Enlaces accesibilidad
Coronavirus

Cooperar en África en tiempos de virus

Por

Laura Triviño lleva cinco años en Ciudad del Cabo. Es la coordinadora médica de Médicos sin Fronteras para Sudáfrica, que desarrolla cuatro programas en el país. Trabajan con migrantes, refugiados, sin techo, víctimas de violencia de género, y con enfermos de tubercolosis y sida.

"Llevamos ya tres semanas que estamos confinados en casa", nos cuenta, "y hemos tenido que repatriar a varios expatriados por temas de salud. Ahora básicamente no podemos ni entrar ni salir del país".

Todo el personal de Médicos sin Fronteras con algún factor de riesgo por COVID-19 ha sido retirado de la atención directa a los pacientes -"los estamos protegiendo", afirma. "En Sudáfrica, tenemos solo al 70% del personal activo. Los demás tienen que trabajar desde casa o desde las oficinas. Tampoco podemos poner en riesgo al personal". Eso hace que esta doctora, por ejemplo, tenga que asumir personalmente la coordinación de uno de los proyectos, además de supervisar toda la acción médica de la ONG en el país. Además, "estamos utilizando a personal con mucha menos experiencia, más joven, que necesita mucho más apoyo. Estamos reorientando nuestras actividades para poder responder a la epidemia, y no es fácil".

El modelo de confinamiento que se practica en Europa no es posible en África

Triviño y su familia llevan prácticamente tres semanas confinados en casa. Ella puede hacerlo, pero percibe cómo la gente en Sudáfrica está viviendo esta pandemia "con miedo, y sobre todo, con mucha incertidumbre, porque el modelo de confinamiento que se practica en Europa no es posible en África, con gente que vive en chabolas, donde la capacidad de aislamiento domiciliario es imposible". En su opinión, alargar el confinamiento traerá malas consecuencias: "el remedio va a ser peor que la enfermedad", asegura esta doctora, "porque la gente no tiene ninguna capacidad de ahorro, tiene que ganar dinero para alimentar a su familia, por lo que el confinamiento es insostenible y crea mucho desasosiego".

Las medidas tempranas adoptadas por el gobierno sudafricano han conseguido contener el avance del virus, pero las previsiones de los expertos apuntan a que la COVID-19 no impactará realmente en el continente hasta los meses de agosto y septiembre. "Nuestro temor es que vaya a peor", estima Laura Triviño, "y no sé si de aquí a cuatro semanas vamos a ser capaces de mantener nuestro trabajo", valora la coordinadora médica de MsF, que cree que "el nivel de estrés va a ser muy difícil de soportar por parte del personal sanitario sudafricano". Por esa razón, la ONG centrará esfuerzos en los pacientes de otras enfermedades, como la tuberculosis o el sida, epidemias que ya azotan severamente a Sudáfrica y otros países del continente.

Batas blancas en Zambia

Borja Cortés vive en Sudáfrica, donde es delegado de proyectos de la ONG española Meraki Bay. Se dedican a la educación y a la cooperación humanitaria. Afirma que la declaración de pandemia "nos pilló por sorpresa y yo decidí quedarme aquí al ver cómo el resto de África se quedaba vacío de cooperación humanitaria y la gente, las ONGs locales, veían cómo se iban todos los cooperantes".

Parte de los voluntarios de esta pequeña organización regresaron a sus países pero, según cuenta Cortés, "hubo dos personas, Martín y Alberto, que me miraron a los ojos y me dijeron: "Borja, nos quedamos contigo."

Fue entonces cuando hicieron el viaje a Zambia que ya tenían previsto con antelación para trabajar junto a otra ONG. Nada más llegar, "nos dimos cuenta de que era otro mundo, no era Sudáfrica: la falta de higiene, la falta de educación sanitaria... Por eso empezamos este proyecto de ir con las ONGs locales a dar conciencia educativa".

Con organizaciones de Zambia están yendo a escuelas y centros comunitarios para explicar las medidas básicas de higiene frente al coronavirus. Han iniciado también una colecta benéfica dentro de una campaña denominada las "zapaslimpias" para conseguir geles o material para fabricar mascarillas.

Aunque, según Cortés, lo que más hace falta son recursos humanos de personal sanitario. Este joven cooperante también ha detectado que el virus puede expandirse debido a "una parte de ignorancia". Y cuenta que "al principio pasábamos miedo porque nos contaban que a otros blancos les habían tirado piedras en Kenia, en el Congo, casos de ataques a turistas en hoteles. Nos aconsejaron que nos pusiéramos batas, porque aquí respetan mucho al personal sanitario, y porque la gente común se cree que es un virus sólo para la raza blanca. Mucha gente no tiene esa conciencia educativa y aquí es donde entra nuestro proyecto".

Tanto Cortés como sus colegas se encuentran bien en unos momentos de gran incertidumbre. Intentan ayudar en un continente que, como recuerda este cooperante, "sigue teniendo el récord de muertes diarias por ébola, malaria, dengue, por todas esas enfermedades que no están en el primer mundo, como puede ser España, pero que aquí son el pan de cada día". Debido al fuerte impacto del virus en Europa, Cortés cree que se generará una "conciencia" y "empatizar" para aumentar la ayuda y la cooperación hacia continentes desgraciadamente acostumbrados a las epidemias como África.