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Muere Tarek Aziz, figura clave del régimen de Sadam

  • Fue ministro de Exteriores durante la Primera Guerra del Golfo
  • Desde la invasión de 2003 estaba preso y fue condenado a muerte

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Tarek Aziz y Sadam Husein en una imagen de 2001.
Tarek Aziz y Sadam Husein en una imagen de 2001.

Tarek Aziz, figura clave del régimen de Sadam Husein y su cara en el mundo durante años, ha muerto preso este viernes, según han informado diversos responsables iraquíes.

Aziz fue ministro de Exteriores en la primera Guerra del Golfo (1991) y viceprimer ministro en los largos años de diferendo entre las potencias occidentales y Bagdad.

En la segunda guerra (2003), se rindió a las tropas invasoras de Estados Unidos y en 2010 fue condenado a muerte por crímenes contra la humanidad, aunque la pena no se ejecutó.

Conocido por sus gafas tintadas, ahora tenía 79 años y ha fallecido en un hospital de Al Naseriya (capital de la provincia meridional de Diqar) donde le habían ingresado la víspera por un infarto, según informa Al Jazeera citando fuentes oficiales.

Según la cadena catarí, su hijo ha expresado Ziad estaba furioso porque las autoridades no le informaron de su muerte y se enteró por los medios de comunicación.

Aziz, que sufría de diabetes o hipertensión, ya había sido ingresado con anterioridad en este centro para recibir tratamiento, según Efe.

Cristiano condenado por persecución a chiíes

El exresponsable iraquí, cuyo nombre real era Mijail Yuhana, nació en una modesta familia cristiana de rito caldeo en 1936 cerca de la ciudad septentrional de Mosul. Era el único miembro cristiano del Gobierno de Sadam y uno de sus más estrechos colaboradores hasta la caída del régimen en 2003, recuerda la agencia.

Desde 1979 y hasta 2003, Aziz fue el número dos de la administración civil, ya que Sadam era presidente y también primer ministro, y con frecuencia actuaba como jefe de Gobierno de facto. Aunque su fama internacional se debe a haber ocupado la cartera de Exteriores entre 1983 y 1991.

Su condena a la pena capital se debió a su responsabilidad en la persecución durante los años ochenta de militantes y dirigentes de partidos religiosos, que afectó especialmente a políticos chiíes.