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Giacometti, a mitad de camino entre el ser y la nada

  • Una amplia retrospectiva en el Guggenheim de Bilbao repasa 40 años de la carrera del artista
  • Giacometti centró sus esculturas y pinturas en la figura humana y en la esencia del individuo

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Alberto Giacometti, 1951, Fotografía de Gordon Parks.
Alberto Giacometti, 1951, Fotografía de Gordon Parks.

La obra de Alberto Giacometti (Suiza,1901-1966) pivotó en torno a varias obsesiones que marcarían toda su vida: la mirada sobre la figura humana y la esencia del individuo, capturadas a través del simbolismo y la reducción de la materia.

Un viaje en el que experimentó a través del modelado, la pintura y el dibujo convirtiéndose en uno de los artistas más influyentes del siglo XX por la hondura de sus ideas.

El autor desarrolló una carrera donde destacan sus célebres esculturas de brazos escuálidos en las que varía las proporciones y mide el espacio. Las inquietantes figuras son una representación descarnada de la soledad y el aislamiento.

Nacido en una familia de artistas, Giacometti transitó por varias fases creativas: arrancó con el movimiento postcubista, coqueteó con el surrealismo y finalmente retornó a la figuración que ya no abandonaría hasta su muerte, y que diseccionaría hasta las últimas consecuencias. En esta exploración captaría con frecuencia a su círculo más cercano.

Una amplia retrospectiva en el Museo Guggenheim de Bilbao (Hasta el 24 de febrero de 2019), recoge esta infatigable inmersión a través de cuatro décadas. El archivo de la Fundación Giacometti de París, gestionado por su viuda, ha aportado más de 200 obras, algunas de ellas excepcionales ya que pocas veces han sido exhibidas por su “extrema fragilidad” ya que fueron creadas con yeso, arcilla o bronce.

Es el caso del “mágico” conjunto de ocho esculturas, Mujeres de Venecia, de entre 108 y 138 cm de altura, que ideó para la Bienal de Arte de 1956 y que “raramente se puede ver”, explica Petra Joos, una de las comisarias de la exposición.

“A él sobre todo le interesaba la mirada más que el cuerpo de la persona porque decía que a través de la mirada puedes conocer al ser humano y al mundo entero”, señala la experta a RTVE.es.

El artista comenzó a crear en 1922 en París desde el mítico diminuto estudio de 23 metros cuadrados donde expande su personal visión del mundo que le rodea. Pronto abandona su formación clásica y contacta con las obras postcubistas. Mujer cuchara es la pieza más totémica y monumental de este periodo. Evoca el abdomen cóncavo del útero femenino y homenajea la fertilidad.

'Mujer cuchara', 1927,Yeso.© Alberto Giacometti Estate

Mezcla claramente la geometría cubista con las formas estilizadas del arte africano. Desde este punto, el creador irá caminando hacia una mayor abstracción que culmina con esculturas casi planas.

Sin embargo, el surrealismo irrumpirá con fuerza y la capital francesa será su epicentro. La búsqueda del inconsciente a través de imágenes oníricas que encarnan el deseo y la violencia seducen al joven Giacometti, que se convierte en 1931 en miembro oficial del grupo de Breton.

De nuevo, su particular interpretación creativa capta la atención de otros artistas de renombre. El mismísimo Dalí valora su obra Bola suspendida (1930) como “prototipo del funcionamiento simbólico surrealista”, con un contenido erótico o violento.

Retorno al arte figurativo: figuras reducidas

En 1940 se produce un punto de inflexión marcado por la Guerra. El creador retorna al arte figurativo y comienza a modelar esculturas alargadas y escuálidas de superficie rugosa y áspera que simulan la piel y los huesos.

Son seres de tamaño natural, solitarios o en grupo, que sugieren la figura humana vista desde lejos. Afirma que hacerlas de otra forma le parece falso. Solo esta estilización es fiel a su visión de la humanidad, reitera.

Todo parte de una leyenda: dicen que Alberto Giacometti se despidió de su amiga la modelo Isabel Lambert y cuando la vio alejarse se apercibió de que su silueta se empequeñecía pero mantenía su identidad. La figura humana se disuelve parcialmente pero no desaparece y es la forma de verla en su conjunto, reflexiona el escultor.

Partiendo de esta premisa, sus esculturas se reducen cada vez más y aumenta la distancia con el espectador. Su empeño se sintetiza en obras minúsculas de tres centímetros, “Algo pasó porque decía que no podía hacerlas de otra forma”, afirma Petra Joos.

Giacometti mantiene en estos años una estrecha amistad con Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, cuya efigie está presente en la muestra a través de dos bustos. El filósofo francés define al suizo como “el artista existencialista perfecto, a mitad de camino entre el ser y la nada”.

A partir de 1945, el autor aumenta sus investigaciones sobre la escala que encarnan la ansiedad derivada del fin de la IIGM: las figuras extremadamente delgadas y filiformes recogen esta inquietud por el espacio. Esta tendencia alcanza la culminación con Hombre que camina (1960), su obra más conocida y la escultura más cara del siglo XX.

'Hombre que camina', 1960, bronce.© Alberto Giacometti Estate

“En cada cara y movimiento del cuerpo humano vemos algo distinto. Pueden parecer iguales pero si te acercas ves el retrato de una forma muy concreta”, apunta la comisaria.

En cuanto a la pintura, prevalecen los retratos en los que plasma a las personas más próximas de su entorno como su hermano Diego, su mujer Annette, su amante Caroline, algunos amigos intelectuales e incluso prostitutas. Les pide que posen durante largas sesiones de trabajo donde les exige que permanezcan inmóviles en una búsqueda infructuosa de la semejanza total.

Siempre insatisfecho el genio sigue valorando que sus retratos no reflejan la realidad: se enfrasca con obsesión en su labor y a veces destruye o rehace sus creaciones.

Sus pinturas representan, en general, una quietud estremecedora en tonos grises y tierra. Están atravesadas por líneas horizontales y verticales que aluden a las jaulas y al aislamiento. Y Giacometti dice: “De pronto, tuve la sensación de que todos los acontecimientos se producían simultáneamente a mi alrededor. El tiempo se hacía horizontal y circular, era el espacio al mismo tiempo e intenté dibujarlo”.