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Filomena, un año después: los pulmones verdes de las ciudades comienzan a respirar tras la "catástrofe ecológica"

  • La insólita borrasca dañó casi la mitad de los árboles de Madrid y un 5% cayeron o tuvieron que ser talados
  • Los técnicos piden afrontar la replantación teniendo en cuenta el cambio climático y advierten de que llevará años

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Varias personas pasean por la calle Fuencarral en Madrid
El temporal dañó casi la mitad de los árboles de Madrid

Nada más comenzar 2021, una nevada sin precedentes cubría con un espeso manto blanco todo el centro de la Península Ibérica. La borrasca Filomena paralizó buena parte del país, dejando medio metro de nieve en Madrid y causando una auténtica "catástrofe ecológica" para el arbolado urbano. Ahora, justo un año después, apenas se empiezan a ver los primeros signos de una recuperación que llevará años.

Pasear por algunos de los parques históricos de la capital a inicios de este 2022 sigue siendo un "espectáculo dantesco", explica a RTVE.es Juan García Vicente, de Ecologistas en Acción. Filomena dañó 800.000 árboles, el 46 % del total de los 1.700.000 ejemplares que tiene Madrid. Unos 400.000 tuvieron que ser podados y un 5,5 % cayó durante la tormenta o tuvo que ser talado después, según el balance del ayuntamiento.

La zona cero del desastre arbóreo se localizó en la Casa de Campo, el mayor parque de la ciudad. Allí se concentran tres de cada cuatro árboles destruidos por Filomena, y es donde se prevé que la reforestación lleve más tiempo. Para que Madrid recupere la cobertura forestal previa, tendrán que pasar entre cinco y 10 años, mientras que el plazo será mucho más largo si se tiene en cuenta cada ejemplar individualmente, ya que muchos de los pinos destrozados tenían 50 o 60 años, según detalla José Luis Rodríguez Gamo, vicedecano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes en la Comunidad de Madrid.

Asegura que, más allá de la "catástrofe ecológica" que supuso perder tantos árboles, la borrasca también tuvo una cara positiva. Por ejemplo, en la Casa de Campo, donde muchos árboles crecían "demasiado juntos" y competían entre ellos por el espacio, Filomena supuso un "saneamiento natural". "Cuando tienes 3.000 árboles viviendo en una superficie en la que solo pueden vivir cien, o cortas los que sobran o la naturaleza más pronto o más tarde los va a poner en su sitio", ejemplifica.

Otro aspecto positivo, al que contribuyeron las ganas de salir al aire libre tras los meses de confinamiento, fue que "la sociedad urbana se concienció mucho sobre el valor que tiene la naturaleza y el valor que nos provee", afirma Rodríguez. "La población de las ciudades ha dejado de ver los árboles como mobiliario urbano o como algo puramente paisajístico. Se ha dado cuenta de que son un servicio básico de salud, de regulación del clima, de captación de contaminantes, de fijación de CO₂, etc."

14 horas - Un año después de Filomena - Escuchar ahora

¿Era posible prever el desastre?

El centro de España no vivía una nevada así desde hacía medio siglo. Según los datos de la Agencia Estatal de Meteorología, el espesor de la capa de nieve fue de entre 30 y 50 centímetros de promedio, algo que no se veía desde que había registros en Toledo. La capital de Castilla-La Mancha alcanzó su récord de frío, -13,4 grados, lo mismo que ocurrió en Teruel, con -21 grados. Molina de Aragón (Guadalajara), parte del "triángulo del frío" junto con Teruel y Calamocha, llegó a los -25 grados la gélida noche del 12 de enero.

Al espesor de la nieve y al frío extremo, que dejó una retahíla de récords por toda España, se sumó un inusual viento de componente suroeste, una tormenta perfecta para el arbolado de las ciudades de la Meseta, acostumbrado al más habitual viento del oeste o noroeste, explica Rodríguez.

"Se dio una serie de componentes insólita, que hacía muchísimos años que no se veía en todo el centro peninsular y que al arbolado le pilló muy desprevenido. Fue algo absolutamente incontrolable y no podríamos haber efectuado ninguna medida para haber evitado lo que ocurrió", añade.

El portavoz de Ecologistas coincide en que Filomena "desbordó cualquier previsión", pero cree que el Ayuntamiento de Madrid debería haber hecho más, especialmente en la gestión previa del arbolado urbano. "Ha habido un déficit considerable de personal de jardinería y se ha ido desplazando casi toda la gestión hacia empresas externas", asegura García Vicente, que critica que la figura de jardinero funcionario es "una especie en peligro de extinción".

"Los árboles nos devuelven los males que les hemos producido"

Tanto en Madrid como en otras ciudades no ayudaron tampoco a evitar el desastre algunas prácticas como la poda excesiva, que deja a los árboles desprotegidos ante las tormentas, la plantación de grandes ejemplares cerca de las fachadas, o el uso de alcorques demasiado pequeños, denuncia Rodríguez.

Un informe de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, provincia donde se vieron afectados uno de cada cuatro árboles, alertaba de que "las ramas que brotan tras las podas bruscas son órganos que no conservan una estructura leñosa en equilibrio con el conjunto del árbol", lo que las hace más vulnerables. "Los árboles nos devuelven los males que les hemos producido", era su contundente conclusión.

El paisaje que ha dejado el paso de Filomena, a vista de dron

En la capital, además, había un "arbolado excesivamente maduro", que es el que precisamente sufrió lo peor de la borrasca. El ingeniero forestal reconoce que "a nivel técnico y a nivel político cuesta tomar la decisión de cortar los árboles maduros", por lo que al final fue Filomena la que se lo llevó por delante. Para sustituirlos, sostiene, sería más recomendable optar por ejemplares jóvenes y renovados, no cambiar un árbol por otro de la misma especie si no es conveniente, y sobre todo, que los nuevos árboles estén "preparados para el cambio climático".

Filomena ha dañado gran parte del pulmón medioambiental de Madrid

Rodríguez reclama una "planificación a largo plazo" como principal herramienta para recuperar los pulmones verdes de las ciudades. "No tenemos que volvernos locos con las cantidades de árboles, ni intentar hacerlo lo más rápido posible", resume. En esa línea van los planes de las principales administraciones afectadas, como el Ayuntamiento de Toledo, que anunció un plan de arbolado, pero sin "plantar árboles sin ton ni son" como se ha hecho en otras décadas, según aseguró en octubre su alcaldesa, Milagros Tolón, quien planteó la posibilidad de eliminar algunos alcorques para permitir un crecimiento más saludable de los árboles.

¿Replantar para otras 'Filomenas' o pensando en las sequías?

También el consistorio madrileño, presentó el pasado mes de diciembre su plan de replantación para el próximo año. Se plantarán 100.000 árboles, una décima parte en la Casa de Campo, donde se perdieron 72.330 tras la Gran Nevada. Aunque pueda parecer poco, Rodríguez reivindica la importancia de centrarse "en la calidad y no en la cantidad", ya que por ejemplo en este territorio había una "excesiva densidad" de árboles, y ahora se permitirá la existencia de claros donde pueda florecer la vegetación autóctona.

El gran dilema al que se enfrentan ahora las administraciones de las ciudades afectadas es cómo abordar la replantación. ¿Debería llevarse a cabo con especies resistentes a la nieve y al frío extremo para evitar desastres como el de Filomena o, por el contrario, es mejor plantar árboles adaptados al calor y a la sequía, mucho más habituales en la Meseta?

Rodríguez apuesta por la segunda opción, ya que "el cambio climático va a exacerbar los episodios de calor extremo y las sequías en los próximos 40 o 50 años". Por ello, ve más apropiado apostar por especies autóctonas, "adaptadas a condiciones que ya son duras, pero lo serán más", como el pino piñonero o la encina, árboles muy comunes en las ciudades del centro de España.

También cree que deberían extenderse algunas especies que ya se están plantando en cada vez más calles y parques, como el almez, autóctono y adaptado a todo el territorio nacional. Otras especies apropiadas para las ciudades con este clima continental, más allá del omnipresente plátano de sombra o el olmo siberiano, continúa, son el peral, el manzano, el liquidámbar o el aligustre.

García Vicente recuerda por su parte que el pino, la especie más afectada por el temporal, está tan presente en Madrid y en otras ciudades por las plantaciones masivas llevadas a cabo durante los años 50,y que habría que repensar. Cree que puede "no ser el árbol más adecuado" ante episodios como Filomena, que previsiblemente también serán más frecuentes con el calentamiento global, y cita el plan del antiguo director de la Casa de Campo para apostar por la encina por encima del pino.

Tanto el ingeniero como el activista participaron en la última Mesa del Árbol, un órgano consultivo organizado por el Ayuntamiento de Madrid en el que participan partidos, organizaciones sociales, sindicatos y expertos. En ella se trataron también los planes directores para 15 parques de la ciudad, algo que desde el Colegio de Ingenieros de Montes valoran "muy positivamente", ya que permitirá planificar las zonas verdes durante las próximas décadas. Lo más importante, insiste Rodríguez, es la "planificación", tanto para recuperarse del desastre de Filomena, como para adaptarse a las nuevas condiciones que determinarán la salud de los pulmones verdes de las ciudades.