declarado que la COVID-19 deja de ser una enfermedad de categoría A, el nivel de máximo peligro y para cuya contención se exigen las medidas más severas, para convertirse en una de categoría B, que contempla un control más laxo e implica la reapertura del país.

Sin embargo, ahora son los demás países los que miran con desconfianza al gigante asiático, convertido en un potencial foco emisor de COVID-19. Numerosos gobiernos, como el de Estados Unidos, Japón o el de Filipinas, ya han anunciado que reforzarán los controles fronterizos para viajeros procedentes de China y les exigirán, entre otros requisitos, un test PCR.

Con el actual volumen de contagios, que con toda probabilidad se cuentan por millones cada día, China se ha convertido en un caldo de cultivo idóneo para que surjan nuevas variantes del SARS-CoV-2, algo que los epidemiólogos no pasan por alto. "Esto incrementa la probabilidad de que surjan variantes amenazantes más virulentas y que escapen a la eficacia vacunal, lo que constituye un peligro para los precarios equilibrios mundiales de gestión de la pandemia, especialmente en los países más pobres, donde solo el 25% de la poblacion ha recibido al menos una dosis de la vacuna", valora Daniel López Acuña.

"Con el trasiego de personas que existe en el mundo, y la alta tasa de transmisión comunitaria, se corre un riesgo alto de desequilibrar la gestión de la pandemia y de finalizar la fase de emergencia", agrega el exdirectivo de la OMS, quien recuerda que "en materia de pandemias, ningún país es una isla".

El experto en enfermedades infecciosas Joan Caylà coincide en que "por descontado" ahora en China hay un mayor riesgo de mutaciones y aparición de nuevas variantes. "Este nuevo virus es muy difícil de controlar, y no le tendríamos que dar oportunidades en la medida en que se multipliquen los contagios, en China, en España, o donde sea", asegura, mientras recalca que "lo peor sería una variante que escapara al efecto de las vacunas", lo que "puede complicar el control del virus" a nivel mundial.

"Da la impresión de que aquí, en países como España, parte de la población está asumiendo que la pandemia está superada, y esto no es así, como estamos viendo", concluye este epidemiólogo.