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Del Ballet de Ucrania a los ensayos en Madrid: la huida de seis bailarinas para sobrevivir y no perder su identidad

  • La Compañía Nacional de Danza acoge a seis bailarinas del Ballet de la Ópera Nacional de Ucrania
  • “Vivimos en dos realidades: la tranquila vida de aquí y la que hemos dejado y sufren nuestros familiares"

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De izquierda a derecha Anastasia Kovalevska, Kateryna Chupina y Lisa Semenenko, tres de las bailarinas acogidas en la CND.
De izquierda a derecha Anastasia Kovalevska, Kateryna Chupina y Lisa Semenenko, tres de las bailarinas acogidas en la CND.

“La noche del 24 de febrero, a las cinco de la mañana, todo cambió”. El prestigioso Ballet de la Ópera Nacional de Ucrania había representado el 21 de febrero El lago de los cisnes. Los tambores de la guerra ya resonaban y la función del 24, La bayadera, fue cancelada. Horas después Putin anunciaba la invasión y el caos para millones ucranianos. La compañía se partió en dos: los bailarines luchan todavía en la defensa de Ucrania; la mayoría de las bailarinas han huido y buscado su lugar en Europa como refugiadas.

Seis de esas bailarinas se encuentran en Madrid, integradas en la Compañía Nacional de Danza. Allí, cada mañana, ‘toman clase’, que en el argot del ballet significa la rutina habitual de los profesionales de este arte: dos o tres horas en la que un gran maestro ensaya unos pasos, acompañado de un piano, para que los bailarines ensayen. “Las tres horas de clase son una desconexión total, pero, al regresar a casa, el contraste entre la tranquila vida madrileña y lo que nos cuentan nuestros familiares es como si viviéramos en una doble realidad”, explican.

Las seis bailarinas llegaron a Madrid el 9 de marzo tras una experiencia muy traumática. A Kateryna Chupina, Lisa Semenenko y Anastasia Kovaleska les cuesta abrirse y cargan un pesado extrañamiento en la mirada. Una cuarta bailarina decide no unirse al encuentro con la prensa. Todo está en carne viva. Victoria Glushenko, pianista ucraniana de la compañía española ejerce de intérprete, aunque también ella tiene su historia: ha podido traerse desde Kiev a Madrid a su madre, de 93 años.

Lisa Semenenko, de 25 años, recuerda cómo huyó con su hermana en coche al día siguiente de la invasión. “Todas las carreteras estaban destrozadas y teníamos que ir por los caminos y bosques. Tardamos casi dos semanas e salir por la frontera oeste”, detalla. “De pronto, la vida tiene que seguir y tenía que buscar un lugar para mantenerme en forma”.

Anastasia Kovalevska, 21 años, la más joven, tiene el recuerdo más vívido y rompe a llorar. Su pueblo, Makariv, a 50 km al oeste de Kiev fue invadido por los rusos en el primer día de ofensiva. “Estuvimos una semana escondidos en un sótano. Entonces, los rusos entraron en nuestra casa armados y nos echaron a la calle. Pasamos mucho miedo”, relata. “Nos fuimos en coche mi madre, mi hermano pequeño, mi tía y su hija. Mi madre se ha quedado en Italia pero allí no encontré compañía donde poder bailar”.

Kateryna Chupina, 24 años, completa el relato con su peripecia. “El 5 de marzo partí de Kiev en un tren de refugiados. El primero que llegaba entraba en el tren hasta que se llenaba. Fue horrible, todos íbamos de pie apretados durante 12 horas, también la gente mayor. Llegamos a Leópolis y luego cruzamos la frontera polaca hasta Cracovia".

Bailrinas ucranianas durante un ensayo del CND en su sede del Matadero de Madrid.

Bailrinas ucranianas durante un ensayo del CND en su sede del Matadero de Madrid. Ministerio de Cultura

La red de solidaridad de la danza

El camino de su huida está empedrado de solidaridad. Anastasia Matvienko y su marido Denis Matvienko, dos figuras mundiales ucranianas de la danza, llevan más de un mes llamando a todos sus compañeros repartidos en el mundo para colocar a bailarinas del Ballet de la Ópera Nacional de Ucrania. Algunas han terminado en los países bálticos, algunas en Polonia, otras en Alemania o en el Ballet de Praga.

Los Matvienko también llamaron a Joaquín de Luz, director de la Compañía Nacional de Danza. “He compartido escenario con ellos y me contactaron”, explica De Luz. “Hicimos una solicitud al Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música y al Ministerio de Cultura para abrirles las puertas, que se sintiesen bienvenidas y que pudieran desarrollar una carrera que había quedado parada. Nuestros bailarines han arrimado el hombro donando alimentos o ropa. Dejar la actividad es también bastante traumático. Ha sido un acto de camaradería”

De Luz es categórico al explicar qué significa poder seguir bailando para un profesional. “A este nivel, no es una profesión: es una identidad. Ha estallado una guerra y el ballet es secundario, pero para nosotros, que llevamos una vida bailando, el ballet es lo que somos”.

Joaquín de Luz, director artístico de la Compañía Nacional de Danza, junto a Victoria Glushenko, pianista ucraniana de la compañía.

Joaquín de Luz, director artístico de la Compañía Nacional de Danza, junto a Victoria Glushenko, pianista ucraniana de la compañía. EFE/ Rodrigo Jiménez

Como ocurre con cualquiera de los ya cuatro millones de refugiados ucranianos, la situación de las bailarinas es también frágil. Viven en un piso que un amigo de Joaquín de Luz les ha cedido, todavía no han accedido a ningún programa para hablar castellano y, hasta hace unos días, apenas salía de casa en su tiempo libre para no pagar transporte público. “Ahora ya tenemos una tarjeta de transporte gratuita. Nos gusta ir al Retiro y queremos visitar el Museo del Prado”.

Aunque no hablen español, se defienden en inglés y –al margen del idioma universal de la danza- las compañías de ballet son realidades multinacionales. Afirman que la base clásica es la misma pero que la CND introduce más la danza contemporánea y, sobre todo, les llamó la atención el carácter y pasión de bailarines españoles cuando asistieron a un ensayo del Ballet Nacional.

"Estamos dispuestos a ofrecerles un contrato temporal"

¿Y ahora qué? “En principio es algo temporal: les hemos abierto las puertas para tomar clases y que se sientan arropadas. El mundo de la danza es una pequeña gran familia”, explica De Luz “A largo plazo, tendrá que verse qué medidas se toman desde el Ministerio, estamos dispuestos a ofrecerles un contrato temporal”.

De momento, Lisa Semenenko y Kateryna Chupina formarán parte del cuerpo de baile de Giselle, el espectáculo que la CND ofrecerá en mayo en el Teatro Real (18, 19, 20, y 21 de mayo). Allí será bailarina principal Anastasia Hurska, otra de las refugiadas en Madrid, que esta semana se encuentra en Nápoles para participar en un espectáculo solidario con Ucrania. En su organización se encuentra el matrimonio Matvienko, que ha tenido la buena idea de superar vetos y propiciar el encuentro de bailarines rusos y ucranios en el escenario.

Pero para que los 160 miembros del Ballet de la Ópera Nacional de Ucrania se reúnan no se conoce fecha. “El ambiente aquí es muy bueno, pero estamos sufriendo por nuestros seres queridos”, resume Kovaleska. “Solo podemos pensar en los soldados que defienden nuestro país, en nuestros familiares, en volver y celebrar la victoria”.