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Ucrania, en guerra (XI)

El éxodo rural, la otra cara de la guerra en Ucrania: "No tenemos adónde volver y no sabemos qué hacer"

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Irina besa a su hijo de cuatro meses
Irina besa a su hijo de cuatro meses.

La guerra en Ucrania arrasa los campos y cultivos, unas tierras que han servido como único sustento de las familias que viven en Gulyai Pole, una pequeña localidad situada entre Mariúpol y Zaporiyia. Este es el pueblo de Irina, una joven de 28 años madre de cinco hijos. Irina conoce bien su localidad y su tradición de lucha campesina, pues Gulyai Pole fue la cuna del movimiento anarquista del Ejército Negro a principios del siglo XX, cuando los campesinos tomaron el poder y expulsaron a los terratenientes.

Hay muchas personas que no se fueron y no sé cómo estarán

Irina viene de un contexto más humilde. La guerra la expulsó de su localidad tras ver que su casa se rompía a pedazos el pasado 26 de febrero. Han pasado días y aún se encuentra desubicada, no sabe qué va a hacer. Solo quiere que la guerra termine. "Hay muchas personas que no se fueron y no sé cómo estarán", dice, mientras piensa en sus vecinos.

Tiene un bebé de cuatro meses, que duerme en la cama mientras intenta reconstruir su relato. Su pueblo, bombardeado, ha quedado completamente destruido. "No hay iglesia, ni bancos, ni farmacia, ni escuela, ni hospitales. No sabemos adónde volver, ni qué pasará después", continúa. Su relato emociona a todos los presentes y le devuelve el recuerdo de lo vivido. "Queremos paz y que esto se acabe", repite en varias ocasiones. Necesita que esta pesadilla pase y volver a cultivar sus tierras.

Irina y sus hijos se refugian de las bombas en Zaporiyia

Irina y sus hijos se refugian de las bombas en Zaporiyia. PABLO TOSCO

"Una noche infernal"

"Vivimos una noche infernal; escuchamos explosiones y nos venimos aquí", recuerda. Ahora siguen viviendo con miedo, han llegado a Zaporiyia, la ciudad refugio de quienes huyen de Mariúpol. Nos cuentan que están improvisando refugios en toda la ciudad, que han habilitado uno de los campus universitarios como refugio para niños, aunque prefieren no revelar más detalles por temor a ser localizados. En su interior llama la atención los abrigos en la entrada de un aula y la hilera de pequeñas zapatillas perfectamente colocadas.

Enseguida se siente el griterío de los pequeños que juegan despreocupados y ajenos a una guerra que prefieren olvidar. "Nunca les mentí, preferí contarles la verdad desde el primer momento. Ellos mismos lo entendieron porque se asustaron el día del bombardeo", explica Irina. Nadie habría imaginado una universidad con decenas de niños y niñas que huyen de la guerra. Las aulas se han convertido en dormitorios camas, otras han sido transformadas en parques de juegos. “Les expliqué que necesitábamos irnos a un lugar seguro, que teníamos que huir de las bombas y que tenían que venir aquí para salvarlos”, nos cuenta mientras les ve jugar con otros niños.

Un campus universitario de Zaporiyia, convertido en refugio

Un campus universitario de Zaporiyia, convertido en refugio. PABLO TOSCO

Un cohete cayó en el patio de su casa y todo quedó destrozado. Cuando el sótano también se derrumbó, tuvo que huir con lo puesto. “Solo llevé los documentos y una botella de agua para los niños”, nada más, dice, porque salieron a pie y no conocían el camino. Ella y su madre están solas, el padre y el marido se han quedado en la ciudad.

Ahora viven agradecidas por este cobijo y por la ayuda que les brindan los voluntarios. Les han preparado dos camarotes, suficientes para los seis. "Estoy muy agradecida por habernos aceptado. Nos están cuidando mucho", asegura. Las dos se unieron a un grupo de personas que estaban siendo evacuadas y quefueron escoltados por la policía y una ambulancia. “El trayecto fue aterrador”, asegura. Fue una noche larga. “Nos atacó el ejército ruso en medio de la noche, nos unimos a otros autobuses que venían de Mariupol”, relata con el terror en los ojos al recordarlo. “Pero hemos llegado sanos y salvos”, concluye abruptamente, como quien quiere dejar de revivir la pesadilla vivida aquella noche.

Danilo juega e nel pasillo del campus universitario de Zaporiyia

Danilo juega e nel pasillo del campus universitario de Zaporiyia. PABLO TOSCO

Zaporiyia, transformada por la guerra

La ciudad se ha transformado por la guerra. Todos los recursos se ponen al servicio de la supervivencia y de la guerra. Zaporiyia se ha convertido en una base militar improvisada, con checkpoint y retenes cada pocos metros. Los tanques y vehículos militares sustituyen a los turismos que, hasta hace un mes, atosigaban la bulliciosa vida de quienes la habitan.

Zaporiyia es conocida por contar con la central nuclear más grande de Europa, actualmente bajo control ruso, tal y como ocurre en la de Chernóbil. Las autoridades de la central han confirmado que la seguridad nuclear está garantizada. El Organismo Internacional de la Energía Atómica (IAEA, por sus siglas en inglés) informó que la planta nuclear está en funcionamiento y que la radiación se mantiene en niveles normales.

Niños y familiares bajan al sótano tras escuchar las sirenas antiaéreas en Zaporiyia

Niños y familiares bajan al sótano tras escuchar las sirenas antiaéreas en Zaporiyia. PABLO TOSCO

Pero Irina sabe que aún no está en un lugar seguro: el pasado 16 de marzo, los ataques alcanzaron zonas civiles. La vida se mueve al ritmo de las sirenas antiaéreas que suenan varias veces al día, cada alerta es un recordatorio del horror que viven. De pronto, vuelven a sonar las sirenas antiaéreas y la universidad se queda vacía. Es entonces cuando los sótanos se llenan de vidas contenidas en un suspiro.